Como un tatuaje en el brazo - Alfa y Omega

Jeries es maronita. Vive en Nazaret desde hace años. Durante una animada cena entre humus, pan de pita y salsas, alude al símbolo secreto con el que se reconocían los cristianos durante las persecuciones. Cruza el pulgar con el índice: un pez. Ichthys, cuyo acrónimo en griego significa Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador. Para que dos cristianos se reconocieran, lo hacían a escondidas con la mano o uno de ellos dibujaba un arco en el suelo y el otro completaba la figura.

Nunca pensé en hacerme un tatuaje. Ni siquiera me gustaban. Pero al paso por la Ciudad Vieja de Jerusalén, vacía de visitantes, hacemos una parada obligatoria. La familia Razzouk se estableció en Jerusalén hace más de 500 años, pero lleva en el negocio 1.300. Comenzaron a tatuar en Egipto, marcando a los coptos con una cruz en el antebrazo. Es la sexta vez que piso Tierra Santa, pero esta me llevo un recuerdo imborrable en la muñeca. Un pez, el símbolo del milagro, el del pescador de hombres, el que me identificará como cristiana, en secreto y a voces. Jeries me inspiró. El mar de Galilea y la necesidad de ser salvada de la tormenta lo constató. Encontrar a los Razzouk lo ratificó. Como un sello en el corazón, como un tatuaje en el brazo.