Como has sido fiel en lo poco, entra en el gozo de tu Señor - Alfa y Omega

Como has sido fiel en lo poco, entra en el gozo de tu Señor

Sábado de la 21ª semana de tiempo ordinario / Mateo 25, 14-30

Carlos Pérez Laporta
Parábola de los talentos. Iglesia de San Eduardo Mártir, en Corfe Castle, Dorset. Foto: Roman Hobler.

Evangelio: Mateo 25, 14-30

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus siervos y los dejó al cargo de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó.

El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos.

En cambio, el que recibió uno fue a hacer un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.

Al cabo de mucho tiempo viene el señor de aquellos siervos y se pone a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo:

“Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco”. Su señor le dijo:

“Bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”.

Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo:

“Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos”. Su señor le dijo:

“¡Bien, siervo bueno y fiel!; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”.

Se acercó también el que había recibido un talento y dijo:

“Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”.

El señor le respondió:

“Eres un siervo negligente y holgazán. ¿Con que sabias que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese siervo inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y rechinar de dientes”».

Comentario

«Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus siervos y los dejó al cargo de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó». El Señor nos deja al cargo de sus bienes, según nuestra capacidad. Es más, los bienes que deja crean la capacidad de cada cual: sin los talentos no podría ninguno hacer nada, y todo lo que pueden hacer es en proporción a lo que reciben. De ahí, que deje los talentos para que cada uno los haga crecer: «El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos». Ese crecimiento, proporcionado a los talentos recibidos, es nuestra capacidad. Pero la diferencia entre unos y otros no es negativa, porque lo que tiene valor es el conjunto de los bienes de Dios que acrecentamos entre todos: el que recibe cinco y suma cinco, los recibe y suma para todos; el que recibe y gana dos, acrecienta los bienes de todos en dos… Todos entran «en el gozo de su Señor», y reciben un cargo importante. La diferencia de talentos y bienes recibidos en la Iglesia no es un mal, sino que corre en beneficio de todos. El igualitarismo rígido es contrario a la creación, porque Dios crea diferenciando, y a la comunión, porque Dios une lo diferente.

«En cambio, el que recibió uno fue a hacer un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor». A ese, «el señor le respondió: “Eres un siervo negligente y holgazán. […] Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese siervo inútil echadlo fuera”». No debe olvidársenos que el Señor solo le reclama «al cabo de mucho tiempo», y la proporción que casi de manera automática habría producido en un banco. Es decir, que el Señor nos reclama con una gran paciencia y no una heroicidad. Sino sencillamente que produzcamos el bien que estamos llamados a dar en función de nuestros dones. Para nosotros, y para todo el pueblo de Dios.