Catequista veterana y modelo de inclusión
La pérdida de la visión no ha impedido a Teresa Rodríguez, laica de Sevilla, implicarse desde muy pronto en la transmisión de la fe a niños y jóvenes
Con el mes de octubre vuelve la catequesis, un paso fundamental en la iniciación cristiana de niños, jóvenes y adultos que no sería posible sin las 91.000 personas que dedican parte de su tiempo a esta labor. Son los catequistas. Como Teresa Rodríguez, una laica que lleva ya décadas transmitiendo la fe en distintas etapas y ciudades. Lo hizo y lo hace sin que la ceguera que sufre la limite. Cuando tenía 8 años y recién llegada con toda su familia, numerosa, a Bilbao, a donde se habían trasladado desde Sevilla por motivos de trabajo, contrajo una infección de oído. «Caí en manos de un otorrino buenísimo, pero que no era partidario de antibióticos, un pediatra que no sé qué le pasaba, y un neurólogo que se empeñó en que tenía un tumor. Se me atrofió el nervio óptico». Habla sin ningún tipo de rencor, más bien con naturalidad. «Estaba escrito», reconoce, sin darle más vueltas. Uno de los médicos que la trató después le dijo que había posibilidades de mantener la vista, pero al final la perdió. Lo aceptó. Siguió el ejemplo de su madre ante los reveses de la vida —perdió a dos de sus hijos— cuando decía que «Dios sabe más».
Lejos de distanciarse de la fe, cuando estudiaba COU en Sevilla recibió la invitación de un sacerdote para implicarse en la catequesis. Seguiría en Santander, en un nuevo traslado familiar: «Una madre quería organizar la catequesis en su casa para niños del barrio y para sus hijos. Los preparaba para la Primera Comunión. Era muy familiar». De vuelta a Sevilla continuó en un colegio, aunque el trabajo hizo que no pudiera seguir. Pero volvió: «Cuando dejé de trabajar, me planteé hacer algo útil y me acerqué a la parroquia de San Sebastián de Sevilla para preguntar si había algo que yo pudiera hacer». La catequesis era esa tarea, primero en la etapa de Comunión y ahora en Confirmación.
—¿Es difícil ser catequista ciega?
—Cuando los niños quieren preguntar algo tienden a levantar la mano, pero eso lo tengo salvado, porque en todos los grupos hay dos catequistas. A la hora de entrar y salir en el aula, uno de los niños viene para acompañarme y colocar las sillas. Al margen de esto, me da la sensación de que no les parece importante. Alguna vez sí me han preguntado cómo había perdido la vista. Me parece natural esa curiosidad y a mí no me molesta». Además de ser modelo como catequista y testigo de la fe para sus jóvenes, Teresa es ejemplo para los niños con discapacidad. Es una figura potente de inclusión en la Iglesia y en la sociedad. Recuerda el caso de una niña que tampoco tenía visión y que acabó en su grupo: «Le hizo mucha ilusión encontrarse conmigo, porque en el colegio se metían con ella y le hacían llorar».
Con visión o sin ella, Rodríguez tiene claro cuáles deben ser las prioridades de un catequista en la actualidad. La primera, que «los niños traten al Señor, que tengan relación con Él». Así, el resto, como enseñar la doctrina de la Iglesia, «es mucho más fácil». La segunda tiene que ver con la disposición del propio catequista: «Tiene que leer mucho y dar muchas vueltas a las cosas —ella tiene materiales adaptados para hacerlo— para que los niños entiendan el mensaje». La conversación con Alfa y Omega concluye con una invitación a que más gente se implique: «Es apasionante. Como siempre digo, si los apóstoles hubieran callado, ¿dónde estaríamos nosotros? La fe hay que transmitirla de generación en generación, de persona a persona. No hay nada hecho».
Precisamente, desde la Comisión de Evangelización, Catequesis y Catecumenado de la Conferencia Episcopal Española (CEE) vienen apostando en los últimos tiempos por la atención a las personas con discapacidad y su inclusión en las comunidades. Este mismo año se han publicado unas orientaciones para la acción evangelizadora, catequética y pastoral de la Iglesia con este colectivo. Además, se ha creado un grupo de trabajo formado por personas con diferentes tipos de discapacidad, física e intelectual. «Queremos marcar algunas líneas y conseguir que todas las diócesis tengan una delegación para atender a las personas con discapacidad», afirma Francisco Romero, secretario técnico de la citada comisión. Las líneas tienen que ver con la inclusión y con que estas personas puedan prestar también un servicio en la evangelización. Como Teresa Rodríguez. «No son pobrecitos a los que tenemos que atender; son como el resto», concluye Romero.
«Y tú, ¿has pensado en ser catequista?». Esta es la pregunta que lanza la nueva campaña de la Conferencia Episcopal Española (CEE) para reconocer la labor que desarrollan los catequistas y suscitar vocaciones a este ministerio. «Queremos plantear ese interrogante en todos los cristianos, presentar que Dios llama y que es una vocación», explica Francisco Romero, de la CEE. La realidad muestra que el colectivo de catequistas está muy envejecido —así lo hacen llegar a la CEE los responsables diocesanos— y hace falta una renovación, «una nueva generación de catequistas». Esto implica también un mayor esfuerzo en lo referente a la formación y, por este motivo, desde la Comisión de Evangelización, Catequesis y Catecumenado se ha lanzado una formación online sobre el Directorio de la Catequesis que se extenderá durante todo el curso y en la que se ofrecerán pautas y se tocarán temas como los medios de comunicación, las nuevas metodologías… Se hará más hincapié en la necesidad de que la catequesis no sea exclusivamente intelectual o doctrinal, sino que esté orientada a la experiencia de cada uno.