Queridos diocesanos:
Se cumplen 25 años de la creación del Servicio de Asistencia Religiosa de las Fuerzas Armadas. El Real Decreto de 7 de septiembre de 1990, dio paso a una nueva modalidad de presencia de la Iglesia Católica en nuestras Fuerzas Armadas y Guardia Civil.
De todos es conocido que la Iglesia ha venido acompañando desde tiempo inmemorial a los que sirven a sus naciones desde la vocación militar. En concreto, para esta Iglesia particular castrense en España, es una gran ocasión de dar gracias a Dios por la continuidad de seguir anunciando el Evangelio de su Hijo Jesucristo a los centinelas de la paz que son nuestros soldados y guardias civiles. A ellos, han entregado sus vidas tantos Capellanes Castrenses, que de manera sencilla, encomiable y generosa, vienen cumpliendo una gran labor humana y cristiana, en favor de toda la familia militar, contribuyendo con su misión al bien común de la sociedad.
La creación y evolución en este tiempo del SARFAS ha convivido con los Cuerpos Eclesiásticos de los Ejércitos y la Armada, que con la sola diferencia de relación administrativa, servían desde el Siglo XVI a nuestros militares españoles. Somos herederos de todo ese bagaje que no sólo alcanza a lo específicamente religioso, sino también a la integridad del ser humano. Cuántas veces los Capellanes han puesto en práctica heroicamente las obras de misericordia corporales y espirituales en tiempos de paz y en lugares de conflictos, porque han tenido: «abiertos los ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de dignidad…ofreciendo su presencia, amistad y fraternidad» (Francisco, Misericordiae Vultus, Roma 2015, nº 15).
Estos 25 años han coincidido también con una transformación y modernización de nuestras Fuerzas Armadas, lo cual ha llevado al SARFAS a una continua superación para servir mejor. No han faltado las dificultes de diversos tipos. Sin embargo, el espíritu de superación y el vigor que da el afán de colaboración mutua, han hecho que vayan desapareciendo prejuicios de otras épocas y el Capellán Castrense en la actualidad tenga el reconocimiento social y eclesial que se contempla en todas las sociedades democráticas de nuestro entorno. En este nuevo marco jurídico, social y cultural que nos desenvolvemos, queremos seguir estando con nuestros militares y sus familias: en sus alegrías y penas. Viendo con ellos «sus peculiares formas de vida», su siempre arriesgada misión en el suelo patrio y en los escenarios internacionales, en estos tiempos complejos y convulsos del siglo XXI.
No quiero olvidarme en este punto de las Misiones Internacionales de Paz o Humanitarias, que han supuesto un hito para nuestra pastoral específica y un cambio social a la hora de percibir la figura del Capellán en los tiempos democráticos. A lo largo de este aniversario tendremos ocasión de ir recordando tantos momentos de gracia y entrega. Con humildad, pero con la satisfacción del deber cumplido, durante los próximos meses, a través de distintos medios, iremos haciendo memoria no sólo de la labor del Capellán Castrense, sino también de los muchos testimonios de nuestros militares católicos.
Es providencial que este aniversario coincida con el jubileo Extraordinario de la Misericordia. Es una maravillosa oportunidad para que fieles y sacerdotes de este Arzobispado Castrense, atravesemos la Puerta de la Misericordia, a fin de que el bálsamo del amor redentor de Cristo, inunde nuestros corazones y nos haga testigos de su misericordia «en medio de las armas», sobre todo en aquellas periferias que tocan con sus manos los hombres y mujeres de nuestros Fuerzas Armadas.
Quiero finalizar recordando a los arzobispos que me han precedido en esta Iglesia particular. Al Sr. Cardenal Don José Manuel Estepa Llaurens, que vivió en primera persona e impulsó, la transformación y creación del SARFAS; y al Sr. Arzobispo monseñor Don Francisco Pérez González, que continuó con acierto su trabajo pastoral. A ellos nuestro agradecimiento y oración.
Queridos diocesanos, os pido que durante este año intensifiquéis las suplicas a Dios Padre «rico en misericordia» (Ef 2,4), para que tengamos buenos Capellanes, discípulos y testigos valientes del amor misericordioso de Cristo. También, pedid al Señor abundantes vocaciones sacerdotales, para que nuestro Seminario Castrense san Juan Pablo II, sea un autentico semillero de Capellanes entregados en «cuerpo y alma», a los hombres y mujeres que sirven a la libertad y defensa de la sociedad española. No olvidéis nunca a los pobres que también los tenemos «en nuestras filas». Así mismo, en estos momentos claves en la historia de Europa, defended con mayor empeño, conciencia, colaboración y solidaridad, el Derecho Humanitario sobre los refugiados, desplazados y emigrantes que vienen huyendo del hambre, de las guerras tribales y sobre todo del horror islamista. ¡No seamos indiferentes ante este drama que llama a nuestras puertas! La paz es posible allí donde el derecho de cualquier ser humano es reconocido y respetado, según la libertad y la justicia.
Por último, permaneced siempre fieles a la tradición de orar por «los soldados de todos los tiempos», que sirvieron con honor y dieron su vida por España.
Que por intercesión de nuestra Patrona María Inmaculada, sepamos poner nuestra mirada confiada en la «patria celestial», donde ya no hay guerras, ni destierros, ni dolor, ni lagrimas que derramaar, sino el gozo y la paz total por la victoria de la Vida sobre la Muerte.
Con mi afecto y bendición.