En estos días cumple nuestra Conferencia Episcopal cincuenta años de vida. Este lapso de tiempo es una oportunidad para agradecer la decisión adoptada al crearla, evaluar el camino recorrido y afrontar el futuro con renovado empeño. Los datos básicos referidos a su nacimiento son los siguientes. El mismo día en que fue clausurado el Concilio Vaticano II, el 8 de diciembre de 1965, los obispos firmaron en Roma una carta dirigida a los católicos españoles, en que manifestaban algunos propósitos de puesta en marcha del Concilio, entre los cuales la decisión de erigir pronto la Conferencia Episcopal. Fue una determinación tomada con obediencia sin demora. Entre los días 26 de febrero y 4 de marzo de 1966 tuvo lugar la reunión constitutiva. El día 27 se aprobaron los Estatutos, que serían ratificados por Roma el 14 de mayo. El día 28 fue elegido presidente de la Conferencia Episcopal el cardenal don Fernando Quiroga Palacios, arzobispo de Santiago de Compostela. Como anterior organismo supradiocesano había existido desde el año 1921 la Junta o Conferencia de Metropolitanos, que a la sazón presidía el cardenal don Enrique Pla y Deniel, arzobispo de Toledo.
El ambiente cultural en que se gestó y decidió en el Concilio la creación de las Conferencias Episcopales es la llamada cultura del diálogo, que fue una de las claves del Vaticano II. El diálogo, el encuentro, la búsqueda concorde y la respuesta conjunta a los problemas cada vez más complejos planteados a la misión de la Iglesia en el mundo actual reclamaban una institución de este estilo. Compartir algunas responsabilidades pastorales en un territorio de características semejantes, rezar juntos y participar en la «conferencia», en la discusión, escuchando con atención humilde e interviniendo con libertad y franqueza es una inestimable oportunidad para desempeñar la misión confiada. En términos teológicos podemos decir que las Conferencias Episcopales germinaron en la tierra nutricia de la comunión de las Iglesias y de la colegialidad episcopal, particularmente preparada por la experiencia del mismo acontecimiento del Concilio y por las orientaciones doctrinales que fueron tomando forma y cuerpo. Las Conferencias Episcopales, aunque existían en algunos países del centro de Europa desde el siglo XIX, son una de las más importantes y útiles instituciones creadas por el Concilio.
El Papa Francisco en varias ocasiones ha expresado su intención de profundizar en el sentido de las Conferencias Episcopales, para otorgarles mayor relieve y situarlas en el dinamismo de la descentralización de la Iglesia, inspirándose para ello también en las Iglesias de Oriente. Esta referencia nos remite a la primera indicación conciliar sobre las Conferencias Episcopales y a su alcance posible a la luz de otras experiencias históricas, como son los Patriarcados y las Iglesias metropolitanas.
Conocemos el itinerario de su presencia en el Concilio por testigos de excepción. Rastrear los orígenes ayuda a comprender su originalidad. Arranca de la eclesiología ortodoxa, lo cual indica que el ecumenismo fue también aquí, como en otros lugares del Concilio, motivo y aliciente. Un teólogo católico (O. Rousseau) ha contado cómo se fraguó una iniciativa, que culminaría en el párrafo de la Constitución sobre la Iglesia 23 d, introducido casi al final de la discusión en el aula conciliar sobre Lumen gentium, que es el documento básico y vertebrador del Concilio. La iniciativa surgió durante la reunión del 10 de octubre de 1963 en casa de monseñor E Zoghby (arzobispo Melquita) de los profesores Nissiotis, Schmemann, Daniélou y Ch. Moeller. Los ortodoxos habían manifestado la inquietud de que el esquema De Ecclesia estuviera concebido de forma exclusivamente occidental, centrado en el papado, sin incorporar elementos antiguos, vigentes hoy en las Iglesias de Oriente. Monseñor Zoghby en su intervención del día 16 presentó la objeción de los ortodoxos. Para dar satisfacción a la petición juzgada justa se recurrió a un texto que anteriormente había sido presentado en la comisión sobre Iglesias orientales y había sido arrumbado. Ahora aquel texto fue recuperado y se convirtió en la base del párrafo en que se sitúa la alusión a las Conferencias Episcopales. El apartado cuarto de Lumen gentium 23 fue como una semilla prometedora sembrada en la tierra conciliar. Los números 37 y 38 del Decreto sobre el ministerio de los Obispos Christus Dominus pueden ser considerados como crecimiento y maduración de aquella semilla. El párrafo incorporado casi al final del itinerario de Lumen gentium, por la vía que termino de recordar, habla de agrupación de Iglesias, que poseen un patrimonio teológico y espiritual propios, una disciplina específica y ritos litúrgicos venerables. Las Iglesias patriarcales y metropolitanas fueron como madres en la fe de otras con las que han quedado unidas hasta nuestros días con vínculos estrechos. Y termina este apartado mirando hacia el futuro: «De modo análogo, las Conferencias Episcopales hoy pueden desarrollar una obra múltiple y fecunda, a fin de que el afecto colegial tenga aplicación concreta» (Lumen gentium 23 d).
La historia de nuestra Conferencia Episcopal corrobora que su actuación ha sido múltiple y fecunda, en orientaciones doctrinales, versión de la Sagrada Escritura, edición de textos litúrgicos, catecismos y orientaciones pedagógicas para transmitir la fe, relación de la Iglesia con el Estado y tratamiento de las materias comunes, tomas de postura ante cuestiones discutidas, etc. Los documentos publicados en los cincuenta años son un testimonio fehaciente de esta múltiple y fecunda ayuda.
Aludí antes a la intención del Papa Francisco manifestada también en un discurso importante pronunciado el día 17 de octubre de 2015 en el marco de la Asamblea sinodal, al celebrar el cincuenta aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, que ha sido un lugar privilegiado de comprensión e interpretación del Concilio Vaticano. El Sínodo de los Obispos es la manifestación más patente de un dinamismo de comunión que inspira las decisiones eclesiales. En este mismo dinamismo se sitúan las Conferencias Episcopales. Al recordar el Papa, en un momento tan señalado, esos organismos de comunión, anunció que percibía la necesidad de avanzar en una saludable descentralización. A estas palabras los asistentes respondimos con un aplauso.
Esta es la intención del Papa. Aunque ha hecho algunas sugerencias, esperamos un proyecto para avanzar en la renovación de las Conferencias Episcopales, teniendo en cuenta la experiencia secular de las Iglesias de Oriente, y respondiendo a la necesidad de una saludable descentralización.
Celebramos los cincuenta años de la Conferencia Episcopal Española recordando con gratitud una historia fecunda y abiertos a la promesa anunciada por Papa.
Ricardo Blázquez Pérez / ABC