Brother Isaiah: «En el Cielo hay un montón de música»
Entre el soul y el reggae más templado, las canciones del hermano Isaiah, son como salmos modernos. «La música es el lenguaje que Dios nos regala para ir a Él», dice
Su primer álbum entró en el top ten de Amazon Music y hoy, tres entregas después, sus canciones acumulan cientos de miles de descargas en Spotify. Brother Isaiah (San Francisco, 1985) de los Frailes Franciscanos de la Renovación, se convirtió durante una adoración eucarística en la universidad. Ahora sus canciones son el alimento espiritual de miles de personas en todo el mundo.
¿Por qué la música tiene esa capacidad para llevarnos a Dios?
Dios habita en el corazón, y ahí quiere ser encontrado. Se quiere comunicar con nosotros de una manera única e irrepetible, mostrándonos su amor en nuestro interior. El valor de la buena música es que nos puede llevar ese lugar dentro de nosotros para encontrar ese tesoro. Por eso es muy importante encontrar buena música que nos lleve a Él.
¿Qué cree que aporta la música a la relación con Dios de una persona?
La música es el lenguaje de Dios, el verdadero lenguaje del cielo. Si vas a la Escritura lo verás. ¿Qué es lo que hay en el cielo? ¡Música! Un montón de música. Es el lenguaje que se nos ha regalado para ir hacia Dios. El corazón se alegra cuando canta, es como si voláramos hacia el cielo cuando nos pasa eso. Es una poderosa manera de hablar con Dios, y de escuchar como Él nos habla. La música da voz a lo que pasa dentro de nosotros, y nos da libertad y alivio.
¿Cree que ha habido alguna evolución en la música religiosa en los últimos años?
Bueno, creo que la música religiosa está siempre evolucionando, porque siempre estamos viviendo tiempos nuevos y circunstancias nuevas. La historia sigue adelante, y la música también. Hay sonidos, ritmos y lenguajes nuevos. Pero en esencia la música religiosa es siempre lo mismo: es el grito del corazón humano hacia Dios, y a menudo es el grito de Dios hacia nosotros. Es así desde siempre.
¿Qué busca con sus canciones?
Fundamentalmente, busco a Dios. Trato de dar salida a lo que pasa dentro de mí, como hizo el rey David, con todos mis sufrimientos y esperanzas. Mi música trata de mis intentos de encontrarle y de su modo de buscarme a mí en donde estoy. Me sigue sorprendiendo su amor y su bondad. En definitiva trato de dar música a una historia de amor. Cuento la aventura de seguir a Jesús.
¿Es música para tocar dentro o fuera de los templos?
Creo que hay un tiempo para todo. Parte de la belleza de nuestra fe es la variedad de música que tenemos para cantar sobre Dios. Hay momentos para estar en silencio, otros para rezar con la intimidad de una guitarra, o momentos en los que muchas voces e instrumentos se unen para alabar a Dios. Tenemos que apreciar todos los tipos de música que tenemos en la Iglesia.