Campamento urbano... ¡en la casa del Papa!
Después de unos meses encerrados en casa, 200 niños de Roma han tenido la suerte de jugar, hacer actividades y bañarse dentro del recinto del Vaticano. El lunes, el Papa los visitó
¿Te imaginas hacer una yincana en los jardines del Papa? ¿Más aún: que mientras desayunas con tus amigos de campamento aparezca el mismo Francisco a visitaros? Es la forma tan especial en la que están viviendo este verano más de 200 niños, que durante todo el mes de julio participan en un campamento urbano organizado por el Vaticano para los hijos de las personas que trabajan allí.
Después de varios meses en los que, por la pandemia de coronavirus, los chicos no han podido salir de casa, en el Vaticano eran conscientes de que tenían «un gran deseo de estar juntos con otros niños, de ritmo». Nos lo explica Franco Fontana, el coordinador de esta actividad. Como muchas actividades y viajes se habían suspendido, decidieron organizar un campamento de día en el Vaticano, para los hijos de quienes trabajan allí. Se lo encargaron a los salesianos, y el Papa dio permiso para utilizar todos los lugares que hicieran falta.
El lunes, el mismo Papa los visitó en el Aula Pablo VI. Pasó por las mesas en las que estaban, quiso ver los juegos y castillos hinchables y luego charló un rato con los chicos. Ellos estaban encantados. No sabían si al final iban a poder verlo, pero «lo deseaban mucho, preguntaban con bastante frecuencia sobre él», nos dice Franco. Al ser hijos de trabajadores del Vaticano, a muchos los bautizó Benedicto XVI, o Francisco a los más pequeños.
Trabajo en equipo
En la charla que tuvieron, Francisco los invitó a aprovechar estos días para hacer nuevos amigos. «Las personas que solo se lo pasan bien solas son egoístas. Para divertirse hace falta estar juntos», les dijo. Sus palabras encajaban muy bien con el tema del campamento: «Descubrir la belleza de estar juntos, también en esta situación» de pandemia, y buscar una felicidad «que no se compra por internet ni en el supermercado», sino que está relacionada con las bienaventuranzas que enseñó Jesús y con el trabajo en equipo, el esfuerzo, el compartir y el aprender a solucionar los conflictos, explica el organizador.
Los niños van descubriendo estos valores cada día. Por la mañana les cuentan una historia que tiene que ver con ellos y hay un ratito de oración. Después de comer, los monitores hacen una representación relacionada con lo mismo y se trabaja en grupo. El resto del tiempo, hay ratos libres, manualidades para los pequeños, torneos de deporte y también juegos como el de atrapar la bandera, siempre por equipos de siete niños. Todo ello, claro, estando pendientes de las medidas de seguridad, como lavarse las manos con frecuencia y llevar la mascarilla siempre que sea necesario. El día termina con otra oración.
Además, una vez a la semana se hace una actividad para conocer los Jardines Vaticanos, y cada dos semanas se visita una parte de los Museos Vaticanos y se celebra la Misa allí. Pero nada parece suficiente para los niños. Después del confinamiento, «¡tienen las pilas cargadas siempre!», exclama Franco. «Nosotros acabamos el día cansados, pero ellos están frescos como a primera hora». Y se lo pasan tan bien que, los que en vez de apuntarse todo el mes solo lo hicieron para una semana, quieren repetir. Incluso los más pequeños, a los que al principio les costó mucho más separarse de sus padres «después de estar tanto tiempo solo con su familia».