Caddy Adzuba: «El conflicto en RD Congo ha empeorado al descubrir petróleo»
La Premio Príncipe de Asturias colabora en la campaña Mujeres en Marcha, de Alboan y Entreculturas, que pide prestar atención a las violaciones de derechos específicas que sufren las mujeres migrantes
Cuando en el este de la República Democrática del Congo se produjo un «descubrimiento de yacimientos de petróleo y reservas de gas, se dijo “va a haber otra guerra”. Y así ha sido», ha afirmado este martes Caddy Adzuba, al presentar con Entreculturas y Alboan la campaña Mujeres en Marcha. Así explicaba el reciente recrudecimiento del conflicto, que se inició en 2021.
A cuatro meses de la prevista visita del Papa, el grupo rebelde M23 «está a la puerta de la mayor ciudad del este del país, Goma». No pretenden «conquistar sino ocupar el espacio para tener control de la explotación» de los combustibles, aunque sean empresas multinacionales las que la realicen. Como consecuencia, 100.000 personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares en una época del año en la que cada día se producen precipitaciones tropicales.
La historia se repite. En la República Democrática del Congo, desde 1997 diez millones de personas han fallecido por culpa de la guerra, y al menos un millón de mujeres ha sufrido violencia sexual. «Vengo de un país con recursos naturales inconmensurables», ha relatado: coltán, uranio, oro, diamantes… Y desde los países del norte «han decidido utilizar toda su inteligencia en desestabilizar a la población para que no se organicen y puedan aprovecharse», explotando esos materiales «para que los europeos tengáis teléfonos inteligentes y ordenadores».
País sin recursos, país con paz
Adzuba ha apoyado esta afirmación subrayando cómo «en África, los países que no tienen guerras son los que no tienen recursos naturales». La misma dinámica se reproduce en el Congo: las provincias pacíficas son las más pobres en materias primas. Es así porque son «guerras económicas», en las que las multinacionales «financian y apoyan a las personas que les interesan» para alimentar el conflicto.
Por ejemplo, como la mayor parte de recursos del Congo están en el este, «para entrar en el país» desde los países anglófonos del primer mundo «se alían con los vecinos: con Ruanda, Uganda, Tanzania, Kenia…». Estudian la sociedad y su cultura para encontrar los puntos débiles. Y en este caso «se ha utilizado la etnia: cogieron una minoría y formaron el M23», que recibe apoyo de Ruanda.
Guerra en el cuerpo de las mujeres
Uno de los aspectos más trágicos es que «esta guerra se lleva a cabo en el cuerpo de las mujeres». Para ilustrarlo esta afirmación, Adzuba ha relatado el estremecedor caso de Giselle, casada y con cuatro hijos. Su marido era profesor y ella cruzaba continuamente la frontera con Ruanda para comerciar. Una tarde, 17 hombres armados irrumpieron en su casa. Hablaban el dialecto de los ruandeses al otro lado de la frontera, y cuando la mujer les preguntó qué querían de ellos la respuesta fue «realmente nada, simplemente nos han ordenado que asustemos a la comunidad».
Así comenzó la pesadilla. Ordenaron a su marido que violara a su hija. Cuando se negó, le pegaron un tiro. A continuación dieron la misma orden a sus tres hijos varones. Dos accedieron, y a continuación, también siguiendo las indicaciones de los rebeldes, a su madre. Al que no lo hizo le obligaron a meter el pene en un agujero lleno de cristales rotos. Por último se llevaron a todos al bosque.
Cabezas en una bolsa
A Giselle la ataron a un árbol, y todos los días iban a orinarle encima y a quemarla con cigarrillos. Cuando al quinto día pidió ver a sus hijos, «le llevaron una bolsa con cuatro cabezas y le dijeron: “¿Qué crees que has estado comiendo estos días?”». Cuando Adzuba la conoció, «estaba enferma y había enloquecido». Dos meses después, falleció.
Historias como esta, o como la de tantas mujeres a las que han introducido por la vagina cuchillos, botellas ardiendo o granadas, han llevado a esta abogada y periodista a dejar de hablar de «violación» y a referirse en su lugar a «feminicidio». Creó la Asociación de Mujeres en los Medios de Kivu del Sur y la fundación FPM, que se dedica a fortalecer la resiliencia y la autonomía de las mujeres supervivientes.
Además de la colaboración entre Entreculturas y las entidades a favor de la mujer fundadas por Caddy Adzuba, la Premio Príncipe de Asturias se ha implicado en Mujeres en Marcha. Esta campaña de Alboan y Entreculturas quiere aprovechar el Día Internacional de Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, el 25 de noviembre, para poner el foco en las mujeres migrantes. Piden que se incorpore el enfoque de género en el Pacto Europeo de Migración y Asilo, puesto que en el proceso migratorio las mujeres se enfrentan a violaciones de sus derechos específicas de su sexo.
«Es totalmente legítimo que haya mujeres que quieran irse de su país y buscar protección internacional para vivir en un lugar sin violencia ni bombas», ha subrayado Adzuba. «Ninguna se va porque quiera», sino que «buscan vivir sin miedo» después de haber sido violadas, mutiladas o casadas a la fuerza siendo niñas.
«Es un viaje largo, no tienen dinero ni pueden coger un avión». La mayor parte de las veces, «van a los países vecinos, y allí no hay protección. Luego continúan al siguiente país vecino, y no hay protección». Hasta que acaban llegando a Europa, «porque siempre se les ha dicho que es donde la hay».
Pero cuando tocan tierra, después de un arriesgado viaje en patera, «¿cómo se las acoge?». La fundadora de AFEM citó un reportaje que vio hace poco en la televisión francesa France 24. «Hablaba de 200 personas en una patera y de que Italia se había negado a acogerlas y Francia las había aceptado. Pero el periodista simplemente dio las cifras. Nadie habló de cómo pasaron diez días en una patera, de en qué condiciones estuvieron».