Cinco formas de vivir unas vacaciones diferentes
Más allá de la clásica alternativa entre playa y montaña, hay otras maneras de pasar las vacaciones y llegar al inicio de curso «con el corazón esponjado»: desde hacer una experiencia vocacional hasta desgañitarse en un festival de alabanza, pasando por convivir con tu familia y con otras familias, restaurar una iglesia de pueblo o retirarse unos días a un claustro a rezar y descansar
Para disfrutar con alabanza y música junto a otros jóvenes
¿Es posible un encuentro en el que compartan espacio la adoración al Santísimo con conciertos? Desde la diócesis de Ávila organizan Life Giving Fest, un festival para jóvenes de 14 a 30 años que comienza este viernes y que, hasta el 24 de julio, ofrecerá momentos de alabanza, música, talleres y sobre todo unidad, ya que «los jóvenes, artistas y ponentes que participan son también de otras confesiones, no solo católicos», recalca el director del festival, Nicolás Ruiz. «Queremos desafiar a los jóvenes a que juntos también podemos predicar el Evangelio en un mundo tan secularizado». Con un formato itinerante, esta quinta edición tendrá lugar en el municipio abulense de Cebreros, y Ruiz, que además es el director de pastoral juvenil de la diócesis, señala que una de las peculiaridades es que los asistentes son acogidos en las casas de las familias del lugar, de forma que «aprendan de otras generaciones y de la sabiduría de la gente de los pueblos, siguiendo esa llamada a una nueva alianza intergeneracional, como pide el Papa». Este año el tema central del festival será la libertad; de cuerpo, mente y espíritu. Los participantes contarán con ponencias —entre las que estará la del presidente de la CEE, Luis Argüello—, talleres enfocados a temas artísticos y conciertos, entre los que destaca la presencia del artista Rubinsky RBK, uno de los raperos cristianos más famosos. Ruiz es contundente: «Queremos que el Evangelio se haga cultura y que haya una propuesta cultural para los jóvenes cristianos».
Para reparar iglesias en la España rural
Desde hace cuatro años, un grupo de voluntarios de la parroquia madrileña Nuestra Señora del Buen Suceso dedica parte de sus vacaciones a pintar paredes, barnizar bancos y restaurar imágenes de parroquias rurales. Es el proyecto Repara mi iglesia, inspirado en aquella voz que escuchó el joven Francisco de Asís cuando se puso a reconstruir la ermita de San Damián. «La verdad es que hacemos de todo: algo de albañilería, sanar humedades, quitar yeso, recuperar ornamentos avejentados, limpiar objetos metálicos de muchos años, tapizar reclinatorios…», explica el sacerdote Pedro Sabe, responsable del proyecto. «Siempre hay alguien que sabe un poco más de un tema y es el que se encarga de enseñar al resto. No hace falta ser un gran especialista de las reformas para ayudar», añade.
El primer año, el equipo aterrizó en una parroquia de Soria; el segundo fueron a un pueblo de la sierra de Madrid y luego a Chelva, en la provincia de Valencia, donde repiten este año. «Las mañanas las dedicamos al trabajo y las tardes a la oración y a la convivencia entre nosotros y con la gente del pueblo, que acaban muy contentos», cuenta.
«No solo reparas una iglesia, sino que también te reparas a ti misma», dice Begoña Rodríguez, «enganchada» desde el principio a este proyecto. «Para mí es una forma de renovar fuerzas haciendo un servicio y compartiendo la fe y la vida con personas muy variadas; es muy enriquecedor», abunda.
Para conocer desde dentro la vida en un monasterio
Cuando la toledana Helena García abrió YouTube y vio aquel vídeo se le removió algo por dentro. Era sor Marta, hermana benedictina del monasterio de Sahagún, en León, explicando la iniciativa en la que invitaban a jóvenes a pasar con ellas unos días para discernir si aquella era su vocación o no. Cuando Helena conoció la propuesta «ya me estaba planteando ir a un retiro» y eso le ayudó a dar el paso. «Me interesó y, aunque al principio me dio vergüenza escribirles, lo hice y me recibieron muy bien», relata para Alfa y Omega.
