Cardenal Ayuso, prefecto de Diálogo Interreligioso: «El amor de Cristo supera cada división» - Alfa y Omega

Cardenal Ayuso, prefecto de Diálogo Interreligioso: «El amor de Cristo supera cada división»

El cardenal español Miguel Ángel Ayuso, prefecto del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, tomó posesión el sábado de la iglesia romana de San Girolamo della Carità, vinculada a san Jerónimo, a san Felipe Neri, y al venerable Giorgio La Pira, uno de los primeros impulsores de encuentros con creyentes de otras religiones

María Martínez López
Miguel Ángel Ayuso
Foto: Catholic Press Photo srl.

Entrar a formar parte del clero romano ha hecho al cardenal español Miguel Ángel Ayuso sentirse «todavía más cercano al Papa y a todos los hermanos cardenales». Lo reconoció el sábado Ayuso, de origen sevillano, ante los fieles que le dieron la bienvenida a la iglesia de San Girolamo della Carità. Es tradición que cada cardenal, como estrecho colaborador del Obispo de Roma, tome posesión de un templo de la Ciudad Eterna. Un gesto que le impulsará además «a dedicar todas las fuerzas al servicio de la Iglesia y de la Santa Sede en particular», añadió.

Subrayó también la «providencial coincidencia» de haber sido asignado a esa parroquia en concreto. Con una rica historia –cuenta la leyenda que fue erigido sobre el lugar donde vivió san Jerónimo–, el templo tiene ecos especiales para el prefecto del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso por un detalle poco conocido de su historia reciente: en él llevó a cabo una importante labor caritativa el venerable Giorgio La Pira (1904-1977), alcalde de Florencia. Y atrajo a ese voluntariado, además, a otros políticos italianos como Aldo Moro y Giulio Andreotti.

Ayuso citó unas palabras de Andreotti, recordando el «clima de amistad y confidencias» que reinaba en el reparto de alimentos y ropa. «La Pira nos pedía también cortarles la barba y el pelo a nuestros huéspedes. Nos animaba diciéndonos que si se tiene caridad, se puede hacer todo». Un ejemplo concreto de amor a los demás, «prescindiendo de la religión que profesan, de su propia cultura, del color de la piel, de la lengua». Y un testimonio en la línea «de lo que nos invita siempre a hacer el Papa Francisco: construir puentes y derribar muros, respetando la dignidad intrínseca de cada ser humano».

Cuando el diálogo interreligioso no era usual

Esta experiencia confluye con la labor del cardenal Ayuso en Roma porque llevó a La Pira a «desear el diálogo entre los hijos de Abraham [los creyentes de las tres grandes religiones monoteístas, N. d. R.] y a promoverlo incansablemente». Lo hizo, por ejemplo a través de los Coloquios mediterráneos, en una época en la que «hablar de diálogo interreligioso ciertamente no era algo usual».

Es solo –matizó el cardenal español– uno de los tesoros de una iglesia muy «rica en arte y en historia», que al mismo tiempo «testimonian la riqueza espiritual de quienes nos ha precedido». Aprovechando la lectura del Evangelio para el domingo –la llamada en el sermón de la montaña a ser sal y luz–, el cardenal enumeró, además del de La Pira, otros dos «reflejos de la luz de Dios» ligados a la historia de San Girolamo.

El primero fue el propio san Jerónimo (san Girolamo en italiano). «Lleno de amor por la Sagrada Escritura, Jerónimo pasó toda la vida estudiándola, meditándola y traduciéndola», recordó Ayuso; una labor con la que contribuyó a «abrir los corazones a la inteligencia de la Sagrada Escritura», que es conocimiento de Cristo.

Donde nació el oratorio

Once siglos después, en ese mismo lugar vivió otro ilustre vecino, san Felipe Neri, que se hospedó en el convento adyacente unos 30 años. Por sus aposentos pasaron santos de la talla de san Carlos Borromeo, san Ignacio de Loyola o san Félix de Cantalicio.

«En este nuestro mundo, donde parecen reinar el egoísmo, la tristeza y la angustia por el futuro –subrayó el cardenal español–, el ejemplo de san Felipe Neri es tanto más actual porque indica el camino para alcanzar la verdadera alegría del corazón: el encuentro con Cristo, el único que auténticamente puede dar al hombre la paz y la plenitud deseada».

El prefecto de Diálogo Interreligioso recordó también cómo este santo se acercaba a los demás «para dar testimonio a todos del amor y la misericordia del Señor». De allí nació su oratorio, cuyos primeros miembros se reunían en San Girolamo. Una congregación que, de nuevo, es ejemplo de que «el amor de Cristo supera cada división y cada diferencia», y que por ello es «escuela para hacernos todos hermanos e hijos del mismo padre».