Capítulo IV: Cultura de la familia y de la vida
Hemos visto las esperanzas y las dificultades que encuentra el Evangelio de la familia y de la vida en nuestro tiempo. Nuestro anuncio es inseparable de nuestra misión. Para volver a hacer creíble el amor fiel
4.1. La familia y la vida, bienes fundamentales de la persona y de la sociedad
Contribuir a una cultura de la familia y de la vida
133. Hemos visto las esperanzas y las dificultades que encuentra el Evangelio de la familia y de la vida en nuestro tiempo. Nuestro anuncio es inseparable de nuestra misión. Para volver a hacer creíble el amor fiel y el aprecio de la vida humana en todo su desarrollo hemos de saber vivirlo y saber construir una verdadera cultura de la familia y de la vida. Es el desafío que se abre a la nueva evangelización como respuesta a la mirada de fe a nuestro tiempo.
134. Esta decisión supone devolver a las familias su capacidad de construirse en medio de circunstancias a veces adversas, hacerlas conscientes del propio protagonismo en la comunión de personas que quieren vivir, y del modo como su amor mutuo hace surgir una variedad de iniciativas para realizarlo. Supone, también, tener en cuenta los medios adecuados para el reconocimiento público de la importancia de la familia en la configuración de la sociedad. Es necesario que todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo sean conscientes de que están convocados a colaborar en esta tan noble como indispensable tarea.
135. Igualmente, la vida humana no sólo debe ser acogida con amor en el interior de la familia como el don más grande de Dios; también se debe buscar su defensa explícita en las leyes que configuran nuestro ordenamiento social. Si falta una adecuada defensa de la vida y no se respeta el valor sagrado de cada vida humana, constitutivo básico del bien común social, las relaciones sociales se resienten y quedan a merced de un relativismo amenazador. La función social de las familias está llamada a manifestarse también en la forma de intervención política, es decir, en que las leyes e instituciones del Estado sostengan y defiendan los derechos y los deberes de la familia.
136. Defender y promover la familia y la vida humana es la tarea que se abre a nuestra Iglesia en el comienzo del siglo XXI como un camino largo, pero cargado de esperanza en la construcción del futuro[95].
4.2. Promoción de políticas familiares adecuadas
La familia, reconocida en su verdadera identidad y aceptada como sujeto social
137. La familia es una comunidad de personas, la «célula» social más pequeña, y como tal es una institución fundamental para la vida de toda sociedad. La familia como institución, ¿qué espera de la sociedad? Ante todo que sea «reconocida en su identidad» y aceptada en su naturaleza de «sujeto social»[96]. Esta afirmación de Juan Pablo II es clave para mostrar qué se entiende por política familiar adecuada como fundamento del reconocimiento y promoción efectiva del papel de la familia en la sociedad. Tal como lo presenta la Iglesia consiste en dos elementos muy sencillos: saber reconocer la identidad propia de la familia y aceptar efectivamente su papel de sujeto social.
4.2.1. Identidad familiar en el contexto social
El matrimonio natural, bien para toda la sociedad
138. Por reconocimiento de la identidad familiar nos referimos a la fundada en un legítimo matrimonio y abierta a la descendencia. Es la realidad básica que articula las relaciones personales primeras, en ellas están inscritas los derechos fundamentales de la persona: a nacer en el seno de una familia con un padre y una madre, a vivir una fraternidad real con sus hermanos, a poder confiar en estas relaciones como medios válidos de crecimiento personal.
No estamos hablando sino de lo que se corresponde con el deseo de la inmensa mayoría de las personas. Éstas tienen el derecho de que se les reconozca la especificidad de su proyecto de vida y se les ayude en su realización.
139. Esta reclamación se basa en el hecho fundamental de que la familia es un bien singular para la sociedad, por su misma existencia y por el desarrollo de los bienes que la conforman en su interior. En ella se gestan el primer respeto a la dignidad de la persona y sus derechos, empezando por el derecho a nacer y terminando en la dignificación del momento de la muerte. No es un mero producto cultural que el Estado puede conformar a su voluntad, sino una institución natural anterior a cualquier otra comunidad, incluida la del Estado[97].
140. Este hecho supone, en primer lugar, el reconocer como familia la fundada en el matrimonio. Por eso, se debe ayudar a las personas a llegar al matrimonio con un auténtico proyecto de vida y una capacidad personal de llevar adelante tal proyecto. Igualmente se debe respetar al matrimonio en lo que concierne a la disposición a tener hijos por medio de sus relaciones conyugales.
