Cartas a la redacción - Alfa y Omega

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Un Doctor para la Iglesia del siglo XXI

Benedicto XVI, hombre humilde, sencillo, modesto, algo tímido pese a su gran fuerza espiritual y a la grandeza de su bondad y de su sabiduría, nos ha dado un bellísimo testimonio de su alma haciendo realidad lo que había predicado durante su pontificado, cuando dijo: «No busquemos nunca el poder, sino el servicio». Porque el servicio de Benedicto XVI ha sido inconmensurable. Ha cortado por lo sano graves vicios de algunos sacerdotes, ha fortalecido el diálogo ecuménico, ha puesto la base de las reformas en la Curia, ha denunciado el descontrol de una economía global deshumanizada por la falta de referencia a Dios. En este mundo desnortado, que se entrega a la autosuficiencia del hombre, el perjudicado es el propio hombre. Pero, sobre todo, ha enriquecido la vitalidad de la Iglesia. Y esa vitalidad es la fe, que nunca se opone a la razón. Es un gran intelectual, un gran teólogo, y un conocedor de la Iglesia de ayer y de hoy. Experto en el estudio de la Biblia y del Nuevo Testamento, de los Santos Padres, de los Doctores de la Iglesia. De hecho, muchos cristianos lo consideramos como un Doctor de la Iglesia que Cristo nos ha regalado en el siglo XXI. Confiamos que pueda seguir trasmitiéndonos todo lo que aún puede enseñarnos. Y que pueda darnos, de algún modo, esa encíclica que sabemos estaba preparando sobre la fe, como anunció monseñor Muller en Alfa y Omega hace dos semanas. Con el alma aún triste por la noticia, pienso en esa frase de su anuncio: Ahora confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, nuestro Señor Jesucristo. Este pensamiento me da serenidad. Estamos en manos de Cristo, Él es nuestro Pastor. Pero recemos por la Iglesia y por Joseph Ratzinger, todavía Benedicto XVI, humilde servidor de la viña del Señor.

Mercedes Gordon
Madrid

Gracias, Santo Padre

Al escuchar el anuncio del Papa de renunciar al ministerio apostólico petrino, experimenté sorpresa y hasta tristeza, porque, para todos, este Papa ha sido el de la palabra, la conciencia, y la razón; y sigue siendo una delicia escucharle y una auténtica escuela de enriquecimiento y de formación permanente. Es una gozada leerle y reflexionar sobre sus palabras y pensamientos. Teólogo y catequeta excepcional, que siempre ha hablado de su fe sencillamente, como parte de su vida, siempre desde la humildad, evitando llamar la atención, con un espíritu muy refinado e intenso. Estoy por asegurar que en el monasterio donde esté, en su interioridad, se dedicará a la oración y al estudio porque, aparte de ser un santo, es un intelectual profundo y nato, que es a lo que se ha dedicado toda su vida. Desde la clausura seguro que también se dedicará, con toda posibilidad, a custodiar, defender y difundir la fe católica, la fe de la Iglesia, con toda su sabiduría, con todas sus fuerzas, con toda su firmeza. Es un Papa que ha abierto las puertas del Año de la fe y ha dado un impulso decisivo a la nueva evangelización. Desde mi punto de vista, como católico, estoy muy orgulloso de que haya confirmado y sostenido mi fe; es un deber de justicia nuestro reconocimiento y agradecimiento por el tiempo que ha estado con nosotros, dándonos ejemplo, con su sabiduría y querer a Dios, sin dejar de ser el referente para los hermanos de esta tierra

Alberto Álvarez Pérez
Sevilla

El vergonzoso caso Morín

Es vergonzoso que la Justicia haya absuelto al abortista Morín. «Si el progresismo no es defender la vida, la más pequeña y menesterosa, contra la agresión social, y precisamente en la era de los anticonceptivos, ¿qué pinto yo aquí? Porque para estos progresistas que aún defienden a los indefensos y rechazan cualquier forma de violencia, esto es, siguen acatando los viejos principios, la náusea se produce igualmente ante una explosión atómica, una cámara de gas o un quirófano esterilizado»: no se puede expresar mejor que como lo hace el maestro Delibes, lo que sentimos una inmensa mayoría ante ese repugnante crimen, el aborto elevado a la categoría eufemística de interrupción del embarazo, siempre justificado por el falso progresismo de izquierdas, que se arroga en exclusividad la defensa de unos hipotéticos derechos de las mujeres.

José Fuentes Miranda
Badajoz

¡No maten la esperanza!

Aunque todos tendríamos que ser responsables de las parcelas de nuestra vida, nos hemos acostumbrado a que gestionen todo por nosotros: la política, la economía, la cultura, la educación de nuestros hijos… Por desgracia, hemos depositado en manos de unos cuantos desalmados (no hay más que ver todos los casos de corrupción, de ahora y de antes) nuestra vida, a cambio de la tranquilidad. La factura la estamos pagando con creces, porque el poder económico (cuya correa de transmisión son los políticos e instituciones) no sólo diseña nuestro paro, nuestra precariedad laboral, nuestras hipotecas…, sino también (y esto es lo más grave) nuestro estilo de vida: individualista, insolidario, competitivo, hedonista, desesperanzado. Así se ve, particularmente, en los más vulnerables: los niños. Muchos tienen que tomar ansiolíticos, centrados en su pequeño espacio virtual de televisión, ordenador, consola, etc., desprotegidos ante escenas de violencia, sexo, desautorización de los padres, vacío consumista, etc. La ingerencia totalitaria de la publicidad en nuestras vidas ha arrasado con lo más sagrado del ser humano, su conciencia, propiciando un trueque infinitamente desigual por el que nos han dado libertinaje por libertad, conformismo por paz, individualismo por solidaridad, vacío existencial por esperanza. Pero, sin esperanza, ¿qué queda?

Francisco Javier Ráez Ruiz
Úbeda (Jaén)