China y la Santa Sede se siguen acercando - Alfa y Omega

China y la Santa Sede se siguen acercando

La participación en un congreso en Roma del obispo de Shanghái, presidente del Consejo de Obispos Chinos (no reconocido por el Vaticano) da alas a las relaciones con China poco antes de que se cumpla el plazo para renovar el acuerdo para nombrar pastores

Victoria Isabel Cardiel C.
El Papa abre el congreso sobre China en el que participó el obispo de Shanghái
El Papa abre el congreso sobre China en el que participó el obispo de Shanghái. Foto: Twitter Antonio Spadaro.

En el diálogo entre bastidores de la Santa Sede con Pekín, casi nada es lo que parece a primera vista. Pero la sola presencia del obispo de Shanghái, Joseph Shen Bin, en el congreso impulsado por el Vaticano el pasado martes con el título 100 años del Concilio Chino: entre la historia y el presente, tres días antes de la Jornada de Oración por la Iglesia en China —establecida por Benedicto XVI en 2007— y de la fiesta de la Virgen de Sheshan, deja poco margen para las interpretaciones. Sobre todo, porque Shen preside el Consejo de Obispos Chinos, una especie de conferencia episcopal controlada por el Partido Comunista y no reconocida por la Santa Sede. «Que haya podido alcanzar este puesto demuestra que goza de la confianza del Partido y del Estado chino», apunta la sinóloga Katharina Feith, del China Zentrum de Alemania.

Su alocución en la cita académica, precedida por un videomensaje del Pontífice «es en sí misma un reconocimiento significativo» del Vaticano, a pesar de que su nombramiento supuso en origen una afrenta para Francisco. En abril del año pasado, Shen fue trasladado de la diócesis de Haimen (Jiangsu) a Shanghái por las autoridades chinas sin su aprobación. Ese movimiento violó los términos del acuerdo provisional para el nombramiento de obispos rubricado por primera vez en 2018 y que debería renovarse de nuevo en octubre. El Papa asumió el desplante y, tres meses después, lo nombró oficialmente. Su predecesor, Thaddeus Ma Daqin, sigue bajo arresto domiciliario precisamente por abandonar las filas de la Asociación Patriótica. Una prueba más que demuestra la mano tendida del Vaticano. Por su parte, también «China parece considerar positivamente la iniciativa del Vaticano; de lo contrario no habría sido posible una participación de un chino de tan alto rango en la conferencia».

Durante su discurso, Shen no solo elogió los frutos del Concilio Chino. Ese encuentro centenario en la catedral de San Ignacio de Loyola de Shanghái acometió, por primera vez, una legislación canónica para regir la vida de la Iglesia en el gigante asiático y fue decisivo para que despegara un clero autóctono. También encomió los esfuerzos de la Iglesia china para permanecer «siempre fiel a su fe católica» y adaptarse, en paralelo, «al nuevo sistema político». «La política de libertad religiosa del Gobierno chino no tiene ningún interés en cambiar la fe católica, sino que solo espera que el clero y los fieles católicos defiendan los intereses del pueblo chino y se liberen del control de las potencias extranjeras», defendió. Asimismo, al nombrar a la todopoderosa Asociación Patriótica —que en la práctica controla con férrea vigilancia la vida eclesial— aseveró que la República Popular China nunca se ha opuesto a que los católicos chinos mantengan contactos religiosos con el Vaticano, pero estos solo se han permitido «con la condición de que no fueran en contra de los intereses del pueblo chino, no violaran la soberanía de China y de que el Vaticano cambiara su política de hostilidad hacia China». Un mensaje alto y claro por parte del país del Dragón que pone sobre la mesa la sinización de la Iglesia en China: la apuesta por la independencia y autogobierno de la Iglesia respecto a fuerzas externas, que en realidad se concreta por ejemplo en la exigencia de celebrar solo en lugares reconocidos oficialmente. La posición de la Santa Sede es que el acuerdo que permite al Papa nombrar obispos chinos es la única plataforma que garantiza los sacramentos a los católicos al otro lado de la Gran Muralla, por lo que parece más que probable que aceptarán esta condición para que sea renovado sin sobresaltos en septiembre.

Nuevos caminos

El Papa prefirió no detenerse ante las dificultades que viven los católicos bajo el brazo de hierro del régimen comunista de Xi Jing Pin, pero habló de forma general de los «tiempos de paciencia y de prueba» que han vivido. A la Iglesia radicada en China le pidió en este momento explorar con audacia «nuevos caminos y senderos abiertos» para anunciar y testimoniar el Evangelio en el presente. También puso en evidencia que «los católicos chinos, en comunión con el Obispo de Roma, caminan en el tiempo presente» y «contribuyen efectivamente a la armonía de la convivencia social» en China. «Quienes siguen a Jesús aman la paz y están junto a todos los que trabajan por la paz, en un tiempo en el que vemos actuar fuerzas inhumanas que parecen querer acelerar el fin del mundo», manifestó.

En todo caso, la brújula moral que guía el diálogo entre China y la Santa Sede la encarna el primer delegado apostólico de la Santa Sede, Celso Constantini, que desembarcó en China en 1922 y fue el promotor del Concilio Chino, el primero y el único en ese país. Su postura conciliadora, puente entre el confucionismo y Jesucristo, depositó «una gran confianza en el clero chino, antes casi relegado a una condición subalterna», asegura la profesora de la Università Cattolica del Sacro Cuore Elisa Giunipero, que también participó en el congreso junto al proprefecto del Dicasterio para la Evangelización (Sección para la Primera Evangelización y las Nuevas Iglesias Particulares), el cardenal Luis Antonio Tagle, y el secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin.

Hace 100 años la evangelización en Asia estaba lastrada por la influencia del protectorado francés en las misiones católicas, lo que hacía muy difícil para los chinos no identificar «catolicismo y colonización». Era necesario llevar a cabo una «desoccidentalización de la cultura religiosa», apunta la experta. Constantini visitaba a las autoridades chinas sin los representantes consulares europeos. Esa semilla «allanó el camino para la consagración de los primeros obispos de origen chino» en 1926. «Fue una clara expresión de la voluntad decidida de liberar a la Iglesia china de su tradicional dependencia de los eclesiásticos europeos», incide Giunipero. Un avance vibrante fundamental para el despegue del clero autóctono no solo de China sino de toda la región asiática, en un momento en el que la jerarquía eclesial de la zona estaba formada solo por «sacerdotes nacidos en países lejanos y llegados como misioneros». Han pasado 100 años, pero ese antecedente histórico está en el corazón del acuerdo para nombrar obispos que la Santa Sede firmó en 2018 con la República Popular China.

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