En todo lo que corresponde a la comunicación de los bienes fundamentales que se produce en la familia, como son la educación, la herencia, los servicios sociales, el cuidado de los niños y ancianos, se ha de tener en cuenta la realidad familiar. La familia es la primera escuela de sociabilidad del hombre y debe fomentarse, ya que lo es por su esencia. Para poder realizar esto debe contar con los medios adecuados para mantener y promover las relaciones familiares: vivienda, trabajo, posibilidad de reunir la familia, medios de educación.
Legislaciones en contra y a favor de la familia
141. Si la familia reclama el que le dejen ser lo que es, esto supone también que no se la equipare con otras realidades que no tienen la misma identidad. Nos referimos con ello sobre todo a las denominadas parejas de hecho. Observamos una alarmante tendencia a conceder derechos a este tipo de convivencia en un régimen de igualdad con la familia fundada en el matrimonio. Es necesario aclarar lo que este hecho significa. Tratar como iguales realidades desiguales es una injusticia. No es posible equiparar la realidad del compromiso público en un matrimonio, con los derechos y obligaciones que contraen ante la sociedad, a la mera unión de hecho de dos personas sin ninguna responsabilidad ante nadie. No valorar la confianza y el compromiso personal en el ámbito social es un profundo debilitamiento del entramado social básico y una falsificación fundamental de los deseos reales de las personas que contraen matrimonio sin que la sociedad les apoye de modo real.
142. El modo más evidente de comprobar lo anterior es repasar los bienes que la sociedad recibe de una familia bien estructurada en comparación con cualquier otro modo de convivencia. No es lo mismo formar un hogar que acoge una descendencia y la educa, que una pareja cerrada a ella por principio. No es lo mismo asumir una responsabilidad civil en el cuidado y formación de las personas que la integran que dejar en una ambigüedad la posibilidad de tales circunstancias en un futuro.
La protección social y legal hacia una institución debe estar en correlación con los beneficios que la sociedad recibe de tal comunidad de personas. La tolerancia que puede darse hacia otro tipo de realidades no puede entenderse como una arbitraria igualdad. Esto no sería neutralidad, sino partidismo anti-matrimonio y anti-familia: estamos ante una falsa equiparación social de realidades distintas. De este modo se olvida la estructuración misma de la sociedad. La presión que se observa a veces en pro de esta paridad procede más de una insistencia ideológica de grupos de presión interesados -algunos con gran capacidad económica- que de la relevancia real del tema[98].
143. Un bien fundamental que recibe la sociedad de la familia son los hijos. Es un elemento principalísimo del progreso social y se le debe reconocer a las familias que generosamente los engendran y educan. Es necesario tener en cuenta la relación entre familia y educación en lo que se refiere a ofrecer una familia a aquellos niños que, por distintas circunstancias, no la tienen. En el tema de la adopción hay que tener en cuenta los derechos del niño por encima de la voluntad de los padres. En la actualidad existe una dificultad excesiva para que una familia pueda adoptar un niño en España.
4.2.2. La familia como sujeto social
Protagonismo social de la familia
144. La importancia de la institución familiar en el ámbito social está en el hecho de que es sujeto de derechos fundamentales. No es sujeto de derechos sólo la persona individual, sino también la comunidad de personas. De aquí la importancia de la Declaración de los derechos de la familia que hizo la Santa Sede (25.XI.1983). Las iniciativas que toman las familias en el campo que les corresponde gozan de una prioridad sobre la planificación estatal y deben ser amparadas por el Estado[99].
De este modo se puede decir que la familia es una «sociedad primordial» y, en cierto modo, «soberana»[100]. Por eso, el papel del Estado en una política familiar adecuada debe seguir el principio de subsidiariedad respecto a las iniciativas familiares. Sólo así se vence una excesiva burocratización de la sociedad, que se puede hacer así más familiar en las relaciones de sus miembros.
145. Resulta superfluo decir que la política familiar no puede reducirse a una mera ayuda económica, supone y exige ante todo una tarea de evitar trabas y de favorecer la capacidad de iniciativa de las familias. Es caer en la cuenta de la potencialidad del bien que la familia genera por sí misma y promoverla desde sí misma. No se puede hacer esto sin considerar la singularidad y dinamismo familiar que no puede ser violentado. De este modo, se percibirá mucho más la especificidad de la familia respecto a las otras realidades que quieren compararse a ella. Para toda esta labor se ha de tener en cuenta y favorecer el asociacionismo familiar, como modo de vertebrar la sociedad y estar atento a los legítimos intereses que reclaman.
