Cobo en el Congreso Católicos y Vida Pública: «Busquemos caminos que permitan que las diferencias convivan sin romper la comunión»
El cardenal José Cobo pidió en la Misa de clausura del Congreso Católicos y Vida Pública, la mañana de este domingo 16 de noviembre, que «volvamos a lo que de verdad importa; pongamos el foco en lo esencial y busquemos caminos que unan, que permitan que las diferencias convivan sin romper la comunión»
En el día en el que la Iglesia celebra la IX Jornada Mundial de los Pobres, este domingo, 16 de noviembre, el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, presidió la Misa de clausura de la 27ª edición del Congreso Católicos y Vida Pública, organizado por la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) y la Fundación Universitaria San Pablo CEU con el tema Tú, esperanza.
Tras varios días de encuentro y reflexión sobre el papel de los católicos en la vida pública, el cardenal José Cobo dirigió una profunda reflexión centrada en la Palabra de Dios como guía esencial en tiempos marcados por la polarización y la incertidumbre.
Al comienzo de su homilía, el arzobispo destacó que, en medio de «tantas posverdades queremos ser gente que escucha la Palabra, cristianos de Palabra, no solo de palabras. Unas palabras que ponemos a la luz de Cristo y que Él nos devuelve a través del amor que viene de su corazón».
El arzobispo de Madrid subrayó que Jesús invita a cada creyente a preguntarse por el rumbo de su vida: «¿Qué cosas perduran y cuáles caen?». Recordó además que Jesús nos coloca ante «la hora de la verdad», donde «no valen ni piedras, ni lugares, ni seguridades».
En un mundo marcado por cambios profundos, advirtió contra la tentación de acomodarse «a modas o ideologías», porque «todo pasa, como pasó aquel templo. Solo mirando a Cristo Resucitado y su amor desarmado, al pie de la cruz, podemos actuar y reflexionar con la lucidez que da el espíritu».
Citando al Papa León XIV en la encíclica Dilexi te, se refirió a este tiempo como «la hora del amor», un periodo en el que Dios llama a sus hijos a ser instrumentos de una «paz desarmada».
No dejarse arrastrar por «relatos extremistas»
El arzobispo contrapuso la ansiedad de los discípulos en el Evangelio —que pedían señales visibles y urgentes— con la llamada de Jesús al discernimiento. «Distingue entre el alarmismo y la vigilancia evangélica», explicó. E invitó a no dejarse arrastrar por «voces estridentes, prisas o relatos extremistas»: «Se trata, en definitiva, de aprender a escuchar el Señor en la Palabra, en la historia, sin dejarse mover más que por el amor».
El cardenal José Cobo reconoció que la vida pública «parece tan agitada» y una espiral de polarización «que debemos revertir». Frente a ello, la Palabra de Dios «nos llama a que, en tiempos de tanto distracción y engaño, pongamos la mirada en Cristo y en la forma en la que Él llega».

«Volvamos a lo que de verdad importa, pongamos el foco en lo esencial y busquemos caminos que unan, que permitan que las diferencia convivan sin romper la comunión», remarcó el arzobispo de Madrid.
En este contexto, hizo una referencia especial a los pobres, protagonistas de la jornada que celebra la Iglesia: «Cuando estemos divididos, sirvamos juntos a los pobres». Señaló que los migrantes, refugiados y quienes viven en mayor vulnerabilidad son «los que la sociedad quiere convertir en nadie», pero en ellos Cristo mismo se manifiesta: «Tuve hambre y me disteis de comer».
Los relatos que fracturan la convivencia
El arzobispo advirtió contra quienes siembran miedo o construyen relatos que fracturan la convivencia. Frente a la normalización del odio, afirmó con fuerza: «El escándalo cristiano es la mansedumbre del amor. Nada es más radical que la compasión, la templanza, la tolerancia o la moderación».
E invitó a «escandalizar al mundo» con la fuerza transformadora de la amabilidad, y a trabajar en la vida pública desde la convicción de que el amor es la mayor radicalidad y la única revolución esencial.
En este año jubilar, animó a mantener la esperanza en la victoria de la justicia del amor: «El bien es más hondo que el mal, aunque a veces no consigamos verlo». Finalmente, exhortó a toda la comunidad a ser «el pueblo de la Palabra», caminar en la vida pública sin dejar que esa Palabra se utilice para el mal y trabajar con sosiego para que todos puedan compartir el pan —especialmente el pan de la Eucaristía— «sin más defensa que el amor».