Comienza un tira y afloja del Papa con sus médicos
Después de solo dos semanas de convalecencia de las ocho prescritas, Francisco se presentó en público por sorpresa el domingo. Esta semana ha retomado sus reuniones de trabajo
Francisco es un hombre de gestos y consideró que el Jubileo de los Enfermos era el marco más adecuado para abrir un nuevo capítulo de su convalecencia. Su idea no era solo que el mundo volviera a verle sino, como Papa, recibir y dar esperanza. Sin avisar ni siquiera a los organizadores, salió a la plaza al final de la Misa del pasado domingo y saludó con voz débil pero clara a unos 20.000 peregrinos. «Muchas gracias, buen domingo a todos», les dijo.
Como un enfermo más, atravesó la Puerta Santa de la basílica de San Pedro y se confesó para recibir la indulgencia. Luego, como Pontífice, bendijo a los peregrinos, estrechó manos y escuchó saludos y confidencias. Adelantó el sentido de su presencia en la homilía que había preparado para la ceremonia y que leyó el arzobispo Rino Fisichella, proprefecto de la sección para las cuestiones fundamentales de la evangelización en el mundo del Dicasterio para la Evangelización: «La enfermedad es una de las pruebas más difíciles y duras de la vida, en la que percibimos nuestra fragilidad. Pero Dios no nos deja solos».
Desde el miércoles o el jueves, el Papa ya estaba buscando un modo de participar en este Jubileo, para dar las gracias a sus médicos y acompañar a los enfermos. La Oficina de Prensa de la Santa Sede adelantó informalmente que Francisco intervendría en el ángelus del domingo con una «modalidad diferente». Los más optimistas pensaban que daría una bendición desde su capilla o que enviaría un breve vídeo con un saludo. Pero Francisco fue mucho más ambicioso y el buen tiempo de Roma hizo también su parte. Así, después de dos semanas de riguroso confinamiento, sin visitas ni reuniones, y dedicando casi cinco horas al día a ejercicios para recuperar la capacidad respiratoria y la agilidad motora, decidió que era el momento de volver a la plaza de San Pedro.
Poco después de las once de la mañana salió de Santa Marta en silla de ruedas y con las cánulas nasales para el oxígeno. Iba con su secretario Juan Cruz Villalón, que llevaba una botella de agua con una pajita por si el Papa necesitaba beber, y con su enfermero, Massimiliano Strappetti. Entraron en la basílica de San Pedro por una puerta lateral, se acercaron a un confesionario y Francisco se confesó y se detuvo a rezar.
De camino hacia la plaza, el Santo Padre notó dentro de la basílica a sor Francesca, una religiosa de clausura napolitana de 94 años. «Una vez recé a Dios para que lloviera, y llovió; hoy le he pedido encontrar al Papa, y me lo he encontrado», explicó al periodista Salvatore Cernuzio, de Vatican News. Sor Francesca tomó las manos del Pontífice, quien le preguntó su historia. «He dedicado mi vida a rezar por los sacerdotes y he ofrecido mi vida por el Papa», le confió.
Después, el Pontífice salió a la plaza de San Pedro. Habían pasado 56 días desde la última vez que estuvo en este lugar, el 9 de febrero. Entonces estaba tan débil que solo pudo leer unos párrafos de la homilía. «Me cuesta respirar», dijo entonces. Cinco días después tuvo que ser ingresado. Este domingo nadie había anunciado su llegada, y cuando los peregrinos vieron por las pantallas que salía por la puerta de la basílica, le recibieron con un fuerte aplauso. El Papa estaba sonriente y sereno y no le importaba que le vieran con las cánulas nasales. Y aunque a su enfermero no le entusiasmaba la idea, estrechaba las manos de las personas que encontraba a su paso. «Bete für mich», «reza por mí», dijo en alemán a una religiosa.
«Si hubiera sido por él, habría salido ya hace una semana», bromeaba en la televisión pública italiana el médico que le atendió en el Policlínico Gemelli, Andrea Alfieri. De hecho, solo han pasado dos de las ocho semanas de convalecencia que le prescribieron. «Ha dado esta sorpresa para demostrar no solo que ha regresado a su casa, a Santa Marta, sino que ha regresado con su pueblo, en medio de la gente», añadió. «Ya ha superado la fase peor de la pulmonía».
La Oficina de Prensa de la Santa Sede confirmó el pasado martes que se abre una nueva etapa, pues esta semana el Papa ha retomado sus reuniones rutinarias de trabajo con colaboradores cercanos. Ya el lunes estuvo con el cardenal Pietro Parolin.
El cardenal español Julián Herranz, que ha trabajado para seis pontífices en la Curia vaticana, prefiere resumir la situación de un modo poético. «Hay un refrán italiano que dice que “cuando el cuerpo está sano, el alma baila”. Pero en el caso del Papa yo diría que “cuando el alma baila, tira del cuerpo”. Es lo que me parece que le está pasando a Francisco, que encuentra fuerza en el afán por cumplir con fidelidad su misión».