Cartas a la redacción - Alfa y Omega

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La fe: luz de la vida

En medio de un ambiente generalizado de desorientación, e incluso de convulsión, una vez más la voz del Papa, con la sencillez y naturalidad que le caracterizan, ha resonado con fuerza por todos los rincones de la tierra. Ha proclamado un Año de la fe, que ya fue convocado el 11 de octubre de 2011 anterior, mediante la Carta apostólica Porta fidei, con la finalidad de que se lleve a efecto la transmisión de la fe cristiana y se produzca su redescubrimiento, invitando «a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo».

De entre las cuestiones que expone y plantea dicha Carta, hay dos que llaman la atención: la primera de ellas es que, si los cristianos siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común, es negada frecuentemente con preocupación exclusiva por las consecuencias sociales, culturales y políticas. La segunda se refiere a que la profesión de fe no es un hecho privado e interno del individuo, sino que implica testimonio y compromiso público.

Ambos razonamientos deben considerarse medulares dentro del contexto, pues el hombre de hoy está enredado en los asuntos de la vida hasta el punto de prescindir de la fe, o la tienen como algo interior de la persona, y de ahí que no la manifiesten al exterior para llevarla a quienes no la han encontrado todavía, o a los que la han apartado a un rincón de su privacidad. Estos dos supuestos negativos, al producir la más absoluta oscuridad, impiden contemplar la luz de Jesucristo que ilumina y orienta, hacia el bien y la verdad —en su continuo acontecer y devenir—, todas y cada una de las estructuras temporales.

José María López Ferrera
Madrid

Cuando se ama la vida…

Todos hemos de felicitarnos y dar todo nuestro apoyo al anuncio de la restricción de la Ley del aborto en el supuesto de embarazo por llevar en el seno a los seres que más merecen estar en esta vida. Mi hija María se fue el 16 de julio, a punto de cumplir los 16 años. Cuando llegó a nuestras vidas, fue difícil asumir que tenía Síndrome de Down, algo desconocido para nosotros y, desgraciadamente, con muy mala prensa para la mayoría del mundo.

Desde el primer momento, me volqué en su educación, y con ayuda de profesionales estupendos consiguió alcanzar todas las metas que se propuso, ya que tenía gran capacidad y ganas de aprender, aunque le costaba algo más que a los demás. Tuvo una vida plena, disfrutó de la gente, los amigos, la música, el deporte, la naturaleza…, y aprendió a convivir en este mundo, en ocasiones insolidario e incrédulo, demostrándonos a todos que amaba la vida.

En los casi dos años que ha durado su enfermedad, nos ha dado un auténtico ejemplo de madurez, sensatez y lucha. En pocos momentos se quejó del martirio de las continuas torturas con los pinchazos, los efectos secundarios de la quimioterapia, su caída de pelo, sus dolores… A ella le enseñamos muchas cosas que creíamos que debía de saber, pero ella nos mostró lo verdaderamente esencial en esta vida: la lucha por ser feliz y disfrutar de cada momento que nos da.

Su marcha me impulsa a seguir luchando para evitar que, a estas personas que vienen al mundo a enseñarnos lo esencial, les quitemos la oportunidad de poder nacer, crecer y ser felices.

Carmen Hurtado García
Málaga

Enhorabuena a los Bancos de Alimentos

Es una gran alegría el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia que han otorgado a la Federación Española de Bancos de Alimentos. Eso da fuerzas y ánimo a tanta gente voluntaria para seguir trabajando; a todas esas personas que, de una forma totalmente altruista y desinteresada, ocupan días y horas de su tiempo para trabajar por los otros.

Conozco a muchos personalmente —a jubilados que antes desempeñaban cargos importantes en empresas (ingenieros, químicos, economistas, etc.)— que están en el Banco de Alimentos de Madrid semanalmente, para lograr, en una época tan delicada, que tanta gente que no tiene nada pueda comer todos los días. Enhorabuena a los Bancos de Alimentos.

Ángeles Aguirre Martínez-Falero
Madrid

Orar por los sacerdotes, para un fecundo Año de la fe

Como amigos íntimos de Jesús, debemos regar nuestro interior con la Palabra de Dios, para que nuestra fe crezca, se desarrolle, camine y abra puertas a la esperanza. El agua de nuestro Bautismo, que vive en nuestro corazón, es recordatorio para este Año de la fe, esa fe que actúa por el amor, la única que podrá cambiarnos para ser verdaderos apóstoles de Cristo.

Él debe estar en el centro de nuestro corazón, de nuestro pensamiento, de nuestra pobre vida, y así, como dice Benedicto XVI, «ponernos en camino para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos hacia Aquel que nos da la vida en plenitud». Alimentémonos de la Eucaristía, de la Palabra de Dios, y así los demás verán que creemos plenamente en la Obra de Dios. Ése es el único camino para llegar a la salvación.

Las que seamos madres y padrinos espirituales de los sacerdotes, oremos por ellos con fuerza, para que este Año de la fe sea fecundo, y se transformen en otros Cristos en la tierra, y den testimonio fuerte y digno, despojados de toda materia humana, revestidos de humildad, pobreza y silencio interior, que sólo se adquiere en adoración ante el Santísimo Sacramento. Que sepan, como la Virgen María, desprenderse de sí mismos para conducirnos a la Única Verdad.

Concha Puig Eyre
Madrid