146. Como presentación de los distintos campos en los que la familia es generadora de sociabilidad y, por ello, poseedora de derechos, podemos mencionar brevemente los derechos fundamentales de la familia: el derecho a unas condiciones económicas que le aseguren un nivel de vida apropiado a su dignidad; a unas medidas de seguridad social; a un orden social y económico en el que la organización del trabajo permita a sus miembros vivir juntos y que no sea obstáculo para el bienestar; a la salud y estabilidad de la familia; así como a una remuneración del trabajo que sea suficiente para fundar y mantener dignamente una familia; al reconocimiento del trabajo de la madre en casa, a una vivienda digna; el derecho de los padres a la educación de sus hijos, a unos medios de comunicación respetuosos con la institución familiar. Son los requerimientos básicos que toda auténtica política familiar debe tener en cuenta e intentar legítimamente satisfacer.
4.3. Algunos ámbitos esenciales de una política familiar en la actualidad
147. Al dirigirnos a los poderes públicos no pretendemos -no nos corresponde- sugerir soluciones técnicas a los complejos problemas que una política familiar entraña.Nos limitaremos a señalar a la luz del Evangelio de la familia y de la vida y de la misma luz natural de la recta razón algunos puntos y criterios fundamentales. Entre estos requerimientos básicos queremos prestar una especial atención a los siguientes.
4.3.1. La vivienda
Espacio vital para el hogar familiar
148. Comenzamos destacando la necesidad de plantear una política de vivienda familiar. Es imprescindible para la vida familiar un lugar adecuado donde desarrollarse y fundar el hogar. La casa es signo y presencia del necesario ámbito de intimidad de cada persona, un espacio para la vida en comunión.
Estos momentos de expansión económica han sido acompañados por una especulación inmobiliaria en beneficio de bancos, ayuntamientos y empresas constructoras que encarecen artificialmente la construcción. Se ha mejorado la dignidad de la casa respecto a tiempos anteriores; sin embargo, resultan actualmente un peso enorme para la economía familiar, sobre todo de los matrimonios jóvenes. Son actualmente una causa del retraso de la edad de contraer matrimonio y del miedo a tener hijos, pues son necesarios en la mayor parte de los casos dos sueldos para sostener la economía familiar, y el trabajo de la mujer está muchas veces amenazado en el caso de quedarse embarazada.
Todavía el tamaño de las viviendas está configurado para una determinada concepción de la familia y dificulta la familia amplia y la presencia de las personas mayores en la convivencia del hogar.
4.3.2. La educación
Los padres, primeros educadores
149. Una familia que no toma la educación como la guía principal de su convivencia es una familia sin alma. La eventual inhibición de los padres en la educación de sus hijos es un signo de falta grave de la vitalidad familiar.
Esta misión de los padres no está facilitada por el sistema educativo vigente. En primer lugar, por la fragmentación del programa educativo que se plantea sin una adecuada concepción de la formación integral de la persona. Las dificultades crecientes de la convivencia en los centros educativos así lo demuestra. Se tiende a veces a preparar a técnicos expertos más que a personas capaces.
En segundo lugar, por el escaso papel que se concede a los padres en la elección del centro según el ideario que se le ofrece. Al respecto se ha de recordar el derecho constitucional a la elección de centro educativo por parte de los padres.
Libertad de enseñanza, incluida la religiosa
150. Si ha sido un logro la escolarización infantil plena no ha corrido pareja la mejora de la calidad de la enseñanza y se han multiplicado las dificultades a la hora de subvencionar la escuela concertada, como si fuera una concesión que se da y no un derecho que se reconoce. El pluralismo social debe tener su primera expresión en el ámbito educativo so pena de convertirse en un eslogan sin contenido.
El derecho a la enseñanza de la Religión, suscrito en los Acuerdos con la Santa Sede, es también un derecho -humano y constitucional- de los padres que debe ser reconocido. La religión es una dimensión imprescindible de la formación de una persona e incluye una transmisión de conocimientos que se ha de integrar en el conjunto de saberes que se enseñan en el sistema educativo. La enseñanza religiosa es así parte inalienable de la libertad religiosa, derecho humano fundamental.
