Partamos, como si fuera una petición de principio, de una evidencia, del drama de nuestro tiempo: el divorcio entre la fe y la cultura. No pocas de las consecuencias de ese drama se han hecho palpables en el interior de la Iglesia. Un muro epistemológico se ha levantado dentro de este orden y ha complicado hasta extremos insospechables la relación entre la filosofía y la teología. Es un muro que tiene como referente la ausencia de comprensión del sentido de lo íntegramente humano y de la aceptación de lo dado en la Revelación. El abandono de la filosofía en los centros académicos eclesiales, la dejadez respecto a su enseñanza, ha supuesto un lastre que se percibe con nitidez en la dinámica de la evangelización. La filosofía sigue siendo antídoto contra ingenuos proyectos de propuesta cristiana y contra modas siempre pasajeras. La filosofía es garantía de adecuada teología e instrumento desvelador de estrategias pastorales blandiblú.
Inmediatamente, a la hora de hablar de filosofía, brota la pregunta: ¿de qué filosofía hablamos? Una cuestión que está íntimamente relacionada con la formulada sinónimamente: ¿de qué razón hablamos?, ¿de qué propuesta de sentido hablamos? La pérdida del horizonte homogéneo de la filosofía inspirada en santo Tomás de Aquino, en el proceso de los estudios teológicos, ha supuesto mucho más que el abandono de un edificio o de una arquitectura conceptual con categorías y lenguaje que hicieran posible una comprensión y una explicación correcta de las verdades de fe. El sacerdote y teólogo José Antonio Sayés está empeñado en hacer pedagogía del pensamiento y de la teología desde formulaciones clásicas. En no pocos centros académicos eclesiales, Sayés ha sido, durante mucho tiempo, un ancla segura, una interpelación y un acicate. De su amplia producción hay que destacar el ejercicio de la manualística, que no tiene por qué ser de inferior categoría al del ensayo filosófico y teológico. Nuestro autor ha elaborado un método que le caracteriza a partir de la síntesis explicativa de los conceptos clásicos y su pretensión por relacionarlos con la situación presente. Quizá a veces incida en demasía a la hora de poner en evidencia aspectos de otros para clarificar lo que afirma, sobre todo en algo que es propio de sus obras, las amplísimas notas a pie de página.
En este pequeño pero enjundioso libro recupera los conceptos básicos de la filosofía tomista, en orden a una adecuada comprensión de la fe. Este libro sería un instrumento básico, de mínimos, para quienes quisieran estudiar posteriormente la teología. Bien trabajado y explicado serviría como base para la formación filosófica en los seminarios. De ahí que aborde, en clave de reforma, los hitos de: la sustancia, el concepto, el hombre, la ética, Dios, la participación del ser, la analogía del ser y la muerte. Se puede discutir el orden de los capítulos del libro, o algunas afirmaciones reiteradas sobre algunos autores contemporáneos, pero lo que no se puede negar es que es una magnífica ayuda al Decreto de reforma de los estudios eclesiásticos de filosofía (28-1-2011).
José Antonio Sayés
EDICEP
2012
142
