Caos en la República Centroafricana: Días apocalípticos - Alfa y Omega

Caos en la República Centroafricana: Días apocalípticos

La revancha de las milicias centroafricanas contra el ataque de los rebeldes de la Seleka ya se ha cobrado 400 vidas en la capital, Bangui. Lo que muchos categorizan como pre-genocidio se ha visto recrudecido por el aumento del caos generado por el miedo de los extremistas a las recién llegadas tropas francesas. La población, aterrorizada, se refugia en las iglesias y los misioneros no tienen medios para atender las necesidades alimenticias y sanitarias de miles de personas agazapadas en los patios de la misión. «Cantamos himnos y oramos juntos, eso ayuda a la gente a calmar los ánimos. Estamos a merced de Dios», afirma el padre Assingambi, desde una parroquia de la capital

Cristina Sánchez Aguilar
Familias con niños refugiadas en la parroquia de San Bernardo, en Bangui, el pasado sábado, 7 de diciembre.

Bangui, la capital de la República Centroafricana, vivió hace una semana uno de los episodios más violentos desde que los rebeldes de la Seleka invadieron el país: «Nos despertamos entre disparos», afirmó el misionero salesiano español padre Agustín Cuevas, en una entrecortada entrevista para Radio Francia Internacional. También el obispo de Bangassou, el español Juan José Aguirre, explica, en una de sus cartas, que la Fundación Bangassou publica en la red social Facebook, los sucesos de la mañana del jueves: «Me encontraba en el coche, de camino al aeropuerto de Bangui para volver a Bangassou, cuando estalló un pandemonio sobre nuestras cabezas: ráfagas de metralleta, tiros de obús y gritos por todas partes».

El motivo es que las milicias Anti-balaka —compuestas por ex soldados de las Fuerzas Armadas Centroafricanas, algunos lugartenientes del antiguo presidente Bozizé y, según monseñor Aguirre, «un atajo de jóvenes exaltados»— atacaron las posiciones de la Seleka en diversos barrios de Bangui. Motivo por el que miles de personas, «atenazadas por el pánico, corrieron a esconderse en alguna de las 22 parroquias de la ciudad, y a casas de religiosos y religiosas», señala el obispo. «Cuando llegaron a las parroquias, los niños lloraban. Cantamos himnos y oramos juntos, y eso ayudó a la gente a calmar los ánimos. Estamos a merced de Dios», cuenta a Caritas Internationalis el padre Anicet Assingambi, párroco de San Carlos Lwanga.

Refugiados en la misión

En la misión salesiana de Galabadja se han refugiado más de 8.000 personas, aseveró el padre Agustín Cuevas: «Han venido familias enteras con niños pequeños. Nos preocupan las provisiones…, y la noche. Hemos pedido la seguridad de la FOMAC (Fuerza Multinacional de África Central), pero no ha venido nadie». En Damala, la otra obra salesiana de la capital, han acogido a cerca de 12.000 personas. Desde allí, escribe al resto de su congregación Maguergue, religioso salesiano, que describe el desolador panorama: «Ha llegado a la misión mucha gente con heridas de bala en el brazo, en la cabeza, en el costado. Hemos llamado a la Cruz Roja para evacuar a los más graves, pero no pueden llegar…, no tienen carburante. Un joven, herido de bala en el vientre, se retuerce de dolor, y el único enfermero que hay no puede hacer nada por él. Su hermana rompe a llorar a su lado, y horas después muere. En un banco, hay un niño solo acostado, y su cráneo está cubierto de sangre y de vendajes; no tiene familia. En otra sala del dispensario, la comadrona asiste a un parto. Y las armas siguen sonando».

José María Sabé, ecónomo de la zona salesiana de África Tropical Ecuatorial, cuenta también en una carta que «es imposible dar de comer a tanta gente, y atender a sus problemas sanitarios. El dispensario de la parroquia no tiene medios». Los misioneros no saben qué hacer, pero «sonríen, para dar confianza, aunque estén al límite de sus fuerzas. Y comparten, con los centroafricanos, la suerte de lo que pueda venir. Es un adviento especial: esperan que llegue la paz con el Nacimiento de Jesús», explica el ecónomo.

El caos, de puertas para fuera

Mientras, fuera, reina «el caos total, por el espíritu de revancha de la población, que se ha visto completamente agredida por la Seleka», aseveró el padre salesiano Agustín Cuevas en la entrevista radiofónica. Según el obispo de Bangassou, el conflicto está a punto de convertirse en una pugna interconfesional: «El hecho de que muchos Seleka sean musulmanes ha puesto a todos los miembros de esta religión en el punto de mira de los Anti-balaka, aunque sean personas honestas y piadosas». Al tiempo, los Seleka más extremistas «están matando jóvenes cristianos al azar», añade el obispo, y cuenta el caso de un joven que, arrodillado y rodeado por extremistas, pedía perdón llorando mientras le pegaban un tiro en la nuca. El resultado han sido «muchos cuerpos tendidos en el asfalto, con machetazos en la frente, regueros de sangre decorando las calles y soldados en cualquier vericueto del trayecto. Un día apocalíptico», reconoce monseñor Aguirre. Eso sin contar con «las noticias de los pueblos, que no llegan porque es imposible la circulación, pero los rumores son terribles», añade Sabé.

Ahora ha regresado un período de calma relativa en la capital, en parte gracias a la llegada de 1.600 soldados franceses en el país, cuya misión es hacer frente a la situación de caos, que, según monseñor Aguirre, «aumentó por el miedo de la Seleka a los franceses». El padre salesiano José María Sabé afirma que «la gente ha recibido la fuerza francesa como una verdadera liberación nacional». El desarme de las milicias es un hecho desde principios de semana, y el ministro de Defensa galo, Jean-Yves Le Drian, ha especificado que «se hará por la fuerza si se resisten». Asevera el obispo de Bangassou que «la gente se siente más segura», aunque los franceses llegan tarde: «Debieron intervenir en marzo, cuando llegaron los rebeldes». Ya ha muerto demasiada gente.