Ella es una de las seis jóvenes que realizó el año pasado estas «prácticas de monja», después de que las hermanas recibieran más de 60 correos de interesadas. «Este verano ya llevamos más de 700 solicitudes y en total vendrán más de 40 chicas», asegura sor Marta. «Se trata básicamente de vivir con nosotras durante cinco días y acompañarnos desde el primer rezo de la mañana hasta el último de la noche».
Durante su estancia, las jóvenes no solo participan en el trabajo diario y en los momentos de ocio de las monjas, también reciben formación para ahondar en el carisma benedictino. Sor Marta recuerda que esta pretende ser «una experiencia inmersiva» para «desmitificar y acercar nuestro estilo de vida», y que «es importante que las chicas tengan un contacto real con la vida monástica para poder discernir si es su vocación». Helena tiene claro lo que le ayudó a despejar esas dudas: «La oración. A las mujeres que se lo estén pensando les diría que no lo planeen tanto, que estar con ellas da paz y hace bien».
Para estar unidos después de un curso duro
Muchos miembros del Regnum Christi dedican la Semana Santa a evangelizar en familia zonas rurales. Como una extensión de esta actividad misionera surgió hace unos años la iniciativa Vacaciones en familia, a la que están invitadas también otras familias que quieran pasar unos días de descanso, diversión y formación. «Es como un campamento para padres e hijos, con su horario, la Misa todos los días, ratos de oración en común y una parte lúdica en la que hay yincanas, veladas en el monasterio al final del día, concursos de disfraces, juegos, baile… Lo bueno es que todas las actividades las hacemos conjuntamente padres e hijos», explica Inma Bordás, que con su marido Javi y sus cinco hijos está «encantada» con este modo de pasar el verano. También valora el hecho de que «todo está pensado para todos, pero siempre respetando el ritmo y la idiosincrasia de cada familia para adaptarse a sus necesidades. A lo mejor hay familias con bebés u otras con muchos hijos, pero el programa es lo suficientemente flexible para disfrutar sin agobios».
«Que los padres no vayan por un lado y los hijos por otro une mucho a todos», destaca, sobre todo después de un curso en el que es fácil que las familias se hayan visto desbordadas en algún momento y hayan pasado por ratos de desconexión. Al mismo tiempo, la semana de convivencia permite «hacer amistad con otras familias con las que tienes más afinidad», por lo que el resultado son unas vacaciones «bien aprovechadas, de las que sales con el corazón esponjado».
Para pasar unos días en una hospedería monástica
Javier Lastra es un psicólogo de Santander que cada año, cuando llega el mes de julio, hace la maleta y se sube al coche en dirección al monasterio benedictino de Leyre, en Navarra. «La primera vez vine solo de visita, pero vuelvo todos los veranos en torno a las fiestas de Santiago o San Benito para pasar diez días con los monjes», cuenta desde allí, donde está estos días. Lo hace anhelando «no tanto un tiempo de descanso como una oportunidad de embeberme del espíritu de los monjes». Por eso, subraya que sus estancias en la hospedería «no son unas vacaciones», sino «una mirada al interior, una parada espiritual ante la velocidad que llevamos y que nos imponen».
Entre sus muros, Javier sigue la misma vida litúrgica que los monjes, rezando con ellos el oficio desde las 6:00 horas hasta la noche. El resto del tiempo lo dedica a leer o a pasear por los alrededores, y en ocasiones disfruta de un rato de acompañamiento espiritual por alguno de los monjes, algo que vive «de manera muy natural».
Estar tan cerca de quienes han ofrecido su vida a Dios en el culto «te hace aprender mucho», por ejemplo «en la gratitud que muestran los monjes solo con sus gestos». De esta manera, «te vas empapando poco a poco de su forma de vivir», algo que luego nota Javier cuando atraviesa las puertas de Leyre por última vez hasta el año siguiente. «Lo que percibo es que vuelvo a casa con valores y estados de paz y sosiego interiores que se van asentando con el tiempo». También establece una comparación muy gráfica: «Llego como una gacela y salgo como una tortuga», porque «la serenidad y el remanso que se respiran aquí te permite descargar la mochila que se va llenando durante el año».