Cartas a la redacción - Alfa y Omega

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Ante el Año de la fe

Hace ahora un año que el Papa Benedicto XVI, en su Carta apostólica Porta fidei, nos invitó a recuperar el sentido de la fe con un «entusiasmo renovado del encuentro con Cristo». Nada más oportuno que esta invocación del entusiasmo personal, porque, sin él, ninguna de las virtudes teologales —fe, esperanza y caridad— son realmente posibles. De ahí que la profunda crisis de fe que vivimos se deba, principalmente, a una falta de entusiasmo y, en consecuencia, a no contar con un proyecto de vida que merezca la pena. Una fe viva se traduce en confianza esperanzada en nosotros mismos y en fidelidad comprometida con el interés general de la sociedad en la que nos ha tocado vivir.

Además, el don de la fe, aun siendo por definición gratuito como los demás dones del Espíritu Santo, requiere una disposición humilde de ánimo, ajena a la soberbia y a la confianza en sí mismo. Pero no por humilde la fe deja de requerir una respuesta enérgica y generosa al don de Dios que, de ordinario mediante el sacramento del Bautismo, enciende la luz en nuestra alma. Porque la fe, como el amor, se pone a prueba diariamente.

Claro J. Fernández-Carnicero
Madrid

Mi hija de 20 años, carmelita descalza en El Escorial

Soy madre de 5 hijos, actualmente entre 27 y 20 años de edad. Les escribo para contarles que mi hija pequeña, Paloma, estudiante de 2º curso de Historia en la Complutense, acaba de entrar en el convento de las carmelitas descalzas de El Escorial. Oyó la llamada de Dios durante la Semana Santa de este año y, aunque era consciente de cuál era su sitio, decidió esperar hasta septiembre para entrar, porque estaba previsto que, durante el verano, se casaran dos de sus hermanas.

Lo que me parece destacable de la historia de Paloma (dejando a un lado la grandísima llamada que Dios le ha hecho) es lo normal que ha sido su vida en estos meses en los que esperaba. Ha ido a las bodas de sus hermanas, y ha bailado, se ha divertido, ha cantado…, incluso se fue con su padre, como cada año, a Pamplona a correr los encierros de San Fermín, que le apasionan. Pero, cuando llegó al Carmelo y besó, desde dentro, la reja que la separa del mundo, suspiró y dijo «¡Por fin!». Me deja pasmada lo bueno que es Dios, y el sello de normalidad que tienen todas sus obras.

Laura Serrano
Madrid

Anti lo que sea

Cuando se acaban las ideas, la única que prospera es llevar la contraria a las de los demás. En estos últimos años, muchos de aquellos que se sentían dueños de las ideas originales y dominantes del pensamiento profundo han caído en el vacío de la nada. Una mirada a nuestro entorno social, desde la política a las artes, pone ante nuestra mirada que, en tanto que algunos tratan de crear, otros simplemente se manifiestan como anti lo que sea: anti-sistema, anti-Iglesia, anti-Papa, anti-Gobierno, anti-qué-se-yo… La cuestión es situarse al lado contrario, sin otra idea que la simpleza de estar en el lado opuesto de los demás.

Si es malo que exista tanto anti-todo en el momento presente, lo peor es que se cree la cultura permanente de la negación. Con tan semejante lastre, cualquier avance social se hace más duro, más costoso y, sobre todo, se llega más tarde a la meta. Por demás, cuando ese anti-todo se orienta a la negación de la esencia del hombre, la cosa preocupa más. Me refiero a la destrucción de todo lo que el hombre es: un ser vivo racional. Me refiero a lo físico: el aborto, la eutanasia…, y a lo racional: el pensamiento único, la negación de la fe…

Así pues, me alegro cada día más de poder estar en el Todo, que es: creer en Dios, pensar en libertad, manifestar públicamente mi fe y mis ideas, actuar en conciencia, servir a la sociedad, vivir y hacer que los demás también puedan vivir y pensar, incluidos los anti-todo, porque ellos también, aunque no lo crean, son hijos de Dios.

Javier Pery Paredes
Internet

Personas de usar y tirar

No, no te contratamos porque eres joven y no tienes experiencia laboral. No, no te contratamos porque eres mujer y no queremos asumir una baja por maternidad, si llega el caso. No, no te contratamos porque tienes una discapacidad del 33 % y necesitamos a alguien con plenas facultades para trabajar. No, no te contratamos porque estás casado, tienes familia e hijos y no querrás hacer horas extraordinarias porque dirás que tienes que atender a los tuyos. No, no te contratamos porque ya tienes 50 años, tu rendimiento no es el mismo que el de una persona más joven y no nos eres rentable. No, no te contratamos porque no queremos vernos en la obligación de darte días de asuntos personales para cuidar a tus padres ancianos.

Tristemente, todas estas excusas tienen mucha actualidad. Jóvenes, mujeres, discapacitados, gente casada, gente mayor, gente con familiares dependientes, etc., en definitiva, todos nosotros somos víctimas de un sistema que, alentado desde las escuelas de negocios y bajo la dirección de unos pocos que manejan los hilos para su beneficio personal, no tiene en cuenta ni la persona ni su dignidad, y sólo se interesa por aquello que los seres humanos podemos producir. Nos han convertido en máquinas. Nos han hecho esclavos modernos pero, al fin y al cabo, esclavos igualmente, con la inestimable colaboración de políticos de todo el mundo que han hecho leyes adecuadas para conducirnos a esta situación. Pero, ¿de qué le sirve al político y al gran empresario ganar el mundo entero si pierde su vida?

Pelayo Romay
Barcelona