Capellanes contra talibanes
«La presencia de la Iglesia en las cárceles llega a todos, también a los musulmanes, y nuestra presencia ayuda a que muchos de ellos eviten el camino de la radicalización», dice el padre mercedario Florencio Roselló, director del departamento de Pastoral Penitenciaria de la Conferencia Episcopal Española, quien ha participado esta semana en Estrasburgo en el Encuentro de responsables nacionales de pastoral penitenciaria organizado por el Consejo de Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), sobre Radicalización en las cárceles, con la participación de varios imanes y representantes de otras confesiones cristianas. En un mensaje enviado a los participantes, el Papa agradeció «a todos los que están al servicio de la comunidad carcelaria sus esfuerzos por defender la dignidad humana de todos aquellos que están en las cárceles».
El cardenal Peter Erdö, presidente del CCEE, señaló que «en Europa se discute con frecuencia sobre la radicalización en las cárceles», por lo que es necesario «que la Iglesia contribuya en este asunto con la experiencia de los capellanes».
«En todas las prisiones del mundo hay mucha hambre de respuestas a las necesidades espirituales –dijo el padre Brian Gowans, presidente de la Comisión Internacional de Pastoral Penitenciaria Católica (ICCPC, por sus siglas en inglés)–. El aislamiento, la convivencia y la saturación de las prisiones pueden posibilitar procesos de radicalización de personas que a menudo no saben cómo matar el tiempo». En cualquier caso, la solución no pasa por sacar la religión de las cárceles, según señaló Mohammed Loueslati, capellán musulmán de la Bretaña francesa, sino que el problema está en el modo de presentar la religión a los internos.
Alguien en quien confiar
«En España no tenemos un programa específico para evitar la radicalización –matiza el padre Roselló–, pero indirectamente sí lo estamos haciendo. En general, los presos musulmanes, que vienen a constituir el 12 % de la población penitenciaria, ven a capellanes y a voluntarios como personas en las que confiar, porque nosotros no rechazamos a nadie, sino que acogemos y tratamos de ayudar a todos. Como al resto de los internos, les ayudamos con el peculio para poder hacer pequeñas compras en la prisión, o con los paquetes de ropa que damos a quienes tienen menos recursos, o les recibimos en nuestras casas de acogida cuando obtienen un permiso…». Además, «muchos llegan ya a la cárcel con la sensación de estar discriminados, por lo que nosotros trabajamos para que no sea así».
Todo ello ayuda de manera indirecta pero efectiva a que los musulmanes que entran en prisión no caigan en el fundamentalismo. «Los capellanes dicen que en la cárcel no se radicalizan tanto», explica Roselló; más bien «los yihadistas entran ya radicalizados. Si se da algún caso de captación de alguien es porque no tiene ningún arraigo y se encuentra solo a nivel afectivo».
Por eso la labor de los capellanes y los voluntarios, tanto en las prisiones como en las casas de acogida, es tan importante. «Nosotros respetamos su religión y sus costumbres, del mismo modo en que acogemos, respetamos y aceptamos a todos los demás internos. Por eso confían en nosotros, porque les ayudamos con ayuda material, con las gestiones de abogados y de otro tipo, no hacemos ninguna distinción», asegura.
No es fácil hoy que la cárcel logre reinsertar a quien pasa algún tiempo en ella, «porque quien entra estigmatizado suele salir estigmatizado», afirma el padre Florencio Roselló. «La reincidencia no es solo culpa de la prisión, sino de la sociedad misma. Un chaval que al salir encuentra el mismo ambiente que le ha llevado a delinquir es difícil que se reinserte. Es complicado tal como está estructurada la sociedad, no es solo culpa de la prisión».
Sin embargo, los capellanes y voluntarios de pastoral penitenciaria en las diversas diócesis de España ponen su grano de arena. «El compromiso de la Iglesia abarca tres dimensiones: prevención, prisión y reinserción –explica el director del departamento de Pastoral Penitenciaria de la CEE–. Trabaja para que no se entre en prisión, camina y comparte con la gente que está en la cárcel, y crea recursos para cuando los presos salen en libertad. Y lo hace en el área religiosa, en la social y asistencial y en la jurídica».
«Somos un elemento más de la reinserción, pero ayudamos en todo lo que podemos a conseguirla, siempre con un mensaje positivo de ayudar a humanizar a la persona, con un programa completo de valores, religioso y ocupacional, para que la prisión sea en realidad una institución de verdad rehabilitadora», concluye Roselló.