Cómo perdonar a un terrorista
«Rezo a diario por los seres humanos que decidieron que los que viajábamos en aquel tren debíamos morir»; «un terrorista es una persona que ha equivocado su camino»; «hoy soy feliz porque he logrado perdonar a mis verdugos, salir adelante y volver a disfrutar de la vida»: lo dice Esther Sáez, víctima en los atentados del 11M en Madrid. Esposa y madre de dos hijos, Esther colabora hoy en una pastoral de jóvenes, da catequesis a niños y una vez por semana ayuda a ancianos enfermos de Alzheimer. La revista FVT, de la Fundación Víctimas del Terrorismo, la entrevistó a las pocas horas de los atentados de Bruselas
¿Cómo se perdona un atentado como el 11M?
Rezando a diario por los seres humanos que decidieron que los que viajábamos en aquel tren debíamos morir. Orando para que encuentren la paz que necesitan y pidan perdón. Un terrorista es una persona que ha equivocado su camino y puede y debe rectificar poniéndose al servicio de los demás.
¿No ha experimentado odio y rabia hacia los asesinos?
Jamás. La vida no es fácil para nadie: ni para nosotros, las víctimas, pero tampoco para los terroristas, cuyo entorno desconocemos y es el que les ha arrastrado por un camino erróneo. Nunca juzgo a las personas que hacen algo mal, juzgo el mal en sí mismo, porque bastante tengo con juzgarme a mí misma a diario.
¿Se sigue preguntando por qué yo?
Es una pregunta incorrecta. La formulación acertada es: ¿Por qué nosotros? Siempre tengo presente la pluralidad de mi situación. Somos muchos y estamos en el mismo barco; que la unión hace la fuerza no es un tópico vacío. He conocido víctimas que han vivido su situación hundidas en su individualidad creyendo que la solución al problema venía solamente del exterior, y se les hace muy difícil salir adelante. A todas las abrazo.
¿Cuál es entonces el camino a seguir?
Hay que viajar hasta el núcleo interior más profundo de uno. Las respuestas y soluciones están ahí. Es un error buscarlas fuera. Me siento afortunada porque fui capaz de enfrentarme a todos mis miedos y acepté mis secuelas físicas y psicológicas. Era evidente que mi vida nunca iba a ser igual que antes del atentado. Pero comprendí que ello no implicaba que fuese peor, sino distinta. Mi consejo es no caer nunca en la autocompasión. Soy feliz porque he logrado perdonar a mis verdugos, salir adelante y volver a disfrutar de la vida.
¿Qué papel ha desempeñado Dios en su recuperación?
Dios lo es todo. Estuvo a mi lado en la estación de El Pozo del Tío Raimundo el 11M, y en los momentos más críticos que viví en la REA noté todavía más su presencia. Nunca me abandonó.
¿Cómo lleva la compasión y pena de los demás por usted?
Es la única forma que tienen de empatizar y mostrar sus sentimientos. Siempre que puedo hablo con ellos para transmitirles que deben vivirlo de otra manera, viendo la botella medio llena: con satisfacción de ver que siempre se puede salir adelante de una situación tan traumática y complicada.
¿Qué recuerda de los días posteriores al atentado?
Sentirme orgullosísima de la reacción de la sociedad. Por los recortes de prensa que un vecino me había guardado, vi como la gente se había echado en masa a la calle para manifestarse. Recuerdo impresionarme con las colas de donantes de sangre y la desesperación colectiva de muchas personas que querían ayudar y no sabían cómo… Todo aquello me impactó.
¿Alguna decepción?
Ver que nuestros políticos no estuvieron a la altura. Su actuación fue vergonzosa. Cuando muchas de las víctimas nos debatíamos entre la vida y la muerte, ellos sólo demostraron interés en echarse la culpa unos a otros. Fue durísimo. Lo lógico habría sido que los partidos, en bloque, hubiesen llegado a un acuerdo para frenar en seco el proceso electoral, y juntos, echar el resto para llegar al fondo de este asunto. Sentí envidia sana al ver cómo se comportaron los políticos franceses tras los atentados de París… fue ejemplar.
¿Los políticos sólo se acuerdan de las víctimas cuando se acercan las elecciones?
No sé si diría tanto. Lo que sí te puedo decir es que los políticos que fueron al Hospital Gregorio Marañón tras el 11M solo entraron a hacerse la foto con los enfermos leves, los que apenas tenían rasguños. Ninguno fue a la REA (Reanimación), en aquellos momentos dantescos, donde estábamos las víctimas más graves. Sólo vinieron a visitarnos el cardenal Rouco Varela, que me dejó una Virgen de la Almudena y un rosario con el que rezo a diario desde hace 12 años y que siempre sostengo en la mano para dormir; y los entonces príncipes de Asturias, don Felipe y doña Letizia.
Hace apenas unas horas se ha producido un doble atentado en Bruselas…
Lo sé. He oído algo. Sufro una secuela llamada síndrome de estrés postraumático crónico, y tengo flashbacks en los que revivo con toda su crudeza el 11M. Ya he asumido esa condición, pero cuando padezco un ataque es inenarrable. En este sentido, el atentado de París me afectó muchísimo. Estuve fatal un mes. Perdí peso y tuve vómitos. Es inevitable. Ves imágenes que, desgraciadamente, te resultan familiares. Lo rememoras todo de nuevo, y sabes lo que sienten las víctimas y familiares. Estos sucesos te ponen a prueba: recobras conciencia de tu fragilidad, das un paso atrás y pierdes la estabilidad que tanto tiempo te ha costado ganar. Es por ello por lo que no creo que a día de hoy esté preparada para enfrentarme a lo que ha pasado en Bruselas. Pero lo estaré, y cuando lo esté, lo afrontaré.
Sito Escayola Ankli
Revista FVT