Concluye la Gran Misión del Camino Neocatecumenal. «Hay consuelo, hay esperanza, y nosotros somos testigos» - Alfa y Omega

Concluye la Gran Misión del Camino Neocatecumenal. «Hay consuelo, hay esperanza, y nosotros somos testigos»

Miles de neocatecumenales romanos asistieron al encuentro con el Papa. Para ellos, fue el colofón a la Gran Misión que ha impulsado, durante los domingos de Pascua, el Camino Neocatecumenal, saliendo a diez mil plazas de 120 países para anunciar y testimoniar el amor de Jesucristo. Algunos de ellos cuentan su experiencia, desde Albi (Francia), Maracaibo (Venezuela) y Haití

Juan Ignacio Merino
Una niña del matrimonio de Ismael y Marta, durante la Gran Misión en Albi.

Durante cinco domingos de Pascua, en 120 naciones, los neocatecumenales de todo el mundo han salido a 10.000 plazas para evangelizar, llevando a cabo una Gran Misión con motivo del Año de la fe. Esta misión refleja la fuerte dimensión misionera del Camino Neocatecumenal, que, a través de su itinerario de formación católica, tiene siempre como horizonte llevar a los alejados el Evangelio. Lo hace a través de los Seminarios diocesanos misioneros Redemptoris Mater, las familias en misión, los catequistas itinerantes, célibes misioneros, o la misión ad gentes repartidos por todo el mundo.

Haití: esperanza en el desconsuelo

Uno de los 120 países donde se ha llevado a cabo la Gran Misión es Haití, concretamente en cuatro plazas de Puerto Príncipe, la capital. «Desde que se anunció la misión, los hermanos la acogieron con alegría y han estado saliendo todos los domingos cantando, bailando, anunciando…», comenta Agustín que, junto con su esposa Paloma y sus dos hijas, llevan como familia en misión en este país desde 2001.

La familia Ferrer López-Palacios pertenece al Camino Neocatecumenal en la parroquia de las Santas Juliana y Semproniana, de Barcelona, y hace doce años fueron enviados por Juan Pablo II a Haití, para hacer presente lo que es la familia cristiana. El terremoto que sacudió al país en enero de 2010, sin embargo, ha hecho que haya un mayor necesidad de anuncio. «Se nos metió a todos en el miedo y la tristeza», cuenta Agustín. Con la Gran Misión, «se ha abierto el cielo para Haití. En lugares donde sólo había muerte, dolor y miseria, se anuncia que Dios ama a este pueblo y que ha mandado a su Hijo, Jesucristo resucitado de la muerte, que nos trae la vida eterna, una vida nueva, que trae la alegría a un pueblo que, hasta ahora, vivía en la tristeza y en el desconsuelo. Hay consuelo, hay esperanza, y nosotros somos testigos y nos alegramos».

Tras las cinco catequesis, 17 personas han querido continuar realizando el itinerario de fe de la iniciación cristiana del Camino Neocatecumenal.

Venezuela: los borrachos también escuchan

En Venezuela son otro tipo de terremotos los que han sacudido el país: la inestabilidad política, económica y social. También allí se ha realizado esta iniciativa de evangelización en las plazas.

Alejandro y Maruja son los responsables del Camino en la parroquia de Padre Claret, de Maracaibo, una bella ciudad del Estado de Zulia (Venezuela), y hablan de una experiencia de esperanza y alegría. Esta parroquia maracucha realizó la misión en una plaza de gran confluencia comercial, dentro de una zona peligrosa. «Es un sector muy pobre, con altos índices de violencia y criminalidad. Proliferan bandas delictivas y de tráfico y consumo de droga y de alcohol», cuenta Alejandro.

Imagen de la Misión en Maracaibo.

Cerca de 70 miembros del Camino de esta parroquia de Maracaibo han salido cada domingo a una plaza donde pernoctan los borrachos, y cuentan que la mayoría de ellos les escuchaban, aunque no sin altercados. «Un hombre borracho y otro que consumía droga se echaron a reír a carcajadas cuando escucharon a una de las hermanas contar su experiencia», pero, «al final, se mostraron contentos y nos dijeron que nos esperaban el próximo domingo».

Para Alejandro y Maruja ha sido una experiencia de comunión y alegría. «Fue una gran alegría para los hermanos de las comunidades que nos sentimos en comunión con toda la Iglesia y verdaderamente bajo el amparo de la Virgen del Carmen, cuya imagen está colocada en la plaza», comentan.

Francia es también tierra de misión

Ismael y Marta son un matrimonio del Camino Neocatecumenal de la parroquia Santa Catalina de Siena, de Madrid, que con sus tres hijas se marcharon, hace un año, a Albi, una ciudad del sur de Francia, como familia para la misión ad gentes. Esta forma de evangelización consiste en que varias familias con un sacerdote forman una comunidad y viven en lugares descristianizados o paganos.

En esta bella e histórica ciudad francesa, también se puso en marcha la Gran Misión. El primer domingo, acudió un grupo de 60 jóvenes italianos del Camino que están unidos a la misión ad gentes de Albi por el rezo del Rosario diario delante del Santísimo. «Fue un día estupendo en que los jóvenes dieron su experiencia de haberse encontrado con Cristo a través de la Iglesia», dice Marta, que actualmente está embarazada de siete meses y permanece hospitalizada en Toulose, pues puede dar a luz a su cuarto hijo. A pesar de pequeñas persecuciones, de que les tiraran petardos y de la ignorancia de muchos que pasaban por la plaza, Marta cuenta que le impresionó que, en el cuarto día después de la catequesis, varias personas respondieron a la invitación de acercarse a confesarse, entre ellos «un mendigo que había estado con nosotros hablando». Para esta familia misionera, «la experiencia de la Gran Misión ha sido un gran acontecimiento, empezando porque todos los domingos de Pascua sustituíamos la siesta por ir a evangelizar, ya que empezábamos a las tres y media de la tarde. El fruto de todo esto, el Señor lo sabe. Sé que no ha pasado desapercibido, y menos en la ciudad donde estamos nosotros, que no supera los sesenta mil habitantes. Nosotros hemos sido siervos inútiles, instrumentos del Señor para dar gratis lo que gratis hemos recibido», concluye Marta.