Niños indígenas de Canadá: con la verdad «la reconciliación prevalecerá»
El acercamiento de los últimos años entre la Iglesia y las primeras naciones de Canadá será clave para superar juntos el descubrimiento de los restos de casi 1.000 niños indígenas en internados dirigidos por entidades católicas
«Queremos que el Papa pueda sentir el dolor que vive en nosotros». David Chartrand, católico y vicepresidente de la Unión Nacional de los Métis de Canadá, resumía así hace unos días sus expectativas sobre el encuentro con el Santo Padre en el que va a participar junto con otros líderes indígenas del país, del 17 al 20 de diciembre. Los acompañarán también supervivientes del sistema de internados, una de las sombras más oscuras de la colonización del país, que la sociedad y la Iglesia católica todavía tratan de exorcizar.
Desde el siglo XIX hasta 1996, unos 150.000 niños indígenas (el 30 % del total) fueron separados de sus padres y llevados a estos centros erigidos por el Gobierno, pero que en la mayoría de los casos gestionaban instituciones religiosas. Muchos sufrieron malos tratos y abusos. Y, según estimó en 2015 la Comisión para la Verdad y la Reconciliación, unos 3.200 murieron. En junio, el anuncio del descubrimiento de casi 1.000 tumbas sin identificar (215 en el internado de Kamloops —Columbia Británica— y 751 en el de Marieval —Saskatchewan—) ha generado una nueva oleada de indignación y diversas peticiones de que el Pontífice visite el país para disculparse.
Uno de los mensajes que ha lanzado la Iglesia estos días es que, incluso si no se hubieran dado los abusos y muertes, los internados nunca deberían haber existido. «El sistema implicaba separar a la fuerza a los niños de sus hogares y familias», explica a Alfa y Omega Eric Gurash, responsable de Comunicación de la archidiócesis de Regina, en cuyo territorio se encuentra Marieval. El propósito expreso era «eliminar activamente su cultura, lengua y espiritualidad», algo que está «en conflicto con la doctrina católica sobre la primacía del papel de los padres en la educación de sus hijos», así como con su enseñanza sobre «la inculturación del Evangelio y la relación con otros credos».
En Regina, aparte de Marieval para niños cowessess, había otros dos centros de este tipo, para los pueblos muscowequan y keeseekoose, y uno más en la reserva de la Cría de Búfalo Blanco, todos dirigidos por los Misioneros Oblatos de María Inmaculada. Estos pueblos ya han anunciado nuevas investigaciones, a las que la archidiócesis ha ofrecido su apoyo. Aportará «todos los documentos de los que dispongamos», asegura su portavoz. Son sobre todo de certificados de Bautismo, Confirmación, Matrimonio y defunción, estos últimos «con casi total certeza incompletos». Aunque al ser datos personales solo pueden entregarse a los afectados o sus descendientes, «encontraremos la forma de ofrecer» la información necesaria.
Conocimiento y amistad
Es el fruto de un largo proceso, que hace cuatro años cristalizó en la puesta en marcha de la Comisión Archidiocesana para la Verdad y la Reconciliación. Sus prioridades son el contacto con las primeras naciones y el reconocimiento de su lengua, cultura y espiritualidad; la formación sobre su historia y el trabajo común por la justicia. Esto se manifiesta en iniciativas como un curso de tres semanas para seminaristas o la promoción de que, en cada evento, se recuerde que este tiene lugar en el territorio de un pueblo o pueblos concretos.
También el obispo, Donald Bolen, ha ido cultivando estos años una relación cordial con el jefe cowessess, Cadmus Delorme, que hace dos años lo invitó a participar en un acto en el cementerio de Marieval. Junto a los otros cuatro obispos de Saskatchewan, Bolen se ha dirigido a él estos días para agradecerle y apoyar sus palabras sobre cómo «una vez la verdad se haya contado y aceptado» con espíritu de contrición y actos concretos de justicia y trabajo conjunto, «la reconciliación prevalecerá».
En un contexto de crispación, que ha llevado a actos de vandalismo contra diez iglesias y al incendio de otras ocho, para Gurash «es una lección de humildad y algo muy alentador escuchar el testimonio de paz y misericordia» de varios líderes de las primeras naciones, que han condenado estos ataques.