Comienza el Año de la fe, año de la nueva evangelización. Tiempo de volver a construir - Alfa y Omega

Comienza el Año de la fe, año de la nueva evangelización. Tiempo de volver a construir

Hoy es uno de los días más importantes del pontificado de Benedicto XVI: el Papa inaugura, en el Vaticano, el Año de la fe, iniciativa con la que pretende movilizar a la Iglesia universal en su objetivo principal: la evangelización. Movilización general que se prolongará hasta el 24 de noviembre de 2013, fiesta de Jesucristo, Rey del Universo

Jesús Colina. Roma
Plano general del Aula sinodal, durante la primera sesión del Sínodo, en el Vaticano, el 8 de octubre.

Un día como hoy, hace cincuenta años, se inauguraba el Concilio Vaticano II, la asamblea de los obispos del mundo que imprimiría un sorprendente dinamismo a la Iglesia, que todavía hoy requiere ser asimilado y vivido. Otro día como hoy, hace 20 años, Juan Pablo II promulgaba el Catecismo de la Iglesia católica.

Ése es el contexto del Año de la fe, llamado a penetrar en el tejido de cada diócesis, parroquia y comunidad. Como pórtico de esta gran movilización, Benedicto XVI inauguró el domingo de Sínodo de los Obispos del mundo que, hasta el próximo 28 de octubre, se ocupa de La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Es posiblemente éste el Sínodo más esperado desde que Pablo VI reintrodujera esta cumbre episcopal, tras el Vaticano II. Se trata del decimotercer Sínodo de estas características celebrado en la Iglesia, que congrega a 262 Padres sinodales (en su inmensa mayoría, obispos), así como a 94 invitados (entre expertos y oyentes con derecho a voz pero no a voto).

La Iglesia existe para evangelizar

La expectativa es fácil de comprender. El Sínodo aborda una cuestión decisiva para el futuro de la Iglesia, que como subrayó el Papa en la homilía, pronunciada en la plaza de San Pedro, «existe para evangelizar». A nadie se le esconde la dificultad que se experimenta para anunciar el mensaje de salvación de la Iglesia en las sociedades consumistas contemporáneas. Tras cincuenta años del Concilio Vaticano II, queda claro que la evangelización no depende sólo del anuncio de Cristo a quienes no le conocen. Hoy, especialmente en Europa y en Occidente en general, se ha hecho indispensable una nueva evangelización, que como explicó el Papa en la apertura del Sínodo está «orientada principalmente a las personas que, aun estando bautizadas, se han alejado de la Iglesia, y viven sin tener en cuenta la práctica Cristiana».

Misa de Comienzo del Sínodo, en San Pedro del Vaticano, el día 7 de octubre.

En esa inauguración del Sínodo, el Santo Padre subrayó que evangelización no significa promover un programa ideológico. Evangelizar, indicó, significa «favorecer» entre las personas «un nuevo encuentro con el Señor, el único que llena de significado profundo y de paz nuestra existencia».

Nueva evangelización, aclaró, implica por tanto «favorecer el redescubrimiento de la fe, fuente de gracia que trae alegría y esperanza a la vida personal, familiar y social».

Evangelizar exige conversión

El obispo de Roma reconoció que uno de los grandes obstáculos de la nueva evangelización está constituido por el pecado o mal ejemplo de los hijos de la Iglesia. «Por tanto —advirtió—, no se puede hablar de la nueva evangelización sin una disposición sincera de conversión. Dejarse reconciliar con Dios y con el prójimo es la vía maestra de la nueva evangelización». E indicó: «Únicamente purificados, los cristianos podrán encontrar el legítimo orgullo de su dignidad de hijos de Dios, creados a su imagen y redimidos con la sangre preciosa de Jesucristo, y experimentar su alegría para compartirla con todos, con los de cerca y los de lejos».

Volver a Dios

Benedicto XVI había querido preparar la inauguración del Sínodo con el mismo gesto con el que había preparado Juan XXIII, hace cincuenta años, la apertura del Concilio Vaticano II: una peregrinación al santuario de Loreto, donde, según la tradición, se ha reconstruido la casa de la Virgen María con las piedras procedentes de Nazaret. Juan XXIII puso en manos de María los frutos de aquel Concilio, para que se convirtiera en un nuevo Cenáculo, como el que congregó a los apóstoles y primeros discípulos de Jesús. Ése es precisamente el tono que ha querido dar Benedicto XVI a este Sínodo de los Obispos. Allí, a los pies de María, Benedicto XVI subrayó lo que se está jugando en estos momentos la Iglesia. «En la crisis actual, que afecta no sólo a la economía sino a varios sectores de la sociedad —afirmó—, la Encarnación del Hijo de Dios nos dice lo importante que es el hombre para Dios y Dios para el hombre. Sin Dios, el hombre termina por hacer prevalecer su propio egoísmo sobre la solidaridad y el amor, las cosas materiales sobre los valores, el tener sobre el ser». Por tanto, «es necesario volver a Dios para que el hombre vuelva a ser hombre. Con Dios no desaparece el horizonte de la esperanza incluso en los momentos difíciles, de crisis: la Encarnación nos dice que nunca estamos solos, Dios ha entrado en nuestra humanidad y nos acompaña», aclaró el Papa en Loreto.