4.3.3. Los medios de comunicación social
Verdadero servicio social. Responsabilidad formativa
151. Uno de los factores que hoy más influye en la vida social, particularmente en la familia y, dentro de ella, en los más pequeños, son los medios de comunicación social. La nuestra es la llamada sociedad de la información, pues el cambio que hoy se ha producido en las comunicaciones supone, más que una simple revolución técnica, la completa transformación de aquello a través de lo cual la Humanidad capta el mundo que la rodea y que la percepción verifica[101]. De todo ello se deriva la gran responsabilidad moral y social de cuantos intervienen en las comunicaciones sociales, a fin de que ésta sea conforme a la dignidad de la persona humana y el bien común.Esto sólo será posible cuando, partiendo de la concepción de la comunicación social como servicio social, se prime en los medios la defensa de la vida, la promoción de los valores humanos, culturales y familiares, y la propuesta de modelos de vida que los encarnen, y se deje de lado la visión mercantilista de la comunicación, que únicamente persigue la consecución de la máxima rentabilidad -económica o política- con los mínimos costos y para las mayores audiencias posibles.
152. Esta concepción economicista de la comunicación, aunque respete de manera formal la pluralidad informativa, está provocando en nuestro país la concentración de empresas que se constituyen en auténticos oligopolios mediáticos -no exentos de las correspondientes tutelas políticas afines-, los cuales imponen en los contenidos, de manera predominante, sus líneas ideológicas, además de dificultar el ejercicio real del derecho de información, especialmente para los más débiles.
Estas ideologías, como ya hemos señalado, afectan en particular a la familia y la vida, por lo que hemos de hacer un llamamiento a la responsabilidad moral que les concierne a los empresarios de la comunicación y a los informadores, especialmente a los católicos, para que realicen una comunicación social conforme a la dignidad de la persona humana y a los valores que la sustentan.
La familia tiene derecho, además, a una especial protección de la intimidad y a que sus miembros, sobre todo los menores de edad, reciban una particular protección frente a la violencia y la pornografía, que, aunque rechazadas socialmente, son toleradas impunemente, de hecho, en muchos formatos mediáticos que contribuyen a su perniciosa difusión e influencia.
Aunque la preservación de la calidad ética y estética en los medios de comunicación social es tarea de todos, la Administración pública tiene especial obligación de hacerlo y de que sea respetada en ellos la dignidad humana, arbitrando las medidas legales necesarias y vigilando su cumplimiento, especialmente en lo que se refiere a la protección de la infancia y juventud, por otro lado imperada por la Constitución española (art. 20, 4).
Todas estas necesarias medidas de protección en relación a los medios de comunicación, serían en gran parte ineficaces sin la cuota de responsabilidad que ha de asumir también el público, mediante un «sano y maduro sentido crítico» que, para los católicos, ha de estar guiado por la doctrina de la Iglesia. Especial misión tienen, en este sentido, los padres y educadores, sin olvidar a la propia comunidad cristiana. Las exigencias éticas y morales de la comunicación social no pueden estar ausentes de los contenidos didácticos de la catequesis y enseñanza religiosa de niños y jóvenes, y de las materias formativas de los futuros esposos o de las escuelas de padres[102].
Por el bien de sus hijos, y por el suyo, los padres deben aprender y poner en práctica su capacidad de «discernimiento» como telespectadores, oyentes y lectores, dando ejemplo en sus hogares de un «uso prudente» de los medios de comunicación. De acuerdo con la edad y las circunstancias, los niños y los jóvenes deberían ser introducidos en la formación respecto a los medios de comunicación, evitando el camino fácil de la «pasividad» carente de espíritu crítico, la presión de sus coetáneos y la explotación comercial. Puede ser útil a las familias -padres e hijos juntos- reunirse en grupos para estudiar y discutir los problemas y las ventajas que plantea la comunicación social[103].
Junto a las necesarias reservas, antes apuntadas, los medios de comunicación presentan, por otro lado, una gran cantidad de posibilidades formativas y divulgativas, muchas de ellas al alcance de todos, para contribuir a extender el valor de la familia, como esperanza de la sociedad y santuario de la vida.
4.3.4. El régimen fiscal
Valorar los esfuerzos de la familia
153. Es importante que se reconozca el bien que genera la unidad familiar en la medida que realiza toda una serie de atenciones a sus miembros. De otro modo, estos cuidados cargan penosamente sobre los servicios sociales y la economía general. En cambio, se puede decir que, en la actualidad, la familia está en la práctica penada fiscalmente frente a los que no viven en una convivencia familiar establecida.
Para solucionar esta desproporción no basta un plan dirigido únicamente a primar económicamente el número de hijos. Hay que buscar también otros incentivos que muestren la capacidad interna de las familias. Pero mantener este régimen discriminatorio supone cargar un gran peso sobre la familia.
