Buen empresario... y santo
Cuando al empresario argentino Fernán de Elizalde le propusieron ser el vicepostulador de la causa de canonización de Enrique Shaw, también empresario y argentino, «pedí como condición revisar todas sus cuentas. Descubrí que era muy buen empresario»… y —probablemente— santo. Varias ponencias del Congreso de UNIAPAC giraron en torno a la figura de Shaw. Mariano Castañeira, de la Universidad Francisco de Vitoria, explicó que supo encontrar el equilibrio entre «que en el centro de su empresa estuviera el amor, y que la compañía diera beneficios».
Como directivo de cristalerías Rigolleau, la mayor empresa latinoamericana del sector, tuvo ocasión de poner en juego sus principios. Cuando los propietarios estadounidenses de la empresa le ordenaron despedir a más de mil empleados —contó De Elizalde— él implantó con éxito un plan drástico de control de gasto para evitarlo. «El trabajo del hombre es querido por Dios y santificado por Cristo —escribió a los dueños—. El paro afecta a la dignidad de los hombres y por tanto es más un mal moral que un daño económico». También fomentó que sus empleados se organizaran entre sí, incluso cuando los sindicatos estaban prohibidos en Argentina.
Acciones como estas hicieron que el Papa Francisco, cuando era arzobispo de Buenos Aires, promoviera su causa de canonización. En marzo pasado, en una entrevista a la televisión mexicana Televisa, explicó que «una persona puede tener dinero. Dios se lo da para que lo administre bien. Y este hombre lo administraba bien», porque hacía «crecer a aquellos que necesitaban de su ayuda».