Cobo en el traslado de los restos del padre Huidobro:«Hoy necesitamos profetas de reconciliación»
El jesuita reposa ya en su nuevo emplazamiento de la madrileña parroquia San Francisco de Borja. Hasta allí se podrán acercar los fieles con mayor facilidad para rezarle y encomendarse a él
El padre Fernando Huidobro reposa ya en su nuevo emplazamiento de la madrileña parroquia San Francisco de Borja. Situado en una de las arcadas del claustro, hasta allí se podrán acercar los fieles con mayor facilidad para rezarle y encomendarse a él. Este era precisamente el objetivo del cambio de lugar, desde el interior del templo donde se encontraba hasta ahora su mausoleo, pero también el de «visibilizar su vida». Así lo expresó el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, en el acto de traslado de los restos que tuvo lugar en la tarde de este viernes, 19 de julio. Día caluroso en Madrid, pero el cardenal Cobo invitaba a «vivir el calor de otra manera», con la «alegría del traslado de los restos de un hijo de la Iglesia con fama de santidad en el pueblo de Dios».
Acompañaban al arzobispo de Madrid el arzobispo castrense, José Antonio Aznárez; el obispo auxiliar de Madrid Juan Antonio Martínez Camino; el provincial de la Compañía de Jesús en España, Enric Puiggròs; el delegado episcopal paras las Causas de los Santos, Alberto Fernández; el vicario de Vida Consagrada, Elías Royón, SJ, el párroco de San Francisco de Borja, José María Rodríguez Olaizola, y autoridades militares.
Del padre Huidobro afirmó el provincial que fue una de esas personas que supo «entender los signos de los tiempos y comprometerse hasta las últimas consecuencias». Un hombre que interrumpió su formación religiosa y filosófica en Alemania para ofrecerse a su superior a ir a la guerra civil española «no para tomar las armas», como él mismo dijo, «sino para escuchar confesiones, consolar y robustecer los ánimos, servir a los heridos».
En su ánimo pensó que sería bueno acompañar a los republicanos, aunque finalmente fue enviado como capellán de la Legión. Murió en el frente de Madrid el 11 de abril de 1937, mientras atendía a un enfermo, a causa de las heridas provocadas por el impacto de un obús.
Hombres y mujeres que destruyan trincheras
No hacía distinción de personas el padre Huidobro, y esto lo destacó especialmente el cardenal Cobo. No miraba el bando; para él no eran un obstáculo las trincheras. Saltaba de uno a otro lado del frente para atender a los moribundos. Denunció los fusilamientos indiscriminados en ambos bandos, también en el de los sublevados, aun a riesgo de su proipia vida.
Fue, en palabras del arzobispo de Madrid, el buen pastor que da la vida por las ovejas, que no huye del peligro, para quien «también había otras ovejas, además de sus legionarios». Un ejemplo para la sociedad de hoy: «Este valor y este heroísmo son necesarios en tiempo de aparente paz; el padre Huidobro clamó por una reconciliación entre hermanos».
«Hoy necesitamos en los ambientes», apuntó, «también en los eclesiásticos, profetas de reconciliación, hombres y mujeres que destruyan trincheras». Personas «que sirvan a Cristo, que quiere reconciliarnos y ayudarnos a mirarnos a los ojos y no a la ideología», abundó.
Durante la solemne liturgia exequial, realizada con todos los honores, en presencia de legionarios, familiares del padre Huidobro, amigos de la Compañía de Jesús y fieles en general, el arzobispo también afirmó que «la grandeza del padre Huidobro nace del Evangelio, que quiso vivir sin ambigüedades». Recordó «la llamada de Jesús desde el Bautismo», que es «a construir un mundo de hermanos, hijos de un mismo Padre», y de cómo nos invita a perdonar hasta 70 veces siete.
Haciendo referencia a esa fama de santidad del padre Huidobro, que llevó a abrir su proceso de beatificación, afirmó que los santos «son el rostro más bello de la Iglesia y sus hijos más auténticos». «Al mirarlos contemplamos lo más bello del ser humano», señaló; ellos «siempre inspiran humanidad, humanizan la sociedad y las relaciones entre nosotros, porque viven y se han empapado del Evangelio, y por eso saben ser profundamente humanos». El cardebal Cobo resumió: «Cuando más humanos somos, más tocamos la imagen y la semejanza del Dios creador». «Mirar a los santos es mirar lo concreto de la vida», concluyó.
El bastón del padre Huidobro
Tras la celebración en el interior del templo, un grupo de legionarios trasladaron en procesión la urna con los restos del padre Huidobro a su nuevo emplazamiento. El mausoleo fue bendecido por el arzobispo de Madrid. «Concede a su siervo Fernando descansar aquí de sus fatigas», rezaba la liturgia. El momento fue acompañado por un emotivo homenaje al siervo de Dios y la entrega de la corona de laurel mientras se entonaba La muerte no es el final.
Presente en todo el acto estuvo Carlos, el único sobrino aún vivo del padre Huidobro. Hijo de uno de los ocho hermanos del capellán, Joaquín (el único que se casó), le entregó al párroco de San Francisco de Borja el bastón con el que el padre se ayudó después de ser herido, por primera vez, en el frente de Toledo. «Está astillado porque mi madre iba sacando trocitos para regalarlos a la gente», le contó, divertido.
Destacaba Carlos, ya finalizado el acto, que el padre Huidobro «era un mito en mi familia». Un hombre que siempre estuvo presente en su casa, «de fe y entrega absolutas y de un valor ilimitado». Si tiene que destacar algo es el hecho de que «pasara al bando republicano a buscar a los heridos y que tuviera el valor de escribir cartas al general Franco para que no se matara indiscriminadamente».
El padre Huidobro enseña, explicaba su sobrino, «una actitud de lo más conciliadora» para unos tiempos en los que «parece que todo el mundo vive en una situación de rencor hacia el otro». Y animaba a rezarle para pedirle «tener fe y mucha entrega a los demás».