Cardenal Hollerich: «Esta es la última oportunidad del proyecto europeo»
El presidente de la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea (COMECE), cardenal Jean-Claude Hollerich, publica en La Civiltà Cattolica una serie de reflexiones sobre el punto de inflexión que debe suponer la actual crisis en el ámbito personal, religioso, y también social y político. En este último, apunta que «la falta de solidaridad durante la crisis del coronavirus» puede hacer que este momento marque el «desencanto con el proyecto europeo» de muchos
«¿Qué rastro quedará en la memoria colectiva de los pueblos europeos de la pandemia del coronavirus?». Plantea la pregunta el cardenal Jean-Claude Hollerich, presidente de la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea, en un artículo publicado en La Civiltà Cattolica. En otras épocas, recuerda el también arzobispo de Luxemburgo, las plagas nos dejaron obras de arte de la literatura, y templos religiosos.
«La crisis —afirma— es un punto de inflexión: puede debilitarnos o hacernos responder efectivamente a nuevos retos» en el ámbito personal, existencial y religioso; y también en el social y político.
La pandemia de COVID-19 —comienza el artículo, presentado más bien como una serie de reflexiones sueltas sobre esos distintos niveles— ha marcado una diferencia para el mundo occidental. Hasta ahora, «los desastres eran en otro sitio, lejos de nuestro propio mundo que parecía mantenernos seguros. La muerte estaba presente, pero el consumismo y la buena vida nos distraían». En este mundo «superficial» ha crecido toda una generación en Europa.
Ahora, sin embargo, la muerte «ha regresado al centro del escenario». Y, junto a la «naturaleza finita de la existencia plantean radicalmente la pregunta del sentido de nuestra vida. El aislamiento y el confinamiento son una oportunidad de explorar estas cuestiones y de llegar a una verdadera conversión», invita el Hollerich.
Hacia los demás
Otro de los cambios que ha venido con este tiempo —continúa la reflexión del cardenal— es que nos ha obligado a replantearnos nuestra práctica religiosa, que estaba organizada a imagen de la sociedad consumista. «El consumo de religión no nos hace mujeres y hombres de Dios». Lo que nos vuelve hacia Él es escuchar su Palabra y meditarla en el corazón. «Es el Padre, que nos ama más allá del final de nuestra vida». Una auténtica conversión en este sentido, por otro lado, debe llevarnos «siempre a los seres humanos creados y amados por Dios»; a los demás.
Esto pasa por un cambio en el modelo económico. Durante años, «las economías han tomado el camino del liberalismo desbocado, donde lo único que importa es maximizar el beneficio —critica el arzobispo de Luxemburgo—. Si queremos salir mejor parados de las crisis futuras, las economías necesitan su propia conversión hacia lo glocal», término que fusiona lo global y lo local. Esto incluye «remediar tantas injusticias en las cuales el Norte se aprovecha del Sur».
«Crisis como esta volverán»
En este proceso de cambio, los líderes políticos tienen que tomar la iniciativa y ser estadista y no meros «políticos de partido». Y deben actuar sin caer en la ilusión de que esta situación es excepcional: «Crisis como esta volverán y serán solo el comienzo de la crisis ecológica hacia la que se dirige nuestra vida».
Otra necesidad a la que apunta la crisis, en opinión de Hollerich, es «la necesidad de relaciones humanas y redes de solidaridad». Las condiciones del confinamiento han subrayado la importancia de la familia «como la primera célula de solidaridad», resaltando su papel frente a políticas del pasado que han minado a estas redes promoviendo el individualismo. «Llamo a los políticos a que hagan todo lo posible para fortalecer a las familias», y a todos a recuperar el ser buenos vecinos y el apoyo mutuo.
La red de solidaridad europea, «paralizada»
Es en estos términos en los que el presidente de COMECE incluye en su artículo una reflexión más amplia sobre la cuestión europea. Se refiere a la Unión Europea como «la mayor red de solidaridad». Y, sin embargo, «parece paralizada» mientras la vuelta al interés nacional se presenta como el camino obvio para la mayoría.
«No se puede construir Europa sin una visión de Europa, sin ideales». Y el ideal europeo tiene «profundas heridas» como fruto del cierre de la UE a los refugiados. A estas heridas se puede sumar otra, «fatal»: «la falta de solidaridad durante la crisis del coronavirus». Ha habido casos –reconoce– de generosidad, como el traslado de enfermos a otros hospitales. Pero «las dificultades son claramente visibles. Me temo que para muchos este será el momento del desencanto con el proyecto europeo».
El cardenal Hollerich se pregunta si puede haber un plan de reconstrucción similar al que acercó a Estados Unidos y Europa tras la Segunda Guerra Mundial, «y en qué líneas debería ir». Existe el riesgo –advierte– de que «sin ayuda económica y financiera los países pobres se vuelvan más pobres. Esta es la última oportunidad del proyecto europeo». Por ello, pide solidaridad del norte de Europa hacia el sur. Si no, el resultado puede ser una Europa más débil a causa de los nacionalismos. Y estos, después, debilitarían a los mismos estados.