154. Detrás de los incentivos económicos debe existir, ante todo, la valoración de la función magnífica de atención de la familia a sus miembros, en especial los que están enfermos y debilitados, como ocurre con los ancianos. Hay que agradecer la generosidad de esas familias que, con enorme esfuerzo y escasa ayuda, llevan a cabo esta callada tarea, con una mención especial para las familias numerosas.
4.3.5. La estructura laboral
Armonizar profesión y familia
155. El trabajo humano es una fuente fundamental de realización de la persona y de su vocación de servicio a la sociedad. Son de alabar los esfuerzos realizados en los últimos años para crear puestos de trabajo y compatibilizar la vida laboral con la familiar. Precisamente uno de los campos en los que más cambios se han vivido, y se prevén en un futuro, es el mercado laboral. La incorporación cada vez mayor de la informática y la especialización de los trabajos debe conducir a una política más imaginativa, capaz de ofrecer unos horarios más flexibles y adaptados a una mejor convivencia familiar.
Es necesario continuar en esta dirección, pues existe actualmente un abuso en las condiciones de trabajo que no toman en cuenta la necesaria atención familiar. La posibilidad de un empleo estable y no precario es un requisito para poder fundar una familia con un mínimo de seguridad.
156. Uno de los puntos principales es el trabajo de la mujer, en especial lo que concierne a la defensa efectiva de su posición menos competitiva cuando ha de hacerla compatible con la maternidad. Frente a esta postura, se ha de revalorizar la maternidad como un bien social de primera magnitud.
Dentro de la convivencia familiar no se puede olvidar el valor de los trabajos familiares y la atención a los niños y enfermos. En este sentido se pueden plantear nuevas iniciativas, como el salario del ama de casa o una versión renovada del salario familiar.
4.3.6. El sistema sanitario y los servicios sociales
Integración con la familia
157. Posiblemente, el campo que ha tenido mayores mejoras en nuestro tiempo ha sido la sanidad. La universalización de los seguros sociales y de la atención sanitaria y la efectividad de los tratamientos es uno de los bienes más notables de nuestra sociedad.
Pero en esta línea de mejora, hay que acuciar la coordinación de la medicina hospitalaria con los cuidados familiares. Este tema es especialmente urgente en el caso de los ancianos, minusválidos y enfermos crónicos. Es un punto muy importante para la humanización de nuestra sociedad en el aprecio por la vida que sufre.
La esterilización
158. En lo que corresponde a la atención médica a las madres en su regulación de la fertilidad se aprecia una prevención excesiva respecto al número de hijos, se insiste en ello de un modo inconsiderado a las familias y se llega incluso a proponer directamente el recurso a la esterilización. No se hace esto por un criterio médico, sino que es una claudicación de la medicina a la ideología dominante.
Valoración de las personas mayores
159. Han crecido mucho la variedad y efectividad de los servicios sociales que se ofrecen para paliar los problemas que surgen por las deficiencias del sistema de reparto de riqueza. Pero todavía existen deficiencias manifiestas. Un punto en el que hay que insistir es en el de la ayuda al cada vez mayor número de ancianos; faltan plazas en residencias o son muy caras. Se ha de extender todavía más la atención domiciliaria y humana a estas personas.
En vez de promiscuidad, auténtica educación sexual para el amor verdadero
160. Hemos de incluir una palabra sobre los servicios sociales que están dirigidos directamente a la juventud o a la orientación familiar. Hemos de lamentar en muchos casos la falta de un plan verdadero de formación de personas y, en cambio, advertimos un interés ideológico en una información técnica sesgada en el campo sexual que no contribuye a la solución de los problemas sino a agravarlos.
Falta una atención integral de los problemas personales, y la cuestión moral en muchos casos se resuelve con la información sobre la aplicación de «medios seguros» para evitar la concepción.
161. Un ejemplo claro es el tipo de campañas que se usan para evitar los embarazos en adolescentes sin ningún plan de educación afectiva de los mismos; otro ejemplo es la información parcial que se ha dado sobre el SIDA, fundada erróneamente en una falsa seguridad absoluta del preservativo como medio de evitar el contagio.
No podemos dejar de mencionar aquí la difusión, comercialización, prescripción y uso de la píldora del día siguiente que, ante una desinformación que lo quiere ocultar, reiteradamente hemos calificado de práctica moralmente reprobable por ser un producto abortivo[104].
Sólo una auténtica educación integral que trate a fondo el problema moral puede ser una respuesta adecuada a los problemas de los jóvenes de hoy. En vez de informar al adolescente y al joven, dejándole solo ante los problemas que le superan, hay que saber acompañarlo y animarlo en esos momentos claves de su vida. Para que asuma su responsabilidad es muy conveniente fomentar el asociacionismo juvenil que incluya un ideario de formación integral de la persona, por medio de la asunción de responsabilidades en la realización de actividades apropiadas. De este modo se ayudaría a superar una creciente pasividad de los jóvenes respecto a los problemas sociales.
