Sin-Yao es una niña china de la parroquia que se está preparando para la Primera Comunión. La trae su abuela china que no entiende nada de español. Ni siquiera sabe decir hola. La niña le traduce a su abuela todos los avisos de la catequesis. Su madre no está y su padre no sé si está, porque es todo un poco complicado en esa familia. El nombre de Sin-Yao significa estrellita que se mece en la cuna. Todos los nombres chinos tienen un significado.
Su estilo de vida es muy peculiar, porque se pasa todo el día en la tienda. Ella misma llama a su tienda el chino, como hacemos vulgarmente los españoles. La niña tiene una uña muy larga, y nos contó que es para desembalar las botellas de refresco que vienen plastificadas; se ve que es una de sus misiones en la tienda.
Una noche pasaba por allí cuando la vi en la puerta de su chino. Me llamó muy contenta. También salieron su abuela y el tío –el dueño–, y me saludaron exageradamente amables. Ya hacía tiempo que les había bendecido el local. Me obligaron a tomar un bote de Aquarius. Me sacaron una silla y, aunque intenté educadamente zafarme de ello, al final estaba yo a la puerta del chino sentado en una silla tomándome mi Aquarius. Los clientes que entraban me miraban asombrados. En fin, qué se le iba a hacer. Me lo tomé con humor. Su abuela me acompañaba y como no hay manera de entenderse con ella más que por gestos, la situación era un poco cómica.
Para ellos es muy importante la hospitalidad al sacerdote. Son gente muy buena, sacrificada y han sufrido mucho. Ellos han traído más compatriotas a la parroquia. Ahora me está ayudando un sacerdote chino que habla con frecuencia con la abuela y otras personas de la familia. Son una bendición.