Cómo transmitir la fe ante la emergencia educativa
Familia, parroquia y escuela deben coordinar mejor sus esfuerzos para hacer frente al gran reto de la emergencia educativa, a la dificultad ambiental de transmitir la fe y valores sólidos a las nuevas generaciones. Ése es el objetivo que se plantea el nuevo documento de la Conferencia Episcopal Española (CEE) Orientaciones pastorales para la coordinación de la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de la fe
«En la mayor parte del mundo», se ha instalado un ambiente cultural relativista que dificulta la transmisión de fundamentos sólidos, sobre los que las nuevas generaciones puedan edificar su vida. Es lo que Benedicto XVI denominó emergencia educativa. En esta situación, «la fe de los creyentes se encuentra acosada y contrastada» desde numerosos frentes.
A este reto quiere hacer frente la Conferencia Episcopal Española, que, el lunes, hizo público, en su página web, el documento Orientaciones pastorales para la coordinación de la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de la fe. El texto, de la Comisión episcopal de Enseñanza y Catequesis, fue aprobado por la XCVII Asamblea Plenaria de la CEE, en febrero de 2011, y, en el pasado febrero, la Comisión Permanente del Episcopado le dio el visto bueno definitivo, una vez introducidas las enmiendas de los obispos.
En definitiva, «con el Papa Benedicto XVI», los obispos reflexionan sobre «cómo proponer a los más jóvenes y transmitir, de generación en generación, algo válido y cierto, reglas de vida, un auténtico sentido y objetivos convincentes», y qué respuestas dar a «las nuevas generaciones de hombres y mujeres», que se «preguntan por su identidad y su destino» y desean «fundamentar la vida con valores perennes». La respuesta pasa por la mejor coordinación de las instituciones tradicionalmente clave en la transmisión de la fe y la iniciación cristiana: familia, parroquia y escuela. El nuevo documento trata de «aunar esfuerzos, compartir experiencias y priorizar recursos» ante este reto.
¿Cómo hacer un creyente hoy?
Todos los bautizados tienen la «responsabilidad de comunicar activamente la fe» recibida. Pero «¿cómo hacer un creyente hoy?», se preguntan los obispos. «La respuesta no es en absoluto diáfana ni evidente», afirman. «La Iglesia tuvo, durante siglos de paganismo ambiental, un proceso de iniciación sólido, bien trabado y completo, que asumía a los candidatos a las puertas de la fe, los acompañaba a lo largo de varias etapas y los conducía a una fe adulta». La situación es ahora distinta. «La atmósfera que rodea hoy a nuestras generaciones infantiles y juveniles es muy propicia para engendrar una tupida indiferencia religiosa». Ante esta situación, «sólo una iniciación cristiana de muchos quilates puede asegurar, bajo la continua acción de la gracia, la emergencia de cristianos del siglo XXI».
Hay que partir de la premisa de que la fe es un don. «No se trata, pues, sólo de un traspaso o exportación de ideas o valores, normas o prácticas a los que los destinatarios serían ajenos. Se trata de ayudar a la persona a prestar atención» y acoger la presencia de Dios ante la que, de hecho, se encuentra. «Transmitir o comunicar la fe consiste, fundamentalmente, en ofrecer a otros nuestra ayuda, nuestra experiencia…, para que ellos, por sí mismos y desde su propia libertad, accedan a la fe movidos por la gracia de Dios. Transmitir la fe es, pues, preparar o ayudar a otros a creer, a encontrarse personalmente con Dios revelado en Jesucristo», que es quien «nos revela nuestra identidad y, con Su amistad, la vida crece y se realiza en plenitud».
Ante las dificultades, no vale «la resignación, el lamento, el repliegue o el miedo». La propia naturaleza del hombre juega a favor del Evangelio. «Estamos persuadidos –afirman los obispos– de que, a pesar de todo, y desde una sana antropología, los niños, adolescentes y jóvenes poseen un gran depósito de bondad, de verdad y de belleza que los antivalores» del ambiente dominante «no pueden ocultar ni destruir». En ellos, como decía el ahora Papa emérito, «se advierte una sed generalizada de certezas, de valores y de objetivos elevados que orienten la propia vida». Pero antes hay que apartar algunos obstáculos del camino. «A las nuevas generaciones se les debe ayudar a librarse de prejuicios generalizados y darse cuenta de que el modo cristiano de vivir es gozoso, realizable y razonable», sostiene el documento.