4.3.7. La integración de los emigrantes
Sociedad acogedora. Reagrupación familiar
162. La inmigración es uno de los problemas emergentes en nuestra sociedad. Las previsiones inmediatas son de una amplísima extensión de este fenómeno. Es una actitud humanitaria acoger a las personas verdaderamente necesitadas, aunque es necesario un marco legal que impida los abusos y ayude a resolver las situaciones, no puede estar motivada únicamente por criterios económicos parciales.Hemos de recordar al respecto que hay que tender a la reagrupación de las familias de los inmigrantes, para que esta situación, en verdad difícil, no se agrave con la separación de la convivencia familiar.
Se ha de facilitar a los inmigrantes el acceso a los derechos sociales que, a su vez, serán un medio de integración social. Si no somos capaces de construir una sociedad integrada, estaremos abocados a una sociedad de guetos. En nosotros está el formar un modelo u otro. Los cristianos hemos de trabajar por la real integración de los inmigrantes.
4.3.8. Algunas situaciones que necesitan una especial protección
Familias numerosas
163. En justicia hemos de insistir en dos realidades familiares que necesitan una especial atención en las políticas familiares. La primera se refiere a las familias numerosas, cuya existencia es un bien para la sociedad y revelan la generosidad de sus padres en su formación y mantenimiento. Actualmente parecen encontrarse ante una sociedad hostil, que las mira como sin fueran algo extraño, incluso como si representaran unos valores ajenos a esta sociedad. Es necesario superar estos prejuicios que sólo indican la fuerte ideologización de muchas personas incapaces de percibir y alegrarse del bien sin más.
Además, se sienten marginadas al comprobar que en las planificaciones sociales, ya sean de vivienda, como de ayudas a la educación, como de aportación fiscal, no se las tiene en cuenta. Esto sí que es un modo de ignorar los beneficios que ellas aportan.
Personas viudas o solas
164. También hay que hacer mención de los viudos, las viudas y de todas aquellas situaciones en las que, por diversas causas, recae el peso de llevar adelante una familia en una única persona. La falta de la complementariedad del otro cónyuge se nota aquí en toda su fuerza, con el dolor que supone el encontrarse en tal situación.
Es necesario que llegue a ellos la ayuda adecuada para que puedan promover su familia dignamente. Para ello es necesario que cuenten con una economía familiar suficiente que permita a una persona sola alternar el trabajo y el gobierno de un hogar. Pero todavía más la ayuda humana de cercanía y apoyo en su soledad. Es un claro ejemplo de que todo no se resuelve con medios económicos.
4.4. La familia y la vida en la nueva evangelización de la Iglesia
La pastoral familiar: una dimensión esencial de la evangelización
165. La promoción de la familia debe realizarse también en la pastoral de la Iglesia. Si el camino de la Iglesia es el hombre[105], hemos de tener en cuenta que este hombre vive su existencia concreta en el marco de una familia, por lo que, entre los numerosos caminos como la Iglesia se acerca al hombre, el primero y el más importante es el camino de la familia[106]. Con ello queremos indicar que el trabajo pastoral con la familia no es un modo alguno una pastoral sectorial, sino una dimensión esencial de toda evangelización.
Cuando nos dirigimos al hombre, hemos de tener en cuenta el hábitat que lo configura como tal, esto es, la familia, haciendo posible que todo hombre pueda enraizarse en él con mayor hondura y verdad. Una evangelización que no considere esta realidad del hombre en la familia, equivaldría a sembrar la semilla del Evangelio en un terreno donde no pudiera arraigarse, impidiendo que dé todo el fruto que Dios espera.
166. La pastoral familiar no consiste en una serie de actividades ajenas a lo que es la vida normal de la familia, sino que se dirige fundamentalmente a que ésta adquiera conciencia de su propio ser y misión, y obre en consecuencia[107]. Tal toma de conciencia centra a la familia en su tarea de ser el primer campo de personalización, y en realizar la evangelización como reconstrucción del sujeto cristiano. Por ello, el primer apostolado del laico cristiano, por encima de cualquier otra actividad, es su propia familia[108].
