Los tiempos convulsos, de dificultad y oscuridad, no solo no suponen una novedad, sino que no son una rareza en la historia. En momentos así son más necesarios que nunca los liderazgos fuertes; pero, ojo, no cualquier tipo de liderazgo: a nadie se le esconde que hay liderazgos maquiavélicos y cínicos que conducen al más absoluto desastre. Lo que necesitamos son liderazgos éticos.
Podemos tener alguna dificultad a la hora de concretar qué significa liderar bien una comunidad, en definir qué es un liderazgo ético. Es conocida la distinción entre auctoritas y potestas. Podemos decir que un líder ético ha de tener competencia, aptitudes y voluntad de liderar; además de humildad, prudencia, coherencia y mucha perseverancia. Escucha activa, capacidad de entusiasmar, así como una cierta audacia y creatividad son también elementos necesarios. Estarán de acuerdo conmigo en que, por desgracia, no abundan esta clase de líderes.
Por eso, en la hora del fallecimiento de César Nombela quiero expresar públicamente mi reconocimiento a quien, a lo largo de toda su carrera profesional ha sabido ejercer un liderazgo ético de primer orden en la sociedad española: como catedrático de Microbiología, como gestor desde la presidencia del CSIC y el rectorado de la UIMP, como miembro del Comité de Bioética de España, como articulista y conferenciante infatigable. Nunca escondió su condición de católico y trató de vivirla con sencillez en su integridad. Alguien puede sorprenderse de que un científico de su talla pudiese ser al mismo tiempo un católico cabal, lo cual no es más que un patético prejuicio ideológico. Ciencia y religión son dos caminos para aproximarse a la bondad, a la verdad y a la belleza de la realidad.
La convicción que constituye el trasfondo sobre el que se han escrito estas líneas es que, con palabras de Hannah Arendt, «incluso en los tiempos más oscuros tenemos el derecho de esperar cierta iluminación, y que esta iluminación puede llegarnos menos de teorías y conceptos que de la luz incierta, titilante y a menudo débil que irradian algunos hombres y mujeres en sus vidas y obras». César Nombela perteneció a este reducido grupo. Nos toca ahora recoger el testigo, saber suscitar liderazgos de esta clase porque, ciertamente, España los precisa con urgencia. Que el Espíritu Santo nos anime para no quedarnos en el simple deseo.