Concienciación y recursos reducen un poco los suicidios

Concienciación y recursos reducen un poco los suicidios

La Iglesia, sobre todo a través de sus instituciones dedicadas a la salud mental y el acompañamiento, forma parte del esfuerzo para aliviar esta lacra que se cobró 3.846 vidas en 2024

María Martínez López
Rodil en la furgoneta de la UMI, con la que atiende situaciones críticas
Rodil en la furgoneta de la UMI, con la que atiende situaciones críticas. Foto: Centro de Escucha San Camilo.

«En los últimos diez años hemos abordado cifras mucho mayores» de personas en riesgo de suicidio; «hasta diez veces más», estima Valentín Rodil. Su experiencia en la Unidad Móvil de Intervención (UMI) del Centro de Escucha San Camilo ratifica datos alarmantes que se vienen repitiendo en los últimos años; sobre todo en fechas como el 10 de septiembre, dedicado a su prevención.

Sin embargo, entre ellos hay uno ligeramente positivo: el descenso del 6,6 % de estas muertes en España en 2024, tras seis años en alza. Rafael Salom, de la Clínica Nuestra Señora de la Paz y el Centro de Ciempozuelos de la Orden Hospitalaria San Juan de Dios, matiza que esto no implica «que las cosas se están solucionando. Los datos son muy grandes»: 3.846 casos. Pero cree que van dando fruto la concienciación y el aumento de los recursos.

En este esfuerzo compartido, es importante la contribución de las entidades católicas. Por ejemplo, en Nuestra Señora de la Paz se atiende a personas que han sobrevivido a un intento de suicidio. «Yo recomiendo el ingreso» por el riesgo de reincidencia, asegura Salom. Al principio solo se vela por su seguridad y tratar de regular esa emoción intensa mediante el acompañamiento y, en casos muy graves, con fármacos, intentando evitar siempre la contención física.

En cifras
  • 18,9 % muertes de jóvenes (15 a 29 años) en la UE es por suicidio, más que por accidentes.
  • 30,85 % de suicidios en España en 2023 fueron de personas mayores de 65.
  • causa de muerte no natural en nuestro país.

Cuando se inicia la terapia, se trabaja desde la convicción de que «la persona no quiere morir, pero tiene un sufrimiento muy elevado sin recursos para hacerle frente». La meta es ofrecérselos partiendo de «qué es importante para ella». No se trata solo de brindar herramientas «emocionales o psicológicas», sino también recursos sociales para «crear una red de apoyo» fuera: parientes, terapias grupales, ocio… «Aquí no solo se cuenta con psicólogos o psiquiatras, sino con trabajadores sociales y con la parte espiritual, que es muy importante», subraya Salom. Por otro lado, si —como es habitual— las ideaciones o tentativas se relacionan con una enfermedad mental, es necesario abordarla.

La Iglesia acompaña asimismo a los allegados cuando el suicidio se consuma. «Vienen completamente destrozados y muy descolocados», explica Marisa Magaña, directora del Centro de Escucha San Camilo. Hablan de culpa, se preguntan si era evitable o cómo no se dieron cuenta. A veces, se sienten traicionados. «Lo primero es acoger ese desconcierto y sufrimiento de forma incondicional». Después, «provocamos su desahogo. Necesitan expresar lo que ha pasado». Esto incluye «la incomprensión y el aislamiento», que «se suman al propio dolor», ya que por el estigma «los demás no saben qué decir y evitan el tema».

Clínica Nuestra Señora de la Paz. Foto: SJD.

En cuanto a la culpa, «hay que trabajar mucho para que se den cuenta de que no son omnipotentes y de que si alguien decide dejarte fuera de su sufrimiento es muy complicado verlo». También «los ayudamos a comprender que si había una enfermedad mental, el suicidio es un síntoma». Eso permite abandonar la idea de que ese ser querido «voluntariamente ha querido dejar de vivir y entender que su libertad podía estar comprometida».

A esto se suma, ya desde la pastoral ordinaria, un acompañamiento esperanzador: «No se debe desesperar de la salvación eterna» de estas personas, afirma el catecismo; un gran cambio respecto al pasado, cuando no se las podía enterrar en suelo sagrado. Alberto López Recuero, delegado de Pastoral de Exequias de la archidiócesis de Madrid, subraya que «si un padre ve cómo su hijo se suicida y tiene un dolor tan grande, pero le sigue amando, Dios hará lo mismo».

Cómo actuar

Valentín Rodil, responsable de la Unidad Móvil de Intervención de San Camilo, explica que hay indicios directos e indirectos de que una persona se plantea el suicidio. Entre los últimos están «una tristeza distinta a la que tenía antes, que haga cosas que no hacía o deje de hacer las que hacía, que pierda interés en actividades y en la relación con amigos». Más directos son la repetición de conductas de riesgo, «beber demasiado» o «una relación llamativa con la comida o el sueño»; y, más específicamente, «hablar de forma explícita sobre la pérdida de sentido, que una situación se hace demasiado cuesta arriba y no sabe cómo salir» o ideas como «estoy cansado, no puedo más, no sé si puedo con esto».

En estos casos, Rodil subraya que las recomendaciones más recientes son «preguntar directamente si está pensando o ha pensado en quitarse la vida». Ante una respuesta afirmativa, se debe «empatizar con el problema, no con la solución». Esto implica evitar mensajes que quiten importancia, como «que está llamando la atención o que no vale la pena ponerse así por un problema». Por un lado, aconseja transmitir «que lamentamos que esté en una situación tan difícil, que debe de ser duro o estar muy desesperado». Y, en segundo lugar, «que estamos a su lado; pero de forma auténtica, con compromiso: “Vamos a intentar encontrar un camino”. Prometer estar, no una solución». Por último, asegura que «las razones dadas desde fuera para no hacerlo no funcionan, y se les puede dar la vuelta». Es mejor «explorar y fortalecer las que expresa él».