Concluye la XII Asamblea General del Sínodo de los Obispos. Transformados por la Palabra
La Iglesia católica acaba de vivir tres semanas que cambiarán la manera en que muchas personas la perciben. El Sínodo de los Obispos del mundo, celebrado en el Vaticano del 5 al 26 de octubre, traerá consigo un redescubrimiento para las comunidades católicas de la fuerza transformadora de la Palabra de Dios
Alfa y Omega ha hecho un pequeño sondeo entre los 300 participantes, de los que 253 eran padres sinodales. Al sintetizar en una frase cuál ha sido el resultado de este Sínodo, prácticamente todos coinciden en subrayar que la Iglesia pasa de promover una animación bíblica a una animación bíblica de toda su pastoral, es decir, de toda su vida y misión.
Sínodo de la comunión
Éste ha sido probablemente el Sínodo de más consenso y comunión, desde que se reintrodujo esta institución, tras el Concilio Vaticano II. El cardenal George Pell, arzobispo de Sídney (Australia) y uno de los tres presidentes delegados de la Asamblea, lo reconoció en la comida final que el Papa ofreció a los participantes, el sábado pasado. Ha sido uno de los Sínodos en los que se ha vivido «más acuerdo, más comunión… Y por este motivo ha sido quizá el menos interesante», dijo el cardenal, provocando risas del Papa y del resto de los presentes. Sus palabras recogían los comentarios de algunos periodistas.
Benedicto XVI, en el momento del postre, tomó la palabra para responder al cardenal: «No sé si el Sínodo ha sido más interesante o edificante. En todo caso, ha sido conmovedor. Nos hemos enriquecido en esta escucha recíproca». Y añadió que, «en este diálogo de la escucha, aprendemos la realidad más profunda, la obediencia a la Palabra de Dios, la conformación de nuestro pensamiento y de nuestra voluntad al pensamiento y a la voluntad de Dios».
Palabra hecha vida y misión
El mismo Santo Padre recogió las conclusiones centrales de esta XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos en la misa de clausura, que presidió, el domingo, en la basílica de San Pedro del Vaticano, cuando subrayó que la prioridad de la Iglesia hoy es alimentarse de la Palabra de Dios para poder ser evangelizadora. «Todos nosotros, que hemos participado en los trabajos sinodales, nos llevamos la renovada conciencia de que la tarea prioritaria de la Iglesia, desde el inicio de este nuevo milenio, es ante todo la de alimentarse de la Palabra de Dios, para hacer eficaz el compromiso de la nueva evangelización, del anuncio en nuestros tiempos», afirmó. Ahora, «es menester que esta experiencia eclesial sea llevada a todas las comunidades; es menester que se comprenda la necesidad de traducir en gestos de amor la Palabra escuchada, porque sólo así se vuelve creíble el anuncio del Evangelio, a pesar de las fragilidades humanas que marcan a las personas. Ello exige, en primer lugar, un conocimiento más íntimo de Cristo y una escucha de su palabra siempre dócil».
El sínodo se ha celebrado en el año en el que la Iglesia conmemora los dos mil años de san Pablo. Por este motivo, en la misma homilía, el Papa confesó su deseo más profundo de que cada comunidad católica viva el anhelo del apóstol de las gentes de predicar el Evangelio. «Mucha gente está buscando, a veces hasta sin darse cuenta, el encuentro con Cristo y su Evangelio; muchos sienten la necesidad de encontrar en Él el sentido de sus vidas. Dar un testimonio, claro y compartido, de una vida según la Palabra de Dios, garantizado por Jesús, se convierte, por tanto, en un indispensable criterio de verificación de la misión de la Iglesia», aseguró.
Y sintetizando los frutos del sínodo, explicó: «Es necesario que los cristianos tengan amplio acceso a la Sagrada Escritura para que las personas, encontrando la verdad, puedan crecer en el amor auténtico. Se trata de un requisito indispensable hoy para la evangelización». Por eso —dijo—, «deben estimularse los esfuerzos actuales para suscitar un movimiento bíblico entre los laicos, la formación de animadores de grupos, con especial atención hacia los jóvenes. Debe sostenerse el esfuerzo para hacer conocer la fe a través de la Palabra de Dios, también para quien está lejos y especialmente para quienes están en búsqueda sincera del sentido de la vida».
Las proposiciones
Las tres semanas de sínodo, preparadas durante dos años de consultas en la Iglesia universal, concluyeron con la votación de 55 proposiciones de la Asamblea, para que el Papa las tenga en cuenta al redactar la Exhortación apostólica postsinodal, el verdadero fruto de la Asamblea sinodal. Para que una proposición sea aprobada, debe contar con dos tercios de los votos. Todas las proposiciones presentadas superaron esa barrera.
