Con los indígenas, en las montañas de Filipinas - Alfa y Omega

Con los indígenas, en las montañas de Filipinas

María Martínez López
Ilustración: Asun Silva.

Cristina es Misionera de Cristo Jesús y lleva diez años en Filipinas. Su congregación está en la isla de Mindanao, al sur del país, y trabajan en las cárceles de dos ciudades, y en la provincia de Sultan Kudarat, donde son tres hermanas —entre ellas, Cristina— y tres colaboradores. Ayudan en la parroquia, que abarca un territorio muy grande, y también trabajan con los indígenas de Cotabato. Allí, «la mayoría de la población es musulmana, y los indígenas viven en zonas muy remotas» y montañosas. «Hasta el pueblo más alejado, tardo media hora en moto, y otra andando. Estos indígenas son un grupo minoritario, y están muy marginados».

Una de las principales labores de las que se ocupan es la educación. «No tenemos colegios, sino que les damos ayudas para que vayan a la escuela pública. Intentamos seleccionar a los niños para que, al menos, uno de cada familia pueda estudiar. También hemos empezado talleres de agricultura ecológica, para que aprendan y, a la vez, puedan alimentar a su familia». Al lado de su casa, tienen una residencia para que vivan los niños que, de otra forma, tardarían más de una hora de camino en llegar al colegio. Además, cada semana visitan a los demás niños de otras aldeas, para ver cómo les van los estudios. También organizan actividades, abiertas tanto a los que van al colegio como a los que no: clases de apoyo en tres pueblos cada dos sábados, y, de vez en cuando, actividades formativas y talleres en su casa.

Algunos de los mejores estudiantes, cuando terminan Secundaria, podrían conseguir un crédito para ir a la universidad. Sin embargo, no lo hacen para seguir con sus pequeños trabajos, de los que depende toda su familia. No sólo sus padres o hermanos, sino primos, abuelos… Es una pena, «pero también es bonito ver cómo cuidan esos lazos de una familia grande. Creen que toda posibilidad de mejora tiene que beneficiar a toda la comunidad»; si no, no la aceptan.

Una de las religiosas trabaja en la parroquia. El territorio es tan grande que los sacerdotes no llegan a todo. Esta misionera cuida de los catequistas, los cristianos de allí que se desplazan de un sitio a otro para preparar las celebraciones, ayudar a las comunidades, etc. Los catequistas «son gente muy humilde. Por el servicio que prestan a la parroquia, cada mes pierden unos cuatro o cinco días de trabajo; y esos días no tienen ingresos. Con uno de nuestros proyectos, les ayudamos a cubrir sus necesidades».

Cada tres años, Cristina viene a España a descansar, pero este año también va a continuar con su labor misionera aquí: «La diócesis de Navarra, de donde soy, me ha pedido que les ayude» a promocionar el Domund yendo a los colegios y las parroquias a hablar. «No puedo decirles que no, porque todos colaboramos en lo mismo».