Cardenal Osoro ante Jesús de Medinaceli: «Quien adora a Dios, ama al prójimo con todas las consecuencias» - Alfa y Omega

Cardenal Osoro ante Jesús de Medinaceli: «Quien adora a Dios, ama al prójimo con todas las consecuencias»

Vuelven las largas colas a las puertas para venerar al Cautivo, que de nuevo baja de su camarín para acercarse a su pueblo

Begoña Aragoneses
Foto: Archimadrid / Luis Millán.

Vuelven los pies del Señor de Madrid a recibir el calor de los fieles. Vuelve la basílica de Medinaceli a abrir sus puertas desde la madrugada de este primer viernes, 4 de marzo. Vuelve a celebrarse un primer viernes de marzo en viernes de Cuaresma. Vuelven las largas colas a las puertas para venerar al Cautivo, que de nuevo baja de su camarín para acercarse a su pueblo. La pandemia da un respiro y se van recuperando tradiciones.

«Nosotros somos de contacto, y llevamos dos años sin tocarlo», decía Miguel Ángel Izquierdo, vicehermano mayor de la Archicofradía de Medinaceli hace unos días. Sin besos por el momento, la evolución de los contagios ha hecho que los que están acudiendo a Medinaceli puedan, al menos, acariciar los pies de Jesús. Para ello, el Señor luce una de sus túnicas de gala, más corta, que los deja al descubierto. Ante él se ha colocado el frontal de altar que se usa habitualmente en estas celebraciones.

Las puertas del templo se abrían puntualmente a las 24:00 horas del día 3, con la entrada de los primeros fieles que habían estado esperando ante ellas. La noche desapacible de Madrid, con lluvia y temperaturas más bajas que en los días precedentes, no los había disuadido. La bienvenida de la comunidad de frailes capuchinos que custodian el templo estuvo marcada por el recuerdo a Ucrania. La oración del Papa Francisco por la paz fue la primera plegaria al Cristo: «Señor, desarma la lengua y las manos, renueva los corazones y las mentes, para que la palabra que nos lleva al encuentro sea siempre «hermano», y el estilo de nuestra vida se convierta en shalom, paz, salam».

Desde ese momento, el acceso de devotos ha sido constante, y lo hacen también como siempre se había hecho antes de la pandemia: por las dos puertas laterales del templo, llegando a los pies del Señor en dos filas por las naves laterales y saliendo por el pasillo central.

Foto: Archimadrid / Luis Millán.

Vuelven también los que llevaban dos años sin venir. Como Emiliana, que se acerca desde Pozuelo de Alarcón; venía de toda la vida, «menos en la pandemia«». O las mamás, para presentarle a sus niños al Señor. Como Adriana, que trae a su niño pequeño, Thiago, de 1 año. «Ya había traído a las otras dos, de 6 y 2años y medio, pero me faltaba él». «Cuando una es muy devota…», justifica, ojos emocionado tras la mascarilla. Vuelve Luci, como todos los años, pero este acompañada de su hermana Pilar, para quien es su primera vez porque se ha jubilado este año. «Esto lo haces porque tienes fe».

Vuelve también la reina Sofía. Unos «vivas» desde la calle anuncian su llegada, igualmente fiel a su cita con el Señor de Madrid. Suenan los acordes del himno nacional y los aplausos la acompañan en su recorrido por el pasillo central. Solo se interrumpen durante los minutos que le dedica al Señor. Una devota mas del pueblo de Madrid. «Está emocionada», cuenta el vicerhermano mayor, y él tampoco puede ocultar la suya. «El pueblo está respondiendo como siempre; estamos muy emocionados, porque son dos años, y se echa de menos a gente, pero la vida continúa y hay que mantener tradiciones y costumbres, que sigan vivas».

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, vuelve también para pedirle al Cristo de Medinaceli que, ahora que «parece que se acerca el final de la pandemia», «seamos capaces de no dejar a nadie atrás».

Foto: Archimadrid / Luis Millán.

Oración por Ucrania

Jesús de Medinaceli seguirá recibiendo devotos hasta las 24:00 horas de este viernes, con Eucaristías cada hora. En todas, de nuevo, se comienza y se concluye pidiendo por la paz en Ucrania. La Solemne, a las 12:00 horas, ha sido presidida por el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro. Con las lecturas de la festividad de Cristo Rey como eje, por ser la fiesta litúrgica de Jesús de Medinaceli (la del primer viernes de marzo es la fiesta popular), el purpurado también ha hablado de paz. «Hoy, en este día, le gritamos al Señor: «Ayúdanos. Ayúdanos tú, Dios de la paz»». «Danos la valentía para decir «nunca más la guerra»», ha añadido.

Junto a Jesús de Medinaceli, en quien «vemos a un Dios» que «manifiesta su misericordia, su bondad, su compasión», el purpurado se ha referido a un Dios que «nos salva con su amistad». Y ha apelado a la fraternidad, porque «quien adora a Dios con un corazón sincero, ama también al prójimo con todas las consecuencias». Cuando el Cristo de Medinaceli sale a las calles, ha dicho, las «riadas» de gentes que lo acompañan «son riadas de hermanos». «Comprometeos –ha animado– para regalar la paz de Cristo». Y ha concluido pidiéndole al Señor de Madrid su ayuda, paz, fuerza y amor.

Porque sí, al Cristo de Medinaceli se le piden favores y gracias, pero sobre todo se le agradecen. Lo afirma el padre Benjamín Echeverría, director espiritual de la archicofradía. Es un Cristo de la gratitud. Mari Carmen es una de las que hoy viene a eso, a darle gracias. No para de tirarle besos en la distancia. «Le quiero mucho». Su hermano se está curando de un cáncer. «Me ha concedido muchas cosas».

Foto: Archimadrid / Luis Millán.

Rescatado por los trinitarios

El Cristo de Medinaceli fue tallado en el siglo XVII en Sevilla con destino a La Mámora (norte de Marruecos), que fue plaza española, atendida espiritualmente por los capuchinos, entre 1614 y 1681. Ese año, la ciudad cayó en manos árabes, y también la talla del Cristo, que un año después fue rescatada por los trinitarios, y de ahí el escapulario que luce en su pecho. En 1689 se levantó una capilla especial para el Nazareno en Madrid, en un terreno contiguo al templo de los trinitarios, donado por los duques de Medinaceli. Tras la desamortización de 1836, la duquesa de Medinaceli entregó la capilla de Jesús a los capuchinos, que han custodiado al Cristo hasta hoy. La imagen, de 1,73 metros y restaurada en 1997, representa al Señor en el momento en que es presentado por Poncio Pilato al pueblo judío.

La talla tiene la cabellera labrada, aunque siempre se ha mostrado con pelucas de pelo natural porque así está acostumbrado a verlo el pueblo. También se venera siempre vistiendo alguna de las 28 túnicas que se guardan en su vestidor. La de mayor valor es una de 1800, restaurada minuciosamente para la salida procesional extraordinaria de 2019, desde la catedral de la Almudena. Realizada por petición expresa del cardenal Osoro, conmemoraba el mes misionero convocado por el Papa y el 80 aniversario de la vuelta del Cristo de Ginebra, en 1939, donde estuvo a resguardo de la Guerra Civil.