En las primeras proposiciones (de la 3 a la 13), que giran en torno al tema La Palabra de Dios en la fe de la Iglesia, se pide a las comunidades católicas comprendan y vivan mejor su relación con la Palabra, Jesucristo, a quien es posible encontrar en la lectura y meditación de las Escrituras. En particular, se subraya el papel del Espíritu Santo, de la Iglesia y la Tradición, así como su íntima relación con la Eucaristía.
Tres proposiciones presentan la Palabra de Dios como Palabra de reconciliación, Palabra de compromiso a favor de los pobres, y fundamento de la ley natural (esta última toca el tema de la intervención ante la Asamblea del cardenal Antonio María Rouco Varela, arzobispo de Madrid).
La segunda parte de las proposiciones (de la 14 a la 37) afronta el tema de la La Palabra de Dios en la vida de la Iglesia. Toca algunos de los temas que más tiempo han ocupado a las discusiones sinodales. Por ejemplo, la homilía. El documento insiste en el deber de prepararlas en profundidad, teniendo en cuenta lo que dicen las lecturas proclamadas, lo que dicen personalmente al sacerdote y lo que él debe decir a la comunidad teniendo en cuenta la situación concreta (una propuesta que había sido presentada por monseñor Ricardo Blázquez).
Las proposiciones dan un decisivo espaldarazo a la Lectio divina (lectura orante de la Escritura) con el objetivo de que de esta Asamblea «surja una nueva estación de un amor más grande por la Sagrada Escritura por parte de todos los miembros del pueblo de Dios».
El sínodo auspicia «que el ministerio del Lectorado se abra también a las mujeres, de manera que en la comunidad cristiana se reconozca su papel de anunciadoras de la Palabra». Se trata de un ministerio instituido, no ordenado, es decir, no tiene carácter sacramental.
El sínodo subraya la importancia de las celebraciones de la Palabra, especialmente entre las comunidades que no pueden tener un sacerdote para la celebración eucarística dominical, pues es uno de los lugares privilegiados del encuentro con Cristo. Al mismo tiempo, pide evitar que se confunda con la Liturgia eucarística.
Además, insiste en la importancia de la catequesis, «que hunde sus raíces en la Revelación cristiana», un tema que había sido tocado ante la Asamblea por el cardenal Antonio Cañizares, arzobispo de Toledo.
Entre las proposiciones, aparece otro de los temas que más interés ha suscitado en el Sínodo: la relación entre los exegetas con los teólogos y el magisterio de la Iglesia. La Asamblea adopta la proposición que había ilustrado el Papa de superar la brecha que hoy se da entre exégesis, análisis histórico y teología. La teología, como el magisterio —se ha explicado—, necesita la contribución de la ciencia exegética, y la ciencia exegética necesita la contribución de la teología y la Tradición, pues la Palabra no es un libro muerto, sino algo vivo.
La tercera y última parte recoge las propuestas 38 a 54, sobre La Palabra de Dios en la misión de la Iglesia. En ella se habla de la Palabra de Dios y el arte litúrgico, así como de la traducción y difusión de la Biblia. También se subraya la importancia de todos los medios de comunicación para la evangelización, y llama la atención frente a la lectura fundamentalista de la Biblia y el fenómeno de las sectas.
Otros temas del capítulo son el diálogo interreligioso, la promoción de peregrinaciones y del estudio de las Sagradas Escrituras en Tierra Santa, el diálogo con los judíos y con los musulmanes, y la relación entre Palabra y custodia de la creación.
Trabajo agotador
El gran descubrimiento, para quien ha vivido desde dentro esta Asamblea por primera vez, es constatar el tremendo trabajo al que se someten los participantes: sesiones maratonianas, de 9 de la mañana a 7 de la tarde, con sólo dos pausas, en las que se pueden escuchar 60 intervenciones en cinco idiomas.
El relator general de este Sínodo, el cardenal Marc Ouellet, arzobispo de Québec (Canadá), y el secretario especial, monseñor Laurent Monsengwo Pasinya, arzobispo de Kinshasa (República Democrática del Congo), no sólo se quedaron sin fin de semana, sino que, para redactar las proposiciones, pasaron una noche entera sin dormir. En la comida de despedida, el Papa confesaba: «Estoy un poco inquieto, porque me parece que hemos violado el derecho humano de algunos al descanso nocturno y también al descanso del domingo, porque son realmente derechos fundamentales. Debemos reflexionar sobre cómo mejorar en los próximos Sínodos esta situación».