Hay un clásico escrito en el siglo XX por Jimmie Davis y Jack Campbell llamado I know a man who can, que es historia de la música estadounidense de tintes religiosos. Davis fue un cantante y político americano que llegó a ser gobernador de Luisiana, pero a su vez tenía una faceta muy creativa como compositor de temas cristianos o relacionados con la vida cotidiana. De hecho, suyo es otro clásico como You are my sunshine, que tantas veces se ha escuchado en películas o actuaciones musicales. Como este último, también multitud de artistas se han lanzado a grabar versiones del que hoy rescato, que es además el tema que cierra el disco especial The Gospel collection, con el que en 2003 el cantante de country George Jones —un maestro con una vida un tanto turbulenta— rescataba grandes himnos de música espiritual. Una canción que reconoce las limitaciones del ser humano y pone un énfasis especial en la gracia y el poder de Jesús y en la fe inquebrantable. Dice así: «Algunos lo llaman Salvador, el redentor de los hombres. / Pero yo lo llamo Jesús porque es mi amigo más querido. / Cuando sientes que nadie puede ayudarte y tu vida está fuera de control / conozco a un hombre que puede hacerlo». El himno religioso utiliza a Jesús como hombre capaz de salvar, de sanar y de guiar a los creyentes.
George Jones fue un cantante que siempre sintió el góspel muy de cerca; desde que era pequeño cantaba en la iglesia junto a su madre, Clara, que tocaba el piano. Ella le enseñó varios de los himnos clásicos y ahí fue también donde aprendió a tocar la guitarra gracias a su hermana Annie, con quien cantaba esos temas religiosos antiguos que habían pasado de generación en generación. De hecho, en los años 1950, cuando era todo un juvenil, publicó un álbum de este género musical en el que la coautoría de muchas de las canciones recayeron sobre un hombre llamado Burl Stephens, que era el director de la iglesia donde George acudía junto a su familia. Su amor por el góspel fue anterior incluso al que tuvo por el country, género que le catapultó a la fama. Esto ocurría con muchos de los artistas más grandes de todos los tiempos en Estados Unidos, como por ejemplo Johnny Cash, Aretha Franklin o Elvis Presley entre otros: empezaron cantando en la iglesia, acercándose a los himnarios o incluso a los instrumentos musicales gracias a la devoción de sus padres.