La familia
El papel insustituible de la familia en la transmisión de la fe, que comienza con el primer «despertar religioso de los hijos», se ve hoy cuestionado por diversos «cambios profundos» que afectan a esta institución, constata la CEE. «Los lazos y relaciones familiares han mejorado en espontaneidad y libertad, pero han perdido densidad, hondura y estabilidad». Y aunque «la familia sigue siendo un ámbito de referencia altamente reconocido y valorado por sus miembros», ya «no ejerce sobre ellos la influencia determinante de otros tiempos».
Algunos padres, «por respetar la libertad de sus hijos, creen que proponer la fe o invitar a ella a sus hijos contradice dicha libertad; otros padres consideran que la práctica religiosa y los hábitos morales son un camino fundamental para la comunicación de la fe, e incluso se esfuerzan en inculcarlos a sus hijos, pero pronto se ven perplejos y desbordados por el abandono de la práctica religiosa y la contestación de los principios morales cristianos que descubren en los más jóvenes; en otras familias se percibe el descuido de todo lo religioso, una escasa valoración práctica por el cultivo de la vida cristiana y, más en concreto, un debilitamiento de los vínculos de pertenencia a la Iglesia».
Pese a todo, los padres cristianos siguen transmitiendo la fe. Los obispos agradecen la labor de «tantos hombres y mujeres, padres y madres de familia que, solos o en matrimonio, se esfuerzan por vivir en coherencia con su fe en Jesucristo», y «se preocupan por comprender la fe» y «formarse adecuadamente» para educar cristianamente a sus hijos. La Iglesia debe «hacer el máximo esfuerzo» para «ayudar, servir y acompañar» a estas personas, pide el documento. «Es imprescindible y urgente facilitar a las familias materiales adecuados para la formación y educación de la fe en todas las edades», se dice en otro punto del texto.
La parroquia
También la catequesis en la parroquia se topa hoy con serios obstáculos. «La catequesis va mejorando» y un gran número de padres sigue solicitándola para sus hijos, pero a menudo sucede que «desean el rito sacramental principalmente por su relieve social. Este desajuste entre la propuesta de la Iglesia y el deseo de muchos candidatos constituye un serio problema pastoral». Además, hoy no puede darse por supuesto porque el niño haya recibido un primer anuncio en la familia.
Para una catequesis efectiva, es necesario capacitar bien a los catequistas, de modo que «puedan afrontar los desafíos que la cultura moderna presenta a la fe cristiana». Es muy importante también que la parroquia ofrezca una «liturgia viva, cuidada» adecuada a cada edad.
El documentos de la CEE se centra en niños y jóvenes, pero se menciona también la situación de muchos cristianos adultos que se plantean recuperar la vida cristiana perdida, y «se plantean con sinceridad cuestiones fundamentales en su vida buscando respuestas a sus dudas de fe, pero muchas veces no llegan a encontrar a quien dirigirse en busca de ayuda y apoyo, pues más allá de respuestas prefabricadas a cuestiones que nadie se plantea, necesitan de una acogida reposada y dialogante, servicial y desinteresada por parte de creyentes, laicos, religiosos o sacerdotes, que les orienten en su camino de fe».
La escuela católica
«La enseñanza de la Religión y la escuela católica» conforman el tercero de los pilares básicos para la transmisión de la fe. Su misión es «integrar la dimensión religiosa de la persona y, más en concreto en nuestra cultura, la tradición de la fe cristiana», se afirma en el documento de los obispos.
