China anuncia avances en el respeto a los derechos humanos, pero los hechos no acompañan. Un año de angustias y esperanzas - Alfa y Omega

China anuncia avances en el respeto a los derechos humanos, pero los hechos no acompañan. Un año de angustias y esperanzas

Si el régimen chino aplicara las reformas del Código Penal que entraron en vigor el 1 de enero, varios obispos y sacerdotes, algunos en paradero desconocido desde hace varios años, tendrían que ser liberados. 2013 es un año de relevo en la cúpula del Partido Comunista, y será decisivo para valorar la voluntad real de los nuevos dirigentes de avanzar hacia la construcción de un Estado de Derecho. En particular, el Gobierno anuncia reformas en los campos de trabajo forzado, donde trabajan unos dos millones de chinos, en condiciones míseras

Jesús Colina. Roma
Católicos chinos rezan ante el belén, en la ciudad de Qingdao, la pasada Nochebuena.

Angustia y esperanza. Estos dos sentimientos contradictorios son los que vive en este momento la comunidad católica en China. Por una parte, el Gobierno parece decidido a reformar, en este año 2013, el sistema de los campos de trabajo forzado, en los que se encuentran recluidos multitud de obispos, sacerdotes y fieles por razones religiosas. Por otra, la prudencia se impone, y se replantea el dramático caso de varios obispos y decenas de sacerdotes, algunos de ellos sin libertad desde hace quince años, sin haber tenido ni siquiera el lujo de ser procesados judicialmente.

El sistema de reeducación a través del trabajo podría estar afectando, según fuentes no oficiales, hasta dos millones de personas, que trabajan entre doce y quince horas al día con un sueldo de miseria. Entre las víctimas, se encuentran cristianos, miembros del movimiento espiritual Falun Gong, y disidentes políticos. Según el China Daily, diario estatal, en 320 campos de trabajo se encuentran encerradas 500 mil personas, en su mayoría criminales del mundo de la droga.

Esperanza

La esperanza ha resurgido por dos motivos. El 1 de enero ha entrado en vigor una reforma del Código Penal que garantiza el ejercicio de algunos los derechos más elementales de todo acusado, como la asistencia inmediata de un abogado, la información a los familiares sobre el paradero de los detenidos, la prohibición de encarcelar a una persona durante más de seis meses sin acusaciones… Según Bernardo Cervellera, director de la agencia AsiaNews, especializada en la información sobre la Iglesia en ese continente, si se aplicaran estas nuevas normas, podrían quedar en libertad varios obispos, como es el caso de monseñor Santiago Su Zhimin, obispo de Baoding, de ochenta años, en manos de la policía desde hace quince años.

Esta noticia permitiría también recuperar la libertad a monseñor Cosme Shi Enxiang, de noventa años, obispo de Yixian, detenido sin proceso desde 2001.

Este sistema ha quitado años y años de libertad a otros muchos obispos, como es el caso de monseñor Juan Chen Shizhong, fallecido el 16 de diciembre pasado, a los 95 años de edad, encarcelado en varias ocasiones en campos de concentración, ejerciendo labores agrícolas. Algunas fuentes eclesiales consultadas recuerdan que estas nuevas normas no necesariamente son una garantía, pues las nuevas leyes no garantizan la independencia del poder judicial del Partido Comunista, que de este modo se mantiene como árbitro de toda regla. Por otra parte, el 7 de enero, el diario de Hong Kong South China Morning Post revelaba que el Secretario del Comité para Asuntos Políticos y Legales del Partido Comunista Chino, Meng Jianzhu, había anunciado, en una reunión privada de trabajo, el final de los campos de «reforma a través del trabajo» para este año 2013.

Angustia

Un artículo de la agencia oficial Xinhua confirmaba después que las autoridades están comprometidas en reformar el sistema, pero no daba más detalles. ¿Significa esto abolir? Para los analistas, la diferencia es grande y la respuesta no es clara. Maya Wang, investigadora del Human Rights Watch, aclara: «El anuncio es ciertamente un paso positivo, pero todavía estamos muy lejos de comprender lo que nos depara el futuro».

Los campos de reeducación a través del trabajo fueron creados por Mao Zedong en 1957 para reformar la mente de los antirrevolucionarios o conservadores. El replanteamiento de las autoridades responde a una oleada de críticas tanto en el exterior como incluso dentro de China continental. En agosto pasado, la madre de una muchacha que había sido violada fue recluida en un campo de concentración por haber presentado una petición a las autoridades. El hecho generó un escándalo público y suscitó una campaña de peticiones de abolición de este sistema en la opinión pública, e incluso entre diputados.

Hace pocos meses, en el Estado norteamericano de Oregón, apareció, dentro de un juguete Made in China, un mensaje escrito por un detenido en un campo de trabajos forzados. En un inglés muy pobre, el texto decía: «Señor, si usted compra este producto, por favor entregue esta carta a una organización mundial para los derechos humanos. Aquí le darán las gracias muchas personas que se encuentran bajo la persecución del Gobierno del Partido Comunista Chino y siempre se acordarán de usted. Este producto está confeccionado por la Unidad 8, departamento 2, del campo de trabajo Mashanjla, Shen Young, Liaoning, China. La gente aquí tiene que trabajar durante quince horas al día, sin descanso el sábado o el domingo, y sin vacaciones. De lo contrario, tendrán que sufrir torturas, castigos, duras amenazas, sin casi un sueldo (diez yuanes al mes)». Es decir, un euro y veinte céntimos al mes…