Cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga: «Con la constitución promulgada no hay vuelta atrás»
Tras la creación de nuevos cardenales, los días 29 y 30 de agosto, el Papa reúne a todo el colegio cardenalicio para abordar la aplicación de Praedicate Evangelium. Hablamos con uno de los padres de la reforma de la Curia
¿Qué tipo de dificultades encontró en el largo camino de la reforma de la Curia romana como coordinador del grupo de cardenales que la ha llevado a cabo?
La primera tarea a la que nos enfrentamos al principio fue encontrar una metodología adecuada. Era una meta no poco ambiciosa. No se trataba simplemente de la reforma de un documento (de la constitución apostólica entonces en vigor, la Pastor Bonus) sino de muchos otros temas. Poco a poco fuimos entrando en sintonía con la metodología sinodal. Hubo un largo camino de escucha que incluyó a varios actores: las conferencias episcopales; cardenales de todo el mundo; obispos y personal que llevaba años en el engranaje de la Curia romana. La primera misión que se nos encomendó fue la reforma del ámbito de la economía. Ahí nos topamos con una de las primeras problemáticas que surgieron, porque la economía presentaba un auténtico desorden y había que hincarle el diente. Fruto de ese trabajo salió la creación de un robustecido ministerio de finanzas, que hoy es la Secretaría de Economía. También tuvimos que revisar el famoso IOR (Banco Vaticano), que acarreaba una serie de problemas. Después nos embarcamos en la reforma de las diferentes ramas de la comunicación social. La constitución Praedicate Evangelium fue surgiendo poco a poco a lo largo del camino.
Han sido nueve años de trabajo, ¿cuáles han sido las resistencias más difíciles de sortear? Imagino que el proceso de discernimiento también ha derivado en algunas discusiones.
Siempre que se trata de algo nuevo surgen naturales resistencias al cambio. Inconscientemente los hombres llevamos intrínseca la tendencia a lo más seguro. En italiano existe un refrán, chi sta bene non si muove (quien está bien, no se mueve). Eso es algo natural. Otro punto de conflicto ha sido compaginar las nuevas ideas que iban surgiendo (por ejemplo, del preámbulo) con la rigidez de los cánones del Derecho Canónico. Gracias a Dios se discute en la atmósfera de la caridad cristiana, y sin mayores problemas. Claro que esto no quiere decir que todos pensemos de la misma manera.
¿Sintió en algún momento que no lo iban a lograr?
En ningún momento nos dejamos vencer por el desánimo. Siempre trabajamos partiendo de la celebración de la Eucaristía y de la oración. Además, la presencia constante del Santo Padre nos animaba a seguir hacia adelante. Contar con el respaldo del Papa ha sido fundamental: él jamás se echa para atrás, aunque encuentre un muro de oposición delante. Tiene una fe muy grande.
Ha habido grandes cambios, como la creación de la Secretaría de Economía y la revisión del famoso IOR. ¿Podemos asegurar que la economía del Vaticano estará fuera de los escándalos a partir de ahora?
Creo que sin duda estos cambios son uno de los grandes logros. Ha sido un proceso que se ha ido forjando paso a paso, pero siempre sin mirar atrás. Y ahí están los resultados. La transparencia y la rendición de cuentas son los puntos cardinales que guían la economía. Hoy podemos decir que la economía está caminando bien, conforme a las normas de la Unión Europea y de Moneyval. Además, el personal que trabaja en estos ámbitos está más capacitado y cuenta con un perfil más profesional. Claro que los seres humanos somos frágiles siempre, pero con el trabajo comunitario y no autorreferencial se facilita la mejor administración y se evitan las irregularidades.
El Papa ha convocado a finales de agosto a todos los cardenales para debatir sobre Praedicate Evangelium y las implicaciones de la reforma de la Curia, para que todos la hagan suya. ¿Por qué esto es tan importante?
