Cardenal Cláudio Hummes: «El planeta no aguanta más»
Unas palabras suyas en el último cónclave dieron la vuelta al mundo: «No te olvides de los pobres». Esto fue lo que le susurró el cardenal Cláudio Hummes a su buen amigo el arzobispo de Buenos Aires cuando avanzaba el escrutinio definitivo. Su petición –considera– ha sido bien atendida por el sucesor de Pedro. «El Papa Francisco no solo escribe que quiere “una Iglesia pobre y para los pobres”, sino que lo vive él mismo». Lo lleva en su propio nombre, escogido «por Francisco de Asís, el santo de los pobres, de la paz y de la naturaleza, que precisamente son las tres grandes líneas de su pontificado».
El arzobispo emérito de São Paulo y antiguo prefecto de la Congregación para el Clero impulsa ese mismo programa en el Amazonas. En esa región, considerada el pulmón de la tierra, el medioambiente y las comunidades indígenas afrontan la amenaza del avance de las industrias extractivas, lo que muestra, como dice el Papa en su encíclica Laudato si, que no es posible separar las cuestiones ecológicas de las sociales.
Hummes visitó a finales de noviembre Madrid para apoyar la campaña Si cuidas del planeta, combates la pobreza, con la que la red Enlázate por la Justicia recuerda que nuestro estilo de vida y nuestro modelo económico están destruyendo el planeta y provocando la explotación de las poblaciones más vulnerables. A esa realidad se enfrenta él a diario como presidente de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM), una amplia coalición nacida en 2014 de la que forman parte los episcopados, las congregaciones religiosas y las Cáritas de la región del Amazonas y de América Latina. Cáritas Española —destaca el purpurado claretiano— «participa activamente y es uno de nuestros grandes apoyos». «Aunar fuerzas» y «preparar a agentes locales de resistencia» contra el expolio del Amazonas es un objetivo prioritario para la REPAM, pero todo será inútil —advierte— mientras no se ponga freno al consumismo en Occidente. La lucha debe realizarse simultáneamente en ambos frentes.
¿Le preocupa que los avances logrados en la Cumbre del Clima de París se pierdan por el cambio de Gobierno en EE. UU.?
No se perderán. Eso va a retrasar los objetivos, aunque esperemos que Trump no sea tan radical como lo fue en la campaña. Pero además él no tiene un poder plenipotenciario. Está el Congreso, el poder judicial, la sociedad… Y la gran mayoría de los países está empeñada en frenar el calentamiento global.
No pocos católicos son escépticos cuando oyen hablar de la crisis ecológica. ¿Qué les diría usted?
No se trata de ser o no católico. El planeta no aguanta más. El modelo de vida en Occidente ha originado esta crisis ecológica. No basta solo con frenar el calentamiento; tenemos que dotarnos de un nuevo estilo de vida y un nuevo modelo de producción. El consumismo debe ser repensado. Todo está enfocado hacia el crecimiento económico, sin pensar que hay personas que están siendo explotadas, despojadas de sus derechos, de sus tierras, de sus condiciones de vida… Naturalmente, en la sociedad habrá siempre personas que no compartan ese tipo de razones o no perciban una amenaza inmediata. Hay muchos intereses para que no se hable de la contaminación que provocan los combustibles fósiles o de reducir el consumismo.
La Iglesia en América Latina ha sido en décadas pasadas complaciente con una visión desarrollista de la economía, la de los cultivos transgénicos o las grandes inversiones en proyectos empresariales. ¿Cambia esto con la Laudato si?
La encíclica Laudato si está ahí como una luz que nos ayuda y debe guiarnos. El tema de los cultivos transgénicos es una cuestión muy discutida. La Laudato si nos ayuda a repensarla.
Solo en 2015 fueron asesinados 185 activistas medioambientales, la mayoría en América Latina por la defensa de comunidades indígenas frente a la invasión de grandes empresas. ¿Cuál es la respuesta de la REPAM?
El Papa nos da orientaciones muy claras de que debemos estar cerca de los pobres, de los que sufren, de aquellos cuyos derechos son violados… El Papa nos anima a seguir estando cerca y a dar apoyo y solidaridad a los perseguidos, como ocurre muchas veces en las cuestiones indígenas. La Iglesia debe ser clara. Es determinante para hacernos una Iglesia que sea fiel a Jesucristo. La cuestión de los pobres tiene que ver con el Evangelio; la cuestión del planeta tiene que ver con el Evangelio. El Papa nos dice que debemos ser osados y no temer riesgos en esto.
¿Se encuentra usted con muchos casos en los que una empresa petrolera, hidroeléctrica, biotecnológica o minera expulsa a las comunidades locales de sus tierras?
Sí, hay muchos casos. La minería se desarrolló mucho últimamente. Muchos países sufren presiones para presentar índices de crecimiento económico a cualquier precio. Por eso la minería y todas esas industrias que menciona están siendo muy estimuladas y desarrolladas últimamente. Y eso es un desastre ecológico y humano. Las comunidades locales sufren todas las consecuencias de la degradación ambiental. La REPAM está muy presente para asistir, para ser solidaria y también para preparar a agentes locales de resistencia contra esos grandes proyectos, que son devastadores. Lo que nos llevó a crear la REPAM fue poder aunar mejor las fuerzas, no estar cada grupo aislado batallando solo. Queremos contribuir a esa articulación para que las Iglesias estén más articuladas, junto a las poblaciones locales y también junto a otras entidades laicas. Y hacer realidad también el reto de una evangelización que incorpore la cultura, la historia, la identidad de los pueblos originarios. Es un grupo muy grande, con una potencialidad enorme.