El lunes, en el comienzo de las sesiones de trabajo del Sínodo, el Papa dirigió una meditación a los Padres sinodales, una meditación espontánea sobre el sentido de la nueva evangelización. «La Iglesia no comienza con nuestro hacer, sino con el hacer y el hablar de Dios», explicó. «Los apóstoles no dijeron, después de algunas asambleas: ahora queremos crear una Iglesia y con la forma de una constituyente habrían elaborado una Constitución. No. Rezaron, y en oración esperaron, pues sabían que sólo Dios puede crear a su Iglesia, que Dios es el primer agente: si Dios no actúa, nuestras acciones sólo son nuestras y son insuficientes; sólo Dios puede testimoniar que es Él quien habla y que ha hablado». Por tanto, aclaró, «nueva evangelización es siempre cooperación con Dios, estar junto a Dios, se funda sobre la oración y sobre su presencia real».

Benedicto XVI reza delante de la Virgen de Loreto el 4 de octubre.

De la conversión, nace el testimonio, la profesión de fe, que —recordó el Papa— «lleva en sí el elemento del martirologio, el elemento del testimoniar ante instancias enemigas de la fe, testimoniar también en situaciones de Pasión y de peligro de muerte». Pero, «justamente, esto garantiza la credibilidad», porque «implica la disponibilidad a dar mi vida, a aceptar la Pasión…». Además, ese testimonio debe reflejarse en un nuevo estilo de vida. «Debe haber en nosotros una pasión que haga crecer la fe, que se transforme en el fuego de la caridad. El cristiano no debe ser tibio. La fe debe convertirse en nosotros en llama del amor: llama que realmente enciende mi ser, que se convierte en la gran pasión de mi ser y así enciende al prójimo. Ésta es la esencia de la evangelización».

Preparando una hoja de ruta

Las discusiones del Sínodo fueron lanzadas, el mismo lunes, con una amplia ponencia que recoge los diferentes puntos de la discusión, expuesta por el relator general, el cardenal Donald William Wuerl, arzobispo de Washington. Al abordar el fenómeno de la secularización, el relator dijo que «fue como si un tsunami» hubiera devastado el paisaje. Los católicos no estuvieron a la altura de ese gran reto cultural, porque su fe se había vuelto tibia, o porque ignoraban sus fundamentos.

Ahora, toca volver a construir. «La nueva evangelización —advirtió— comienza con cada uno de nosotros en el compromiso de renovar una vez más nuestra comprensión de la fe haciendo que sea, cada vez más, parte de nosotros, abrazando con energía y con alegría el mensaje evangélico y poniéndolo en práctica en la vida cotidiana, especialmente a través del testimonio».

Indulgencia plenaria en el Año de la fe

Desde hoy, y hassta el 24 de noviembre de 2013, el Papa ha concedido una indulgencia plenaria a quienes, durante el Año de la fe, cumplan determinadas condiciones.

La indulgencia no tiene nada que ver con la imagen que, con frecuencia, se ha dado de la misma en libros de Historia. La indulgencia plenaria no es comprar el cielo, gracias a alguna limosna, o gesto de mortificación. Tras haber confesado el pecado y recibir el perdón de Dios, la indulgencia implica para el fiel unirse a un movimiento interior de purificación, que es acompañado por actos concretos.

Según un Decreto firmado en nombre del Papa, el cardenal Manuel Monteiro de Castro, penitenciario mayor de la Penitenciaría Apostólica, durante el Año de la fe, los fieles «podrán conseguir la Indulgencia plenaria de la pena temporal por los propios pecados, impartida por la misericordia de Dios, aplicable en sufragio de las almas de los fieles difuntos, todos los fieles verdaderamente arrepentidos, debidamente confesados, que hayan comulgado sacramentalmente y que recen según las oraciones del Pontífice».

Para ello, y como gesto de purificación, los fieles recibirán la indulgencia «cada vez que participen, al menos, en tres momentos de predicación durante las Sagradas Misiones», que tendrán lugar durante el Año de la fe, «o, al menos, en tres lecciones sobre los actos del Concilio Vaticano II y sobre los artículos del Catecismo de la Iglesia en cualquier iglesia o lugar idóneo».

Los bautizados también podrán recibir la indulgencia «cada vez que visiten en peregrinación una basílica papal, una catacumba cristiana o un lugar sagrado designado por el obispo del lugar para el Año de la fe (por ejemplo, basílicas menores, santuarios marianos o de los apóstoles y Patronos) y participen en una ceremonia sacra o, al menos, se recojan en meditación y concluyan con el rezo del padrenuestro, la Profesión de fe en cualquier forma legítima, las invocaciones a la Virgen María y, según el caso, a los santos apóstoles o Patronos».

Será posible ganar la indulgencia cada vez que, en los días determinados por el obispo del lugar para el Año de la fe, los bautizados «participen en cualquier lugar sagrado en una solemne celebración eucarística, o en la Liturgia de las Horas, añadiendo la Profesión de fe en cualquier forma legítima».

Será también posible recibir la indulgencia quienes visiten durante el Año de la fe «el baptisterio o cualquier otro lugar donde recibieron el sacramento del Bautismo, si renuevan las promesas bautismales de cualquier forma legítima».

El documento concluye recordando que los fieles que, «por enfermedad o justa causa», no puedan salir de casa o del lugar donde se encuentren, podrán obtener la indulgencia plenaria si, «unidos con el espíritu y el pensamiento a los fieles presentes, particularmente cuando las palabras del Sumo Pontífice o de los obispos diocesanos se transmitan por radio o televisión, recen, allí donde se encuentren, el padrenuestro, la Profesión de fe en cualquier forma legítima y otras oraciones conformes a la finalidad del Año de la fe ofreciendo sus sufrimientos o los problemas de su vida».