Esto es precisamente es uno de los principios de la reforma de la nueva constitución apostólica. La Curia romana está también al servicio de las conferencias episcopales y, por eso, es indispensable que todos conozcamos al dedillo la nueva constitución, no solamente para leerla y dejarla a un lado, sino para ponerla en práctica también en las curias diocesanas. En los últimos consistorios solo nos reuníamos para la parte litúrgica y celebrativa. En cambio, ahora tendremos dos días para la discusión. Se han puesto las bases para un nuevo camino, también una nueva espiritualidad en la Iglesia universal.
¿Qué parte de la reforma cree que es la más difícil de integrar y aceptar por parte del colegio cardenalicio?
Creo que una de las cuestiones más complicadas de entender es aceptar que la Iglesia no es solamente la jerarquía y el poder para gobernar o dirigir. Ya el Papa ha expresado esto con claridad, tanto con palabras como con obras. De hecho, ahora también los laicos (mujeres y hombres) pueden ser prefectos de dicasterios; es decir, pueden tomar decisiones. No tiene ninguna razón de peso pensar que los dicasterios tienen que ser dirigidos por cardenales a la fuerza. En cualquier caso, el colegio cardenalicio tiene la función de aconsejar al Papa en el gobierno de la Iglesia universal y elegir un nuevo Pontífice en un eventual cónclave. Esto no cambia. De otro lado, no es que ahora quede prohibido que algún cardenal sea prefecto de dicasterio. Pero poco a poco se va entrando en el espíritu sinodal.
Muchos han hablado del final del pontificado de Francisco en este momento.
Creo que se equivocan. Son ilusiones ópticas y hasta el Papa lo ha dicho. Algunos están deseando que renuncie desde que Francisco cumplió cinco años como Pontífice. Esto es un inconsciente rechazo que no encuentra cómo expresarse. Quién guía a la Iglesia es la Divina Providencia y nos da el Papa que Dios quiere.
¿La reforma va a depender de la voluntad de los obispos de turno o está blindada su implementación en la Iglesia universal?
Los que tenemos fe sabemos que significa la obediencia y la constitución ya ha sido promulgada. Ya no hay vuelta atrás. El obispo no es dueño de hacer lo que le dé la gana, sobre todo, en la disciplina de la Iglesia católica universal.
Y dentro de los muros del Vaticano, ¿los cardenales pueden poner trabas a la puesta en práctica de la reforma?
No, no lo creo. Ahora el criterio no es el poder, sino el servicio. Se trata de identificar que la vocación de un cardenal es ser consejero de un Papa y su elector, y no el jefe de un dicasterio.
Otros de los grandes problemas en el Vaticano, herencia del sistema italiano, son el exceso de burocratización y la falta de profesionalización de los perfiles. ¿Esto ya ha cambiado?
Está cambiando paulatinamente, y debe seguir en esta senda. Hay cosas que vienen desde lejos y necesitan tiempo hasta que sean perfeccionadas. La constitución ya ha entrado en vigor, pero los cambios no se llevan a la práctica de la noche a la mañana.
¿Vamos a ver un verdadero protagonismo de los laicos y las mujeres en la Curia o se trata solo de algo nominal?
Esto ya empieza a verse y también seguirá. Yo estoy convencido de que en la caja de cambios del Espíritu Santo no existe la marcha de retroceso. Por ejemplo, antes no existía un dicasterio para los laicos, siendo los laicos la mayoría en la Iglesia católica. Era un poco contradictorio. Solo en este pontificado ha aumentado en un 17 % el número de mujeres que ya están en la Curia romana; no se trata solo de algo de fachada, hay muchas mujeres en puestos donde se toman las decisiones, por ejemplo, en el dicasterio dedicado a la economía. Son personas de alta capacidad.
Si tuviera que describir la Iglesia que sueña, ¿cómo sería?
Una Iglesia que siga adelante con la alegría del Evangelio, con la alegría del amor, la santidad y el cuidado de la casa común. Una Iglesia que aparque el clericalismo y en la que realmente todos seamos hermanos.