167. En consecuencia, debe ser un principio de la acción evangelizadora de la Iglesia considerar a las propias familias cristianas como verdaderos sujetos y protagonistas de la pastoral familiar[109]. Esta misión no es recibida de otras instancias, ni siquiera de la jerarquía de la Iglesia; procede en germen de la vocación bautismal que han recibido, y se conforma con la vocación matrimonial y familiar que contiene una verdad originaria de la que son sujetos y agentes. De ello se deriva que la familia ponga al servicio de otras familias su propia experiencia humana, así como los dones de la fe y de la gracia[110]. Esta ayuda, que pasa de familia a familia, se muestra hoy especialmente necesaria para poder regenerar las relaciones familiares, en ocasiones tan debilitadas.
168. Toda pastoral familiar ha de ser progresiva, desarrollándose en las distintas etapas de su formación. Por ello, comienza ya con la infancia, donde toda la labor catequética debe tener como referencia la familia. Con ello queremos indicar que se debe tender paulatinamente a una catequesis familiar en la que los mismos padres y hermanos se impliquen en la formación de los niños.
Por lo que respecta a los jóvenes, se debe tener en cuenta que la preocupación mayor de la pastoral de esta etapa se dirige precisamente a ayudar a los adolescentes y jóvenes a descubrir su propia vocación humana y cristiana y a prepararles a vivirla, fortaleciendo las virtudes de las que tendrán especial necesidad el día de mañana. A este respecto ya hemos hablado de la importancia de la educación al amor, educación que no se puede reducir a una mera información, sino que precisa de una verdadera conformación de la subjetividad que sólo es posible cuando los educadores asumen en verdad el papel que les corresponde. La dificultad que se presenta en este campo no es poca, y sin embargo todos percibimos el bien que implica en la vida de las personas cuando se les descubre el amor hermoso. No hay nada que los jóvenes deseen más; de ahí su gratitud a aquellas personas que, con verdadera generosidad y constancia, les han enseñado a amar en verdad.
Preparación y celebración del matrimonio
169. Una especial atención se debe tener en la etapa del noviazgo y preparación próxima e inmediata al matrimonio[111]. Es el momento del nacimiento y configuración del amor, cuando se inicia un proceso de conocimiento mutuo y de maduración afectiva, que requiere una auténtica verificación: Porque sólo el amor verdadero construye. Por ello se requieren una ayuda específica que se les ha de ofrecer por medios adecuados a su situación personal. Gracias a ella, encontrarán un apoyo decisivo para interpretar rectamente los acontecimientos que están viviendo, descubriendo la vocación al amor como tarea de su vida en el marco de una espiritualidad y en referencia a la comunidad cristiana.
170. En esta etapa es preciso ayudar a los novios para que el día de mañana puedan vivir una paternidad responsable. Para ello las diócesis deberán contar con Centros de regulación natural de la fertilidad, que ofrezcan una visión integral de la sexualidad y fertilidad según la antropología adecuada que hemos expuesto anteriormente. El recurso a los períodos de infertilidad de la mujer pide una cierta madurez en el amor de los esposos, que no se improvisa y que requiere, junto a la virtud de la castidad, unos ciertos conocimientos. Urgimos a los pastores y a los cónyuges cristianos a acoger esta doctrina de la Iglesia y animamos a la promoción de dichos Centros.
171. Los Cursos prematrimoniales suponen una ocasión única para muchas personas en orden a comprender el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia. Ante la secularización del matrimonio y las dificultades de asumir las obligaciones anejas al mismo, se comprende su necesidad. Estos cursos forman parte de la labor pastoral de la Iglesia, y muchas veces son el primer encuentro de los novios con ella después de años de ausencia. Es necesario, por tanto, guardar su sentido enteramente eclesial, evitando presentar opiniones personales en temas en los que se juega la verdad del matrimonio y la familia. La integridad de esta verdad exige el incluir los aspectos evangélicos, eclesiales, morales y humanos del matrimonio. Ha de presentarse el núcleo del mensaje cristiano como algo que afecta al sentido de la vida del hombre y origine una esperanza en la vida nueva otorgada por Cristo.
Es especialmente importante el que los sacerdotes dialoguen personalmente con los novios, de tal manera que los ayuden a profundizar en su proyecto y motivaciones, a verificar su madurez y las condiciones de validez del matrimonio, y a prepararse espiritualmente para recibir este sacramento. Así su celebración supondrá un crecimiento en la fe y un reconocimiento y adhesión a la Iglesia.
