«Convierten las escuelas de madera en leña»
Entreculturas lanza la campaña Escuelas Refugio, para denunciar los ataques contra colegios en zonas de conflicto y reivindicar el derecho de los niños refugiados a la educación
Sanganyi Namangala Tamy es una de los 76.000 refugiados de la República Democrática del Congo que huyó de la guerra en su país cruzando la frontera hacia la vecina Burundi. La mayoría proceden del este del país, de la provincia de Kivu del Norte, donde en los últimos años se han recrudecido los enfrentamientos entre diversos grupos armados y el Ejército, que se prolongan ya varias décadas. Sanganyi, por ejemplo, perdió a su marido y a tres de sus siete hijos. Ahora, vive en el campo de refugiados de Kinama, en la provincia burundesa de Muyinga. Acoge a niños huérfanos en su casa, y además ha puesto en marcha una pequeña peluquería en la que da trabajo a varias mujeres. Además, es la vicepresidenta del Comité de Refugiados del campo.
Junto a la muerte de la mitad de su familia, uno de los recuerdos de la guerra que más ha marcado a Namangala es cómo muchos combatientes ponían a los colegios en su punto de mira. «Vienen y dañan las escuelas. Las destruyen; sobre todo, las de madera. A veces la utilizan como leña para el fuego. Otras veces quieren utilizar los colegios para vivir en ellos. O como un lugar para guardar armas. La gente sufre mucho cuando, durante la guerra, no hay un lugar en el que estudiar». No es un dato aislado. Entre 2013 y 2017, se produjeron 14.000 ataques contra centros educativos en 74 países de todo el mundo; en 34 de ellos de forma sistemática.
Ante un futuro incierto, educación
Para denunciar esta realidad y pedir al Gobierno español que en su política exterior y de desarrollo trabaje para que los colegios sean espacios seguros y se promueva el derecho a la educación de los niños refugiados, la fundación Entreculturas lanza este jueves la campaña Escuela Refugio. Se espera que la presente este jueves Namangala, junto con el director de Proyectos de Educación y Medios de Vida del Servicio Jesuita al Refugiado en Burundi, François Xavier Nsababandi. Sin embargo, la dificultad de obtener a tiempo los visados hizo imposible confirmar este extremo al cierre de esta edición.
En un testimonio recogido en vídeo, Namangala explica por qué para los 36 millones de menores refugiados que existen en el mundo la escuela es incluso más importante que para los demás niños. «Nosotros no sabemos nunca si podrán reubicarnos en otro lugar, si podremos volver a nuestro país o si tendremos que quedarnos aquí –razona–. Por eso [cuando llegué al campo de refugiados] me dije que tenía que hacer todo lo posible para preparar a nuestros jóvenes» para un futuro tan incierto. Así, tomó la decisión de implicarse en el colegio del campo de refugiados. «Los ayudamos a tener una buena educación, les aconsejamos que estudien, ya que si no lo hacen no llegarán a nada en la vida. Intentamos sensibilizar sobre todo a las niñas –añade apasionadamente–, que se casan muy jóvenes y dejan los estudios».
No lo hace solo por quienes ahora son sus alumnos, sino también como labor de prevención para evitar los conflictos en el futuro, ya que «en las escuelas es aprendemos también a ser buenas personas, a convivir con los demás». Es el mensaje que intenta transmitirles cada día, y con el que espera lograr que sus nietos y los hijos de sus alumnos gocen de un porvenir más seguro.
En su maleta, Sanganyi Namangala Tamy ha traído dibujos realizados por sus alumnos de Kinama, que representan la idea del colegio como refugio. Se llevará otros tantos muy parecidos: los que le entregarán los alumnos del colegio madrileño Nuestra Señora de la Paloma. Este gesto, organizado por Entreculturas, pretendía concienciar a los alumnos de la realidad que viven millones de niños fuera de nuestras fronteras. «Pero no desde una perspectiva paternalista –aclara Raquel Martín, directora de Comunicación y Relaciones Institucionales de Entreculturas–, sino subrayando que son niños como ellos, que simplemente tuvieron que abandonar su país de un día para otro». Todos los centros que lo deseen pueden sumarse a la campaña visitando la web escuelarefugio.org.
Después de explicarles la realidad de los niños refugiados, Martín mostró a los alumnos del colegio madrileño cómo ese mismo día los niños de Kinama habían hecho sus dibujos. A las mellizas Amaia y Julia, dos de las alumnas que participaron, les llamó sobre todo la atención el colegio del campo de refugiados, «porque tenía el suelo de tierra», las paredes de ladrillo desnudo y el techo de uralita. Invitadas a ponerse en la piel de un niño que tiene que abandonar su país, aseguran que lo que más echarían de menos sería su casa y sus amigos. Pero acaban reconociendo que también el colegio, porque «aunque algunos días no nos apetece ir, allí puedes aprender mucho y tener amigos. Es importante que los niños refugiados puedan ir para formarse y poder trabajar de mayores». En sus dibujos, les preguntan a sus compañeros congoleños qué es lo que más les gusta de la escuela, y acaban dejándoles un mensaje de ánimo: «Que sean valientes y no tengan miedo a la guerra. No están solos».