Carles Marigó: «Uso la inteligencia artificial como expansión de mi creatividad»
Cuando este músico terminó sus estudios en el prestigioso Conservatorio Estatal de Moscú P. I. Chaikovski, se dio cuenta de que algo le quemaba en su interior. Dentro de que siempre había bebido de la música clásica más pura, «algo me pedía hacer cosas diferentes». Fue entonces cuando puso en marcha proyectos tan rompedores como Inner Voice, en el que interactúa en el escenario con una inteligencia artificial (IA) en tiempo real.
Mucha gente afirma que la IA le quita esencia a la música y a las artes en general. Sin embargo, usted se sirve de ella en sus conciertos.
La IA se acercó a mi mundo en 2022 por un encargo. Desde entonces, empecé a explorar este camino y hoy en día la uso como una expansión de mi creatividad para llegar a sitios a los que no llegaría yo: generando interacción con la electrónica o creando proyecciones visuales en directo relacionadas con mi música. La utilizo como herramienta para que el público se sienta inmerso en los espectáculos y en todo lo que ocurre en ellos.
¿Cómo la usa concretamente?
En Inner Voice, el proyecto que presentaré en el Palau de la Música el 18 de mayo, somos dos personas. Yo pongo la mente del compositor y Álex Tentor, que también es músico y un buen amigo, se encarga de la programación de la IA. En ese concierto, la gente va a percibir el uso de la IA, pero aplicado a proyecciones visuales que potencien elementos como el color de lo que está sonando. Incluso habrá una pieza en la que el público colabore en la creación de la música, participando activamente para generar sonido. Además, en el espectáculo lo creamos todo nosotros desde cero: el código, la base, el sonido, la alimentación, los datos… para que sea mucho más personal.
¿Cómo influye esta tecnología en su proceso creativo?
Igual que hacemos con ChatGPT, en la música hay programas que te pueden crear melodías y armonías. De todo eso, el humano elige lo que le gusta y acaba creando una pieza, que al final es un collage de lo que ya hizo la IA. Yo vengo de la música clásica, pero reivindico la improvisación como una fuente de inspiración y de interacción en directo. Por eso, quise usar la IA como una herramienta que me permitiera dialogar con ella en tiempo real. Digamos que aparté la idea de componer y me acerqué a la idea de interactuar.
Como músico, ¿qué le aporta esa interacción?
No aporta más que tocar con una persona, obviamente. Lo más interesante es que entrenamos esta tecnología en mi lenguaje y en mi manera de improvisar. Durante meses trabajamos con el software que Álex ha creado y lo alimentamos para que, cuando improvise conmigo, entienda qué estoy haciendo. Al final es educar una especie de reflejo de ti mismo, de alter ego electrónico.
Imagino que nota la diferencia entre tocar con una persona y con la IA.
Absolutamente. Una persona, como tú y como yo, lleva toda la vida cultivando la imaginación de manera paralela con otros sitios y en otros espacios. Pero la máquina, al trabajarla desde cero, se ha educado conmigo. Es muy diferente porque estás trabajando con una herramienta que, aunque parezca que es una copia de ti, acaba sorprendiéndote con ciertos giros y armonías que no conocías.
¿Qué retos cree que afronta el panorama musical con esta tecnología sobre la mesa?
El reto a corto plazo es resolver temas de normativas, de derechos de autor, de que todo el mundo pueda acceder a la IA o de que, en un futuro, no sea mayoritariamente de pago. También creo que puede ayudar a que la gente descubra su vocación creativa, que todos tenemos. No quiere decir que todo el mundo se pueda dedicar profesionalmente a esto; pero que las personas tengan la capacidad de que, si quieren, puedan expresarse artísticamente. En este sentido, creo que la IA va a hacer que gente que quizás no haya accedido a una educación musical, pero tengan ganas de acercarse a este arte, pueda hacerlo.