Cómo velar sin morir en el intento
1er Domingo de Adviento / Mateo 24, 37-44
Evangelio: Mateo 24, 37-44
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Comentario
¿Estamos atentos en nuestras vidas para responder como deberíamos? ¿Vivimos sin percatarnos de lo importante, agobiados por lo urgente, sin prepararnos ante un posible diluvio? ¿Cómo ocupamos nuestro tiempo? ¿Cómo prevenirnos, ya que no sabemos la hora de la llegada del Señor? ¿En qué consiste esa llegada? Este texto nos puede hacer reflexionar y valorar lo que nos rodea y configura. ¿Cómo transcurre nuestro día a día? ¿Cómo podemos mejorar nuestra realidad? ¿Escuchamos lo que nos transmite la vida a través de personas, lecturas, experiencias, tropiezos, aciertos? Muchas veces consideramos pequeño lo que nos ocurre durante el transcurrir de la vida; y una vez lo perdemos, lamentamos no haberlo cuidado y disfrutado. Más de una vez hemos repetido aquello de «éramos felices y no lo sabíamos». ¿Qué expectativas tenemos y cuáles logramos con los años? Convendría repensar esto y rescatar de la sencillez de nuestros días lo importante: dar su peso a la familia, al descanso; a cuidar y saborear nuestra alimentación; a disfrutar nuestros paseos —más si los damos con amigos—; a escuchar una pieza musical; a vivir los acontecimientos como una fiesta para que nuestra vida tenga color, sentido, propósito, sabor. Todo ello nos ayuda a no estar tan agobiados y tristes ante las adversidades que aparecen en nuestro camino, muchas de ellas sin avisar.
¿Qué deberíamos hacer si supiéramos que un diluvio se acerca, si nos avisaran de que un ladrón se aproxima o un apagón está a la vuelta de la esquina? ¿Cómo estar en vela, sin exagerar ni morir en el intento? Muchas veces contamos con advertencias e instrucciones preventivas válidas: la ITV del coche o la que nos realizamos con chequeos médicos, por ejemplo. Pero hoy se nos invita a estar en vela, sin vivir una desconfianza permanente. Y eso es difícil.
¡Si supiésemos a qué hora va a venir el ladrón! Quien más, quien menos, hemos pasado por experiencias desagradables al sufrir algún robo en casa, en la calle o un medio de transporte y ello nos ha hecho ser más cuidadosos. Reflexionemos cómo reaccionar ante las dificultades, apostando por soluciones. Yo, que me dedico a la pastoral penitenciaria, sé que hay mejoras y recuperaciones en muchas ocasiones. Pero hemos de avanzar en estar atentos. También en el campo de la salud: cuidémonos, porque no sabemos cuándo nos puede llegar una enfermedad. Y si llega, estemos también preparados para afrontarla. Saber nombrar y reconocer, como nos enseña Francisco de Asís, al hermano sol un tiempo y a la hermana luna, en otro momento, es algo grande. También lo es poder ponernos en manos de Dios llamando a la hermana salud por su nombre y a la hermana muerte por el suyo, que algún día nos llegará. A todos. Estemos en vela sin temor, viviendo cada día como un regalo; sabiendo que, como le pasa al grano de trigo, tras la oscuridad llegarán la luz y los frutos. Bajo este prisma todo cobra otro sentido. Aprendamos a percatarnos de ello, a valorar la vida, a estar alerta, a cuidarnos. Y cuando nos llegue el fin, doloroso como humanos que somos, ir asumiéndolo y crecer con esta vivencia también. Que sepamos estar preparados para «la hora menos pensada», que todos compartiremos. Que recordemos a los que nos precedieron, los sintamos vivos en nosotros y sepamos disfrutar, dedicándoles también nuestros avances.
Una vez escuché una idea que me repito mucho: «Justo cuando encontré todas las respuestas, me cambiaron todas las preguntas». Dios nos sigue animando a continuar pensando, celebrando, cuestionando, respondiendo con Él. Nos sigue impulsando a construir con Él. ¿Estamos atentos para hacerlo, como Noé, con confianza y entrega?