Catedrática de la Politécnica: «La gente no es más fría en la universidad pública»
Teresa Leo Mena reivindica que «la juventud tiene vocación de universalidad». Se reunió con el cardenal Cobo junto a más profesores
¿Es más difícil impulsar la pastoral universitaria en una universidad pública que en una privada con ideario explícitamente católico? ¿Son sus alumnos menos receptivos?
Que la gente sea más fría en las universidades públicas es un estereotipo. Yo creo que más bien depende de cada carrera. Y en las carreras técnicas la respuesta es muy buena. En la Escuela de Navales de la Politécnica, comparada con carreras más humanísticas en otros centros, el clima es mucho mejor. No entiendo a qué se debe, pero es así.
¿Hay movimiento normalmente en la capilla?
En Navales, la capilla y las actividades pastorales están teniendo una acogida muy buena. Hay Eucaristía tres veces a la semana y los miércoles tenemos adoración eucarística hasta las 12:30 horas. Entre los propios alumnos se organizan para no dejar solo al Santísimo. Y, como la capilla está en el recibidor y no está de adorno, durante todo el día entran estudiantes a saludar, rezar o estar un rato tranquilamente. También de Aeronáuticas. De hecho, en esa otra escuela tienen la asociación Nuestra Señora de Loreto, que es muy activa.
¿Por qué no tiene capilla propia la Escuela de Aeronáutica?
En su momento la dirección de entonces consideró que era una institución laica y no se podía dar preferencia a la religión católica. Al aula que era la capilla primero se le dio un doble uso, luego se utilizó como sala para conferencias reducidas y al final se terminó cerrando.
¿Qué actividades pastorales organizan en Navales?
Fernando del Castillo, [que es el delegado de Pastoral Universitaria de la archidiócesis de Madrid, N. d. R.] es nuestro capellán y hay un grupo con mucha inquietud. Los estudiantes hacen convivencias y marchas. Ahora, en mayo, acaban de organizar un rosario y una procesión en el día la Virgen de Fátima. Entre nosotros tenemos relación con los equipos directivos de otros centros y con el rectorado para participar, por ejemplo, en Volunfair, que es una feria de voluntariado en la que nos incluimos.
¿Y en qué se debe traslucir que usted forma parte de la pastoral?
Participo y ayudo en lo que puedo. Más bien disfruto de ella. Mi presencia es testimonial y todo el mundo sabe que entro y salgo de la capilla y soy creyente. No hago mucha más aportación que mi presencia y, si puedo, echar una mano.
Tuvo el martes de la semana pasada un encuentro, junto a otros profesores, con el cardenal José Cobo. ¿En qué consistió?
El cardenal tuvo una intervención y después hubo unas preguntas y un coloquio. Esta es la vez que más me ha gustado este encuentro, ya tengo algunos años y he ido a bastantes. Subíamos profesores de diferentes universidades públicas y privadas de tres en tres para plantearle una cuestión y él nos respondía en conjunto. Éramos profesores que tenemos relación entre nosotros y nos dijo algo que me pareció importante. Realmente la universidad tiene la misión principal de que seamos libres para pensar y expresarnos en esa búsqueda de la verdad que ahora está tan en entredicho. Si no es allí, ¿dónde?
¿Cómo recomendó llegar a la verdad si esta está tan en tela de juicio?
No se trata de imponer, eso lo manifestó con mucha claridad y es bastante valioso, sino de establecer siempre diálogo con los que no son como tú. Ni convencer ni obligar; poderte relacionar con otras personas. La universidad tiene esa característica especial. Y, si allí no se permite el libre pensamiento ni la libre expresión, ¿dónde se va a poder? Para mí es un planteamiento muy ambicioso, idealista y muy sugerente, pero va contracorriente.
Entonces, la universidad no es una mera academia.
En la universidad estás para aprender a pensar, a tener espíritu crítico y a no admitir recetas. En una academia te preparan con receta para un examen, pero no para saber razonar y pensar. Es un privilegio al que estamos renunciando por las presiones tan grandes de conseguir resultados a las que estamos sometidos. A veces, se ve la universidad como una inversión, como un negocio. Y, si el nivel de tus alumnos no es el que debe, te lleva a rebajar las expectativas.
¿Percibe eso en los más jóvenes?
Siempre hay alumnos que destacan y que son especiales. Pero la presión que hay en esta sociedad es que tengas tu trabajito, te ganes tu dinero y no te compliques la vida. Si te sirve para apretar un botón, el título vale.
Las aspiraciones de la juventud están muy reducidas; no porque ellos sean diferentes de cómo éramos, sino por la presión externa que se nos plantea. Esa también era una observación del cardenal: estamos perdiendo un potencial y quedándonos con un nivel muy bajo cuando la juventud tiene vocación de universalidad y aspiraciones. Solo es cuestión de despertarlas.
Usted hizo una pregunta al cardenal. ¿Qué le dijo y qué respondió él?
Con motivo del Jubileo de este año, dedicado a la esperanza, le pregunté cuál es la función propia del profesor católico en la universidad. ¿Qué nos está pidiendo? Insistía mucho en el diálogo en la comunidad, en no vivir a título individual tu fe y en transmitir la fe. La clave para poder comunicar es transmitir esperanza y él nos encargaba que fuéramos transmisores a nuestros alumnos en el entorno en que estábamos.