Condenados a morir por decir «no» a Hitler
Hombres y mujeres católicos fueron asesinados por tener la valentía oponerse al régimen nazi en nombre de su conciencia y de su fe
«Podrán arrestarme o cortarme la lengua. Hablaré con mis silencios». Estas fueron las palabras de Max Josef Metzger, un sacerdote alemán asesinado en la guillotina en 1944 por oponerse a Hitler. Su martirio fue recientemente reconocido por el Vaticano, destacando que «durante el juicio, se defendió manteniendo su confianza en el Señor, incluso sabiendo que iba a ser ejecutado». Se trata de una de las tantas historias que el periodista italiano Francesco Comina cuenta en su libro La espada y la cruz. Una obra que relata testimonios de los muchos católicos que tuvieron la valentía de enfrentarse al régimen nazi: «De ahí el título del libro, porque estas personas murieron en la guillotina. Simbólicamente, significa “cortar las cabezas pensantes de un país”; es decir, de los que pensaban de otra manera, con libertad, autonomía y a contracorriente».
Con un control absoluto de la sociedad y del territorio por parte de la Alemania del Reich, y donde una sola palabra podía suponer una sentencia de muerte, llegó el momento en el que muchos católicos entraron en un «terrible dilema moral», como señala el escritor: «¿Cómo puedo, como católico, leer el Evangelio y, al mismo tiempo, adherirme a este sistema tan brutal? ¿Cómo puedo leer las Bienaventuranzas y que sean esos, los pobres, los enfermos y los humildes ,los que acaben en las cámaras de gas de los crematorios? ¿Sigo mi conciencia o hago como si no pasara nada?». La respuesta fue clara para tantos de ellos, aunque les costase la vida: «Decían que no se puede ser cristiano y nazi al mismo tiempo; que son cosas irreconciliables y no pueden estar juntas».
Fue el caso de Josef Mayr-Nusser, que comprendió desde el primer momento que el ascenso de Hitler significaba «una especie de provocación para las religiones monoteístas, porque el dictador se presentaba como un nuevo ídolo pagano al que las masas iban a escuchar y a adorar». El joven italiano de habla alemana comenzó a plantear el tema sobre la idolatría del poder en la diócesis de Bolzano. Cuando lo obligaron a alistarse a las fuerzas militares nacionalsocialistas y «tuvo que jurar fidelidad a Hitler delante de los demás reclutas, levantó la mano y dijo: “No. No puedo, en nombre de mi fe y de mi conciencia”. Entonces, fue detenido, juzgado y condenado a muerte. Lo mandaron a un campo de exterminio, pero nunca llegó porque murió en el viaje de penuria y enfermedad».
Entre aquellos que se enfrentaron al régimen están también los testimonios de muchas mujeres que tuvieron el coraje de posicionarse contra los nazis, como Eva María Buch, de 21 años, con una historia que Comina califica de «realmente conmovedora». La joven formaba parte de un movimiento de resistencia llamado Orquesta Roja y, en una ola de arrestos, fue detenida y condenada a morir el 5 de agosto de 1943: «Mientras se acercaba al verdugo, leyó pasajes del Evangelio y de las Bienaventuranzas. Y, con esa fe viva y madura, pudo ir a la muerte con la alegría de saber que había trabajado por la verdad». Poco antes de conocer que terminaría en la guillotina, escribió una carta a sus padres, en la que les decía: «Pronto me condenarán a muerte, pero volvería a hacer todo lo que hice. Fue una época difícil, pero ahora es todo paz y alegría. Siéntanse bien y traten de vivir de una manera hermosa. Nos volveremos a ver en el más allá».
Pero, a pesar del dolor y del sufrimiento, siempre quedaba un halo de esperanza en mitad de tanta barbarie y esta se puede ver encarnada en la figura de la monja trinitaria y venerable, Ángela María Autsch, cuyo nombre ya habla por sí solo. Por oponerse públicamente al régimen y a que los nazis confiscaran su convento se la llevaron prisionera a un campo de concentración en Polonia, donde le asignaron el papel de enfermera. Desde allí, y aprovechando su posición, ayudó a muchas mujeres y a sus hijas dándoles alimento, medicinas e incluso algunas pudieron escapar. Para el autor del libro, si hubiera que describirla con pocas palabras, serían las siguientes: «Una mujer con dos alas que volaba para estar cerca de la gente, que intentaba dar un sentido a los niños que estaban en aquel lugar de exterminio, que organizaba la Navidad y les daba pequeños regalos para que se sintiesen todavía vivos, todavía a salvo, todavía frente a una esperanza posible». De ahí que todos la conociesen como «el ángel del campo de Auschwitz».
Esta fue la espiritualidad de todas las personas que murieron asesinadas, como resalta Comina, por creer «en un Dios que no bendijo el sistema, sino que estuvo cerca de donde se sacrificaba a las víctimas; en las cámaras de gas con los muertos; con los moribundos; con los débiles; con los ahorcados en los campos de concentración; con aquellos que acabaron en la guillotina» por decir, rotundamente, «no» a Hitler y a su régimen.
Francesco Comina
Libreria Editrice Vaticana
2024
176
15 €