Cardenal Kevin Farrell: «El individualismo ha debilitado los lazos familiares»
Arranca el año dedicado a las familias para mostrar la belleza de la Amoris laetitia. El prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida apuesta por una Iglesia que las «acompañe en la vida cotidiana»
El 19 de marzo, solemnidad de san José, da comienzo el año especial dedicado a las familias para continuar el camino abierto por la exhortación apostólica Amoris laetitia. Hablamos con el prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, el cardenal Kevin Joseph Farrell, uno de sus principales impulsores, que aboga por redescubrir la belleza del amor y concebir el matrimonio como una respuesta vocacional.
El Año de la Familia será una ocasión para promover la difusión de Amoris laetitia en todo el mundo. ¿Qué dificultades entraña este objetivo?
La familia está atravesando una fase de grandes desafíos: la cultura individualista ha debilitado los lazos familiares; la institución jurídica del matrimonio se ha vuelto extremadamente frágil, y a las nuevas generaciones les cuesta diferenciar entre el matrimonio y la convivencia —que con frecuencia equiparan—, así como entender de forma plena el significado del sacramento nupcial. En muchos contextos eclesiales, la pastoral familiar no tenía en cuenta estas realidades. Los dos sínodos sobre la familia hicieron urgente su renovación porque se pusieron en actitud de escucha al pueblo de Dios. En los últimos años se han hecho reflexiones doctrinales, pero es el momento de pasar a la acción. Hay que dar a conocer a las familias la belleza de Amoris laetitia y sus propuestas sobre el significado del matrimonio, la educación de los hijos, cómo vivir el amor en familia, o la cercanía en situaciones de enfermedad, pobreza, violencia, adicciones y soledad. Son muchas las que no lo conocen.
Usted ha remarcado la desafección social hacia el matrimonio. ¿Cómo se puede revertir esta tendencia?
Los datos no son muy reconfortantes. Además de los obstáculos de carácter económico y cultural hay otras causas, como la desazón y la falta de confianza en el futuro por parte de las nuevas generaciones. Además, el matrimonio no se concibe como la respuesta a una vocación, como la llamada de Dios a los esposos, sino como una decisión vital que con frecuencia se pone en el mismo nivel que la búsqueda de trabajo o la preferencia en los estudios. En la pastoral juvenil, este aspecto debe enmarcarse en una formación sólida. Es cierto que muchas veces no hay ejemplos positivos de vida matrimonial alrededor de jóvenes y niños, pero esto no significa que la Iglesia no pueda ofrecerles una narración de la belleza del matrimonio como vocación. Aquí juega un papel importante el testimonio de los matrimonios cristianos que demuestra que el comprometerse para siempre es posible. La Iglesia tiene ante sí un reto enorme. Hay que activar una colaboración entre los esposos y los sacerdotes responsables de la pastoral juvenil y familiar.
Occidente vive un invierno demográfico. ¿Cómo puede la Iglesia ayudar a los jóvenes a tener un proyecto de familia?
Los jóvenes sufren las consecuencias de una cultura materialista; crecen en contextos muy competitivos que los invitan a anteponer la carrera laboral a cualquier otra elección personal. La negación a la vida surge además en un contexto en el que la sexualidad se vive precozmente y fuera del matrimonio. Es muy importante educar a los jóvenes en los afectos y la sexualidad coherentes con el plan de Dios para el hombre y la mujer. La fragilidad de las relaciones inestables genera inseguridad. Todos necesitamos vínculos duraderos y de confianza para poder madurar decisiones generosas, abiertas a la vida.
Amoris laetitia fue muy criticada los primeros meses de su publicación, incluso dentro de la Iglesia. ¿Cómo es la situación cinco años después?
Amoris laetitia todavía no ha llegado a todo el mundo. Y es innegable que esta acogida limitada ha estado inicialmente condicionada, especialmente en Europa y en América, por el debate que suscitó el capítulo 8. Sin embargo, en los últimos años, ha crecido el interés por aspectos como la preparación del matrimonio, el acompañamiento de los cónyuges, la educación de los hijos, la solidaridad intergeneracional, el papel de las familias en la Iglesia, la baja natalidad y la apertura a la vida. Son temas que se están priorizando en la pastoral familiar. Es urgente que la Iglesia acompañe a las familias en la vida cotidiana. Por eso, el Año de la Familia es, ante todo, un impulso a esta renovación pastoral en todo el mundo, con el objetivo de que las iglesias locales se pongan de verdad al lado de las familias y caminen con ellas en las dificultades que, especialmente ahora, con la pandemia, en algunos contextos se están volviendo insostenibles.