Concluye la fase diocesana del padre Arrupe, «un apasionado por Jesucristo» - Alfa y Omega

Concluye la fase diocesana del padre Arrupe, «un apasionado por Jesucristo»

El jesuita Elías Royón, vicario para la Vida Consagrada de Madrid, subraya que quien fue prepósito de la Compañía de Jesús durante casi dos décadas «estuvo siempre abierto a la voluntad de Dios»

María Martínez López
El padre Arrupe con san Juan Pablo II en Roma en 1990
El padre Arrupe con san Juan Pablo II en Roma en 1990. Foto: ABC.

«Mucha acción de gracias al Señor». Es la primera impresión del padre Elías Royón, jesuita y vicario episcopal para la Vida Consagrada de la archidiócesis de Madrid, ante la noticia de que el 14 de noviembre se cerrará la fase diocesana de la Causa de canonización del padre Pedro Arrupe, prepósito general de la Compañía de Jesús entre 1965 y 1983.

«Fue un hombre apasionado por Jesucristo y muy evangelizador, un gran misionero» y muy versátil a la hora de encontrar modos de comunicar el Evangelio, en función de las distintas labores que llevó a cabo. Se trata de una cualidad importante «en un tiempo como este, en el que hay que anunciar a Jesucristo», subraya Royón. Asimismo, el vicario apunta que también «estuvo siempre abierto a la voluntad de Dios» y fue ejemplo de preguntarse continuamente «qué nos está queriendo decir Él en estos momentos difíciles de la Iglesia».

El acto se celebrará en Roma, pues es donde falleció el 5 de febrero de 1991. La ceremonia tendrá lugar a las 12:00 horas del 14 de noviembre —117 aniversario de su nacimiento— en el Aula de la Conciliación del Palacio Apostólico Lateranense y estará presidida por el vicario, el arzobispo Baldo Reina. Se pondrá así punto y final a la etapa diocesana, que comenzó el 5 de febrero de 2019. «El proceso ha sido muy largo no solamente por las muchas intervenciones sino también por la pandemia, que lo paró bastante».

Miles de cartas

Se abre ahora de forma oficial el camino para elaborar la llamada positio, un resumen de los testimonios recogidos y la elaboración de una biografía con las virtudes heroicas del siervo de Dios. El material que se elabore pasará después al Dicasterio para las Causas de los Santos, que nombrará un relator.

Con todo, «lo importante del procedimiento es lo que se ha hecho ahora: recopilar toda la información y que la comisión histórica se leyera todo lo que escribió». No es poca tarea, pues «en casi 20 años como superior general de la Compañía de Jesús escribió miles de carta». También se ha recogido información de todo el mundo; sobre todo de Japón, donde estuvo desde 1938 a 1965, y de Roma. En España «los miembros del tribunal estuvieron casi 15 días» recogiendo testimonios, una labor que se concentró en Madrid. Aunque había tenido que dejar España a comienzos de los años 30, «era conocido porque tenía muchos amigos y viajó mucho aquí».

En cualquier caso, Royón señala que a partir de ahora no habrá datos nuevos; solo se analizarán para discernir si se reconocen sus virtudes heroicas. «Y, por supuesto, esperar un milagro» por su intercesión, apostilla Royón. «Tenemos la confianza de que Dios pueda hacer una manifestación para que la Iglesia pueda públicamente declarar la santidad» de alguien que fue «un gran hombre para la Compañía de Jesús, para la Iglesia y para el mundo».

Vivió la bomba atómica

Arrupe nació en Bilbao, el 14 de noviembre de 1907. Completó sus estudios de medicina en Madrid, durante los cuales tomó la decisión de hacerse jesuita. Entró en el noviciado en 1927, y al final de su formación fue enviado a Japón como misionero. Convertido en maestro de novicios, se encontraba en Hiroshima cuando el 6 de agosto de 1945 cayó la bomba atómica sobre la ciudad. Para ayudar a la población, convirtió el noviciado en un hospital de campaña y, gracias a su formación médica, consiguió socorrer a muchos heridos.

En 1965 fue elegido superior general de la Compañía de Jesús, acompañando a la orden jesuita en el cambio que supuso el Concilio Vaticano II. Bajo su dirección, la Compañía reinterpretó su misión como servicio de la fe y promoción de la justicia. De manera especial se dedicó a los refugiados, pidiendo a toda la Sociedad que respondiera a este desafío. Es gracias a él que hoy el Servicio Jesuita a Refugiados trabaja en muchas partes del mundo. En 1981 sufrió un ataque al corazón que le provocó una parálisis y la pérdida del habla. Dejó el cargo y murió en 1991.