La emergencia educativa afecta a la escuela de forma muy directa. Se ha conseguido en España un gran avance en lo que respecta al acceso a la educación, pero a la vez «puede constatarse una pérdida de influencia de la escuela frente al peso de otras instancias en la transmisión de la cultura». Se ha pasado «de una concepción humanista», a una mentalidad tecnificista. «La educación no se concibe ya sólo, ni principalmente, como educación para el perfeccionamiento personal del individuo, sino, ante todo, como una preparación para la vida profesional». El resultado es una «crisis en la transmisión de valores y saberes, así como el empeño excesivo por unas metodologías donde prima el activismo». Y «a ello hay que unir el empeño por la deconstrucción de lo existente, que ha llegado a desechar todo valor que pudiera ser considerado como tradicional o antiguo. Así, el esfuerzo, la memoria, el sacrificio y, sobre todo, el sentido de la vida han sido eliminados de la educación escolar. En este contexto, la dimensión trascendente de la persona humana, elemento fundamental de la educación integral, resulta anacrónico, cuando no es excluido y combatido en el quehacer escolar. Como consecuencia, la enseñanza religiosa pasa a un segundo o tercer plano en el aprendizaje».
Para responder a estos desafíos culturales y que la escuela católica pueda cumplir su misión, debe partirse de una proyecto educativo que ponga «el Evangelio como centro y referente en la formación de la persona y para toda la propuesta cultural». Otra idea clave en el documento es la de comunión. Es fundamental que se reconozca efectivamente «la autoridad del obispo», que no sólo afecta «a la catequesis y a la vigilancia sobre la clase de Religión», sino también «a la salvaguarda de su identidad y organización, incluso cuando la escuela católica es promovida por institutos religiosos».
La asignatura de Religión
La asignatura de Religión se presenta como «síntesis orgánica y explicitada, de modo que entre en el diálogo con la cultura y las ciencias humanas, a fin de procurar al alumno una visión cristiana del hombre, de la Historia y del mundo, y abrirle desde ella a los problemas del sentido último de la vida».
En las últimas décadas, la Iglesia ha hecho un gran esfuerzo en España «por cuidar el derecho y deber de padres y alumnos católicos a la enseñanza religiosa en la escuela, así como en preparar a un profesorado capacitado y en elaborar los programas adecuados», pero se ha topado con «dificultades legislativas y administrativas», cuando no «la indiferencia e infravaloración por parte de padres y alumnos, y hasta el menosprecio que la enseñanza religiosa experimenta entre los conocimientos científicos y sociales». Los obispos presentan en el documento «algunos motivos que autorizan su presencia», como que «es necesaria para comprender la civilización europea», o que, «bien realizada, favorece la unidad interior del alumno creyente», ya que «le brinda motivos para vivir, le ofrece valores morales a los que adherirse y le indica caminos para orientar su comportamiento».
Más coordinación
El documento desemboca así finalmente en la necesidad de «articular un proyecto común de coordinación» entre familia, parroquia y escuela. Hace falta, entre otras cosas, «una relación frecuente de los padres con los catequistas y demás agentes de pastoral infantil». En particular, los obispos piden a las parroquias que se «invite, con cierta periodicidad, a encuentros y convivencias a los matrimonios y familias».
Además, para que la coordinación no quede sólo «en buenos deseos», el texto ofrece una serie de contenidos concretos a modo de itinerario marco, que «cada diócesis puede adaptar» a sus necesidades. El documento desciende a un nivel de gran detalle, como si se tratase de un manual para profesores.
En este sentido, se plantean las especificidades, necesidades, retos y oportunidades de cada tramo de edad. Por ejemplo, en lo que respecta a la infancia, se subraya la importancia de que, «al menos desde el punto de vista cuantitativo», tantas familias soliciten los sacramentos de iniciación cristiana para sus hijos y la clase de Religión. «Existen unos años, de seis a nueve aproximadamente, en los que se nos ofrece una mayor posibilidad de coordinación. Es el tiempo de catequesis de iniciación sacramental, en el que la parroquia hace un gran esfuerzo en la transmisión de la fe y en el cuidado del grupo de catequizandos; la enseñanza religiosa escolar informa sobre la síntesis de fe, presente en el currículo oficial; y la familia se esfuerza por completar la educación cristiana de los hijos». La situación exige «hacer un esfuerzo grande de coordinación» en esta etapa, y que «padres, catequistas y profesores programen celebraciones conjuntas con los niños, donde ellos puedan celebrar la comunión de fe y de vida con quienes están ayudándoles en su crecimiento y maduración».