«Con la crisis en España, nos hemos olvidado del tercer mundo»
Manos Unidas convoca a un Trienio de Lucha contra el Hambre. Los dos ejes de la campaña son la ayuda al pequeño agricultor del tercer mundo y el fomento de un consumo responsable en España
«Podemos acabar con el hambre. Si cerca de 800 millones de personas en el mundo aún carecen de acceso a una alimentación suficiente no es por falta de alimentos». Este es el mensaje que la presidenta de Manos Unidas quiere que cale a fondo en la sociedad española. La asociación de la Iglesia española para la cooperación al desarrollo inicia esta semana un Trienio de Lucha contra el Hambre, que en una primera fase, el año 2016, lleva por lema Siembra. «Porque hace falta sembrar en los corazones de la gente, para hacerles ver que se puede y se debe acabar con el hambre», explica Soledad Suárez. «Y porque hay que sembrar también apoyando a la pequeña agricultura familiar, que es la que produce la mayoría de los alimentos en el planeta», pero está hoy amenazada por el avance de las grandes multinacionales y los tratados de libre comercio.
Con el pequeño agricultor
«Los datos son abrumadoramente favorables al modelo de la pequeña agricultura familiar y ecológica», afirma el coordinador del Departamento de Estudios y Documentación de la organización, Fidele Podga Dikam. «La agroindustria esquilma la tierra, no es sostenible. La mayor parte de su producción en el tercer mundo no se dirige al consumo humano, sino a los biocombustibles y al alimento para ganado», argumenta el experto. «Multinacionales como Monsanto, Baer, Basf… hacen de los alimentos una mercancía. Su objetivo es controlar todo el proceso de producción y distribución. Especulan con el grano en función de los precios, no les interesa acabar con el hambre… Primero se hacen con las tierras, a veces a través de contactos políticos oscuros, y después convierten a los antiguos propietarios en sus empleados. Casi se podría decir que esclavizan al agricultor», añade Podga.
«Los tratados de libre comercio a menudo provocan la ruina de los pequeños agricultores», denuncia Soledad Suárez. En el tratado firmado con EE. UU., Colombia se obliga a utilizar las semillas genéticamente modificadas producidas por una multinacional. Los campesinos colombianos tienen un magnífico arroz y suelen reservarse las mejores semillas para poder volver a sembrar, pero ahora la Policía les está obligando a tirarlas. Tenemos vídeos que muestran cómo detienen a los agricultores por negarse a hacerlo».
En países como Guatemala –cuenta la presidenta–, «en cada iglesia te encuentras una historia de un sacerdote que ha sido asesinado por defender a los pequeños agricultores y al que se le ha puesto un altarcito».
A falta de estudios concluyentes, las jerarquías eclesiásticas en América Latina no han entrado en debates como la posible toxicidad de los alimentos transgénicos, pero sí han denunciado consecuencias de tipo social de la agroindustria, como el desplazamiento masivo de poblaciones indígenas. Esa es la línea que adopta el Papa en la encíclica Laudato si. Más recientemente, el 10 de enero, Francisco escribió a una concejal de la provincia argentina de Córdoba para agradecerle su labor de resistencia frente a la instalación de una planta procesadora de maíz transgénico de la empresa Monsanto.
Freno al consumismo
Con gobiernos del PSOE o del PP, «España ha sido la gran defensora de las multinacionales de la agroindustria en Europa», asegura Fidele Podga Dikam. En lado positivo –apunta Soledad Suárez–, Manos Unidas tiene acuerdos con varias administraciones locales para sostener diversos proyectos de agricultura ecológica en el tercer mundo, y está el llamativo caso de los bombones Ferrero Rocher, que le compran el cacao a una de las contrapartes de la organización católica en Ecuador.
En la labor de concienciación que realiza Manos Unidas en España es importante fomentar el comercio justo, pero «es más urgente todavía hacer comprender que nuestro excesivo nivel de consumo tiene un impacto directo en el hambre y en la pobreza», asegura Podga. «Parece duro decirlo, pero es así. Si consumimos más y desperdiciamos alimentos, estamos potenciando la agroindustria, y esto afecta al medioambiente, a la contaminación de las tierras, a la subida del nivel del mar… Y en los países pobres no están preparados para hacer frente a estos efectos». «Por eso es importante frenar malos hábitos como el consumo excesivo de carne y evitar comprar más alimentos de los que realmente se van a comer».
La hoja de ruta –dice la presidenta de Manos Unidas– es la Laudato si, que aborda lo ecológico desde una óptica social. «Ahora lo que hace falta es aprender a ver al pobre que está en una aldea indígena de América Latina como a un hermano», afirma Suárez. «Tenemos que cambiar nuestro corazón». «Con la crisis en España, nos hemos olvidado del resto del mundo, y nos tendría que doler el chiquitín que se muere por culpa de la desnutrición crónica de hambre en África, en Guatemala o en la India».