Cardenal Peter Okpaleke: «Renuncié para no ser un obstáculo al Espíritu Santo»
Desde su nombramiento en 2012 hasta su renuncia en 2018 no pudo tomar posesión como obispo de Ahiara (Nigeria) por el rechazo de parte de la Iglesia local. Desde 2020, es el primer obispo de la nueva diócesis de Ekwulobia.
Usted y sus hermanos fueron criados en buena medida por su abuela. ¿Cómo influyó en su vida?
La distancia de mi casa a la suya no era mucha, así que íbamos de una a otra con frecuencia. Esta experiencia de comunidad grande y profundamente religiosa se me pegó. La Misa era una rutina diaria y mi tía organizaba a los niños del barrio para el rosario cada noche.
Después del rechazo que sufrió en Ahiara, uno se pregunta por el papel que todavía juega el tribalismo en la Iglesia en África.
Analizarlo desde ese punto de vista oscurece más que ilumina, porque presenta la cuestión como una prueba del excepcionalismo de África. Pero lo mismo sucede bajo diferentes formas en distintas partes del mundo. Yo pertenezco a la misma tribu que ese querido pueblo y hablamos la misma lengua, el igbo, sin muchas diferencias dialectales. Los que rechazaron el nombramiento fueron una minoría muy ruidosa.
¿Por qué?
Se presentó como una forma de dominación de mi zona, a 60 kilómetros, sobre la suya. Alegaban que había un gran complot y presentaban lo que ocurría de forma que pareciera que lo corroboraba. En el corazón de esta crisis estaba la comprensión del ministerio episcopal no como ejercicio del poder del amor que se dona, sino como dominación. Ocurre en todas partes. Cuando se percibe una escasez —de recursos, de poder— la gente tiende a caer en estrechos signos de identidad, movilizando los prejuicios. Así se alimentan los conflictos.
210,3 millones
Islam, 53,5 %; cristianismo, 45,9 %, y otros 0,6%
1.900 euros
¿A qué se dedicó los seis años en los que casi fue un obispo sin diócesis?
[Ríe] ¡Como si un obispo sin diócesis a su cargo estuviera en paro! Me ocupaba con la pastoral en Awka, mi diócesis de origen. No tener responsabilidades administrativas me dejó mucho tiempo para rezar, estudiar, reflexionar y descansar. Fueron años llenos de gracia.
¿Por qué al final renunció en 2018?
Nunca había soñado con ser obispo. No tenía un interés particular ni en el episcopado ni en la sede de Ahiara. Después de cinco años, me quedó claro que quizá ya se había cumplido el propósito de Dios para mí y para la buena gente de Ahiara. Quizá quería utilizarme para sacar a la luz una tensión latente para que todos pudieran redoblar los esfuerzos y afinar el mensaje de salvación para afrontarlos. Sentí que debía renunciar para no ser un obstáculo para que el Espíritu Santo siguiera actuando.
Desde el norte y centro de Nigeria llegan noticias preocupantes. ¿Cómo es la situación en el sudeste?
Aunque Boko Haram aún no opera abiertamente, hay un sentimiento de incertidumbre que, junto con hechos históricos, alimenta la agitación separatista. Es como si se hubiera perdido la fe en la capacidad de la nación de dar seguridad y sentido de pertenencia a sus ciudadanos. En las últimas elecciones los jóvenes intentaron recuperar su país. El resultado muestra que la vieja guardia no caerá sin luchar. Se han puesto muchas esperanzas en que el poder judicial sea imparcial y rápido [al juzgar los recursos presentados]. Hay mucha incertidumbre y mucha ira agitándose bajo la superficie. Les invito a rezar por Nigeria.
Como cardenal, ¿qué puede aportar al gobierno de la Iglesia desde el contexto nigeriano?
En mi experiencia en Nigeria destaca la vitalidad de la fe.
¿Qué buscará cuando llegue el momento de elegir a un nuevo Papa?
Si por gracia de Dios estoy en el cónclave, buscaré y pediré que todos estemos abiertos al influjo del Espíritu Santo.