Con la apertura del centro de ELA en el Zendal, el perfil de sus pacientes «será totalmente diferente»
Javier Martín, capellán del hospital, no sabe mucho de esta enfermedad, pero aprendió a acompañar el dolor durante el coronavirus
Javier Martín, uno de los capellanes del Hospital Enfermera Isabel Zendal, cuenta a Alfa y Omega que, tras la puesta en marcha a finales de abril del Centro Especializado de Atención Diurna para la Esclerosis Lateral Amiotrófica, el perfil de los fieles a los que atenderá «será totalmente diferente a los que estaban antes».
Martín comenzó a servir en este hospital en la periferia norte de Madrid cuando, debido a la pandemia de la COVID-19, se construyó a toda prisa en 2020 para albergar a los enfermos y, después, para dispensar vacunas. Pese a la dureza de aquella experiencia, considera el haber podido ayudar como «una bendición». «Allí lo aprendí todo; no solo a ponerme un traje EPI, también a prestar toda la atención a los enfermos. Tuvimos que aprender sobre la marcha», recuerda este sacerdote destinado a la parroquia San Antonio de las Cárcavas/Valdebebas, de en torno a 40.000 feligreses, la mayoría matrimonios.
Este sacerdote confiesa que «lo único que conozco de la ELA es por Jordi Sabaté Pons, un tío majísimo» y uno de los influencers que más han visibilizado su condición en España. Aun así espera no necesitar grandes conocimientos en medicina para poder asistir espiritualmente a los pacientes. Cuando supo de la apertura de un centro para esta enfermedad dentro del Zendal «estuve pensando en mandarle un mensaje por redes sociales y decirle: “¿Me das un consejo?”».
Martín coincide con el activista en que las personas con esta enfermedad «son un colectivo muy abandonado: no ha salido adelante la ley ELA y pasan de ellos olímpicamente». Pese a las dificultades, procurará dar todo lo que esté en su mano para atenderlos. «Con ayuda del Espíritu Santo, a ver qué tal lo hacemos», se encomienda.
Una familia en la pandemia
Sobre su servicio en este hospital durante lo peor de la pandemia, el capellán celebra que «gracias a Dios, muchos de los médicos eran gente católica, de parroquia, y su ayuda fue inestimable». Los define como «unos profesionales buenísimos que nos querían un montón a los curas»; hasta los considera «una familia».
Aquel servicio lo realizó junto a Miguel González. «Si teníamos tiempo, lo que más nos gustaba era ir a los dos juntos, sobre todo al principio». Después, «al restablecerse el curso era imposible porque había otras muchas actividades que atender».
De momento, las Misas de los sábados en el hospital las celebrará «el padre Alain, que es del Congo» y amigo de ambos. Pero ellos seguirán disponibles para «visitar enfermos, administrar el sacramento de la Unción, ofrecer confesión, dirección espiritual y acompañamiento».