172. Por lo que respecta a la celebración se ha de procurar que los novios sean verdaderamente celebrantes de su matrimonio. En este sentido no dejamos de aconsejar la celebración del matrimonio en el marco de la celebración eucarística, así como que se proponga a los contrayentes que reciban convenientemente el sacramento de la Penitencia. Se ha de cuidar en especial la misma celebración, para que guarde siempre su significado de un acto sacro, por encima de los formalismos sociales siempre presentes[112]. Pues por el sacramento del matrimonio los contrayentes se insertan de modo especial en la historia de la salvación.
Las familias, en el corazón de la pastoral
173. Pero la verdadera pastoral familiar comienza una vez que la familia se ha constituido. Es el momento en que tanto las demás familias de la comunidad eclesial como los mismos sacerdotes y religiosos deben saber acompañar con sencillez y naturalidad evangélica a los esposos que se encuentran en una situación nueva en su vida. En ella se enfrentan a nuevas responsabilidades que implican verdaderos retos y que, en ocasiones, son fuentes de conflicto y de dificultades, como pueden ser las creadas por la adaptación a la vida común o por el nacimiento de los hijos.
Muchas veces los matrimonios y las familias son incapaces por sí mismos de resolver tales dificultades, por lo que se hace necesaria la presencia eclesial que les sostenga, oriente y ayude. Naturalmente, el primer lugar donde los esposos deben encontrar esta ayuda es en las parroquias. En ellas se ha de despertar una sensibilidad en este campo pastoral para ser capaces de acoger en un primer momento a los matrimonios con dificultades. Es una comprobación de su capacidad de ser una comunidad viva y cercana, punto de referencia para los distintos acontecimientos de la vida.Invitamos especialmente a los sacerdotes -y otros responsables de la pastoral familiar- a una formación y actualización constantes en los diversos campos relacionados con la familia mencionados en este documento, así como al trato personal con matrimonios y familias.
174. Como a veces los problemas son graves y requieren una atención especializada, resultan especialmente necesarios los Centros de orientación familiar, que han de contar con un servicio de atención espiritual, moral, médico, psicológico y legal. Sólo su coordinación con la actividad de las parroquias permitirá que sean suficientemente conocidos y operativos.En esta misma línea, las parroquias deben estar atentas a poder ofrecer a aquellas personas, que por su especial situación lo precisen, Centros de acogida en donde puedan hacerse cargo de su situación familiar, como es el caso de las madres solteras, que precisan una verdadera ayuda, tanto para acoger y criar a su hijo, como para educarlo. Ambos centros son un modo concreto como la Iglesia se hace presente de modo eficaz en los graves problemas de las familias y los hombres de hoy. Sin esta ayuda estaríamos faltando gravemente a un modo específico de presencia eclesial en un tema básico de justicia social.
175. La dificultad de la actual problemática familiar y la multitud de los temas implicados exigen unos agentes de pastoral familiar especialmente formados para esta actividad específica[113]. No basta en este campo la buena voluntad, es necesario profundizar en la verdad del matrimonio y la familia, adquiriendo un conocimiento capaz de ofrecer ayuda efectiva en los problemas reales que se presentan. En este sentido, hay que agradecer sinceramente y promover con fuerza la existencia de Movimientos de matrimonios y Asociaciones familiares[114]. Sin contar con su valiosa experiencia y aportación, que se ha manifestado muy efectiva en estos años, tantas veces con tareas de suplencia, se correría el peligro de plantear una pastoral familiar separada de la vida real de nuestras diócesis y de las personas que conocen la realidad de los problemas y sus soluciones.
176. Para llevar a cabo la formación de los agentes de pastoral matrimonial y familiar hemos de mencionar la existencia de Centros académicos de estudios sobre matrimonio y familia y sobre bioética. Su labor es muy beneficiosa en la medida en que, fieles al Magisterio, sirven para profundizar y hacer más accesible al hombre actual la verdad del plan de Dios sobre el matrimonio y la familia en toda su integridad.
177. La aplicación concreta de estos principios a la pastoral familiar será desarrollada más detenidamente en el próximo Directorio de pastoral familiar y de la vida de la Iglesia en España, con el que queremos responder a la petición realizada en la exhortación Familiaris consortio (n. 66) y que esperamos podrá servir de orientación e impulso de la atención a la familia en cada diócesis.
178. Ciertamente nos encontramos con situaciones y problemas nuevos en nuestra sociedad en lo que respecta a la familia y a la vida. El reto que se nos presenta es ser capaces de dar una respuesta verdadera a los mismos que sea apta para solucionarlos. En esta respuesta, todo hombre y toda mujer podrá encontrar en el Evangelio de la familia y de la vida una luz clara para guiar sus pasos en la búsqueda de caminos y soluciones nuevas.