Carmen, una mujer del Concilio Vaticano II
«Sin ella el Camino no existiría, ella nos ha traído la riqueza del Concilio». De este modo, y con tono emocionado, Kiko Argüello intervenía en el funeral corpore insepulto de Carmen Hernández en la catedral de la Almudena de Madrid el 21 de julio
Carmen murió a los 85 años de edad el 19 de julio. Soriana nacida en el año 30, ya durante su infancia en Tudela planeó escaparse para ser misionera en la India. Su llamada misionera y de entrega a la Iglesia se perfilaba a la manera de la Santa de Ávila, incluso en su carácter libre y duro. Una personalidad forjada en la radicalidad del Evangelio, en definitiva, como todas las mujeres amigas fuertes de Dios.
En esta búsqueda por responder a la llamada irrevocable del Señor, Carmen intuye que su vocación es formar parte de un instituto religioso, estudia Teología, además de Químicas, y se relaciona con diversos padres conciliares y teólogos como el padre Pedro Farnés, Dom Botte o L. Bouyer… Gracias a este bagaje, cuando conoció a Kiko Argüello en las chabolas de Palomeras donde se germinaba una pequeña comunidad entre los más pobres y sufrientes, «nos puso en bandeja la renovación del Concilio Vaticano II», indicó el padre Mario Pezzi durante el funeral, el pasado jueves, al hablar de la «coiniciadora del Camino». En este término también se refirió a ella el Papa Francisco en el mensaje que envió para el funeral, en el que destacó «su amor a Jesús» y su «gran entusiasmo misionero».
La renovación del Concilio está basada en tres constituciones, resaltó Pezzi: «Palabra, liturgia e Iglesia, que serán inspiradores del trípode que sostiene el Camino Neocatecumenal».
Impulsora de la vigilia pascual
El conocimiento de Carmen sobre el Concilio era impresionante, no solo su visión eclesiológica sino también sus raíces, ya que peregrinó durante meses por Tierra Santa estudiando el mundo judío y escrutando la Palabra de Dios a la luz de la exégesis de los padres de la Iglesia, que no deja de ser, en sí, la exégesis cristiana de siempre. Y en el centro, el misterio pascual. Fue la impulsora de celebrar la vigilia pascual durante toda la noche como indican los documentos conciliares, devolviéndole su lugar en la vida cristiana, como reconoció el Papa Francisco en una carta dirigida a varios obispos de Santo Domingo.
Monseñor Osoro destacó en la homilía del funeral que Carmen vivió «con un gran amor a la Iglesia su papel en la redacción del estatuto del Camino aprobado por la Santa Sede, la defensa de la mujer y su lugar en la Iglesia, su sincero amor al Sucesor de Pedro».
Esa formación eclesiológica contribuyó a que el Camino no se convirtiera en una asociación laical, sino en una herramienta nacida del Concilio, en un itinerario de formación católica para las parroquias a la manera de un catecumenado posbautismal.