Cárcel, demolición de iglesias o videovigilancia: así es la silenciosa persecución de los cristianos en China - Alfa y Omega

Cárcel, demolición de iglesias o videovigilancia: así es la silenciosa persecución de los cristianos en China

En un congreso de los trinitarios organizado en el Vaticano, el corresponsal de ABC en Asia ha glosado de forma exhaustiva el acoso contra los creyentes por parte del régimen de Pekín

José Calderero de Aldecoa
Díez durante su intervención en el congreso. Foto: Trinitarios.

Pablo M. Díez, corresponsal en Asia del diario ABC, impartió la tarde del martes en el Vaticano la conferencia La silenciosa persecución de los cristianos en China, durante un congreso sobre cristianos perseguidos organizado en Roma por la Solidaridad Internacional Trinitaria.

El periodista comenzó su extensa intervención tildando de «grave» el «control implacable, aunque silencioso», que padecen los cristianos chinos, a pesar de que «la libertad religiosa está en teoría garantizada» en el país «por la Constitución de 1982».

Según Díez, la «trágica historia de persecución que han sufrido los católicos» en los últimos años tiene su origen en la victoria del revolucionario comunista Mao Zedong, que «fundó la República Popular China el 1 de octubre de 1949». Dos años después, el nuevo Estado –oficialmente ateo– «expulsó al nuncio de la Santa Sede y a los misioneros católicos».

A partir de entonces, comenzó el acoso, que ha aumentado con el actual presidente Xi Jinping, «el dirigente más autoritario desde Mao Zedong». Prueba de ello son casos como el de los «obispos mártires encarcelados y torturados José Fan Zhonglian y Cosme Shi Enxiang, que se pasaron 14 años bajo arresto domiciliario hasta su muerte». O el de Jaime Su, «desaparecido desde 2003 y de quien no se sabe si está vivo o muerto». De permanecer todavía con vida, «estaría a punto de cumplir 90 años y se habría pasado la mayor parte de ella privado de libertad».

Más allá de los obispos, «una de las últimas víctimas de la dictadura china ha sido la activista cristiana Li Qiaochu, acusada a finales de febrero de “incitar a la subversión contra el Estado”, delito comúnmente empleado para retirar de la circulación a los disidentes». Otra de las perseguidas ha sido la reverenda protestante Hao Zhiwei, quien «fue condenada a ocho años de cárcel por no unirse a la organización estatal que controla dicho credo» y acusada en julio de 2019 «de fraude por recibir los donativos del cepillo». Un mes después, su iglesia fue demolida.

Cambiar a Cristo por el presidente chino

En su intervención, Díez también se refirió a la «masiva campaña contra las iglesias en la industrializada provincia costera de Zhejiang», que «obligó a retirar unas 1.800 cruces y a demoler docenas de templos –como la de Sanjiang– en 2014». Por su trabajo «contra esta purga religiosa en la región con más cristianos de China, el abogado Zhang Kai fue detenido durante siete meses y obligado a confesar en televisión que actuaba al servicio de fuerzas extranjeras».

Cuando no son demolidos, los templos son absolutamente controlados. Existen «numerosas cámaras de seguridad que rodean a las iglesias». En algunos casos, «esta vigilancia es especialmente descarada». El propio corresponsal ha visto hasta una decena de cámaras apuntando directamente a la puerta de una iglesia en Shanghái. «El objetivo parece claro: no solo grabar a quien se atreva a entrar, sino también disuadir a quien quiera hacerlo». El control es tal, «y está tan inculcado en la mentalidad de la población que, cuando una amiga china visitó España y vio una iglesia, me preguntó si alguien iba a tomarle los datos si entraba, como ocurría en su país».

Asimismo, el periodista de ABC ha recordado cuando, en noviembre de 2017, el gobierno provincial de Jiangxi «obligó a los numerosos católicos de la comarca rural de Yugan a cambiar los cuadros de Cristo que tenían en sus casas por retratos del presidente Xi Jinping, so pena de retirarles las ayudas públicas que recibían».

Relaciones diplomáticas

A pesar de todo, el contexto está marcado por el deshielo de las relaciones entre el régimen de Pekín y la Santa Sede, que dio un paso de gigante con el acuerdo alcanzado en septiembre de 2018, y luego prorrogado en 2020, y que, en teoría, debería ser renovado también este año. «Aunque sus detalles no han sido desvelados, básicamente consiste en una especie de concordato para el nombramiento consensuado de obispos», aseguró el periodista, que es corresponsal en Asia desde 2005.

En el horizonte de este camino de acercamiento «parece encontrarse el establecimiento de lazos diplomáticos» entre ambos, una decisión que no está exenta «de polémica. Hay muchos, incluso dentro de la propia Iglesia, que rechazan ese reconocimiento diplomático. Para quienes se oponen al régimen, sería darle legitimidad a una dictadura que comete evidentes violaciones de los derechos humanos», subrayó Pablo M. Díez.

Todos los implicados tienen el 22 de octubre de 2022 marcado de rojo en el calendario. Es la fecha prevista para la renovación del acuerdo. «¿Se renovará el acuerdo? ¿Se anunciará el histórico establecimiento de relaciones diplomáticas entre el Vaticano y China? En caso de que así sea, ¿servirá para frenar la persecución de los católicos en China? ¿Y qué ocurrirá en Taiwán? Solo el tiempo lo dirá porque, como bien sabemos, los caminos del Señor son inescrutables. Y más aún en